116. La mañana
La habitación, sumida en el silencio de la noche, albergaba dos cuerpos que finalmente habían encontrado descanso. Después de horas de unirse en un frenesí de emociones y sensaciones, Heinz y Ha-na se habían rendido al agotamiento, sus respiraciones aún acompañadas como un eco de su conexión reciente. El calor de sus cuerpos impregnaba el lecho, como evidencia de la intensidad a la que habían sucumbido sin ningún pudor, mientras el aire en la habitación seguía denso con el aroma de la intimidad.Heinz dormía abrazándola, su brazo descansando con naturalidad sobre la cintura de Ha-na, como si temiera que pudiera alejarse incluso en sus sueños. Su cuerpo, aún cálido y húmedo, estaba relajado, pero su expresión mantenía un leve rastro de la intensidad del día anterior. Los músculos de su rostro, normalmente tensos y controlados, ahora se muestran suaves. Había en él una tranquilidad que rara vez se permitía sentir, como si, por primera vez en mucho tiempo, hubiera dejado caer todas sus d
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