Todos los capítulos de Ex esposo arrepentido: Vuelve a mí, querida: Capítulo 141 - Capítulo 150
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—Definitivamente no —murmuró Natalia, con la voz lo suficientemente baja como para que solo Keiden la escuchara. Keiden entrelazó sus dedos con los de ella y le dio un suave apretón, una muestra silenciosa de apoyo. Natalia le devolvió una sonrisa cansada y ambos se sentaron en la sala de espera. Sin embargo, el momento de calma no pasó desapercibido. Simón los observaba desde el otro lado de la sala, con los brazos cruzados y una expresión que intentaba ser neutral, pero que no podía ocultar del todo su escrutinio. No había escuchado la conversación, pero la cercanía entre ellos le resultaba incómoda. —¿Qué tanto estarán hablando? —pensó, reprimiendo una sonrisa al notar la incomodidad latente en Keiden—. Quizás están peleando… o tal vez mi presencia lo pone nervioso. El pensamiento le agradó más de lo que esperaba, y una chispa de satisfacción iluminó sus ojos. —Más vale que estés celoso, Keiden —se dijo a sí mismo, su determinación creciendo—, porque voy a reconquistar a
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El bullicio del bar se detuvo de golpe cuando el hombre alto y robusto irrumpió en la escena. Sus ojos, oscuros y furiosos, se clavaron en la pareja con una intensidad que hizo que el aire en la sala pareciera más pesado. Daniel, todavía asimilando el impacto del empujón, frunció el ceño, incrédulo ante la agresión. —¿Quién carajos eres tú para venir a reclamar así? —espetó, enderezándose mientras buscaba los ojos de Astrid en busca de una explicación. Astrid, con los brazos cruzados y el rostro endurecido, no tardó en intervenir. —No tienes nada que hacer aquí —siseó molesta—. Lárgate. La hostilidad en su voz parecía afectar al hombre menos de lo esperado, ya que soltó una risa seca y amarga. —Siempre tan orgullosa, ¿verdad? —su mirada era burlona—. Eres una mujerzuela, Astrid. Lo que tocas, lo destruyes. Daniel dio un paso al frente, con la tensión endureciendo sus facciones. —¡Respeta a la señorita! —dijo con voz tensa, su postura era firme y desafiante. El hombre
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La noticia del médico transformó el aire pesado de la sala en una ráfaga de alivio. Natalia, con una exclamación de júbilo, sacó rápidamente su teléfono para llamar a su madre. —¡Mamá! Papá será dado de alta pronto. ¡Está mucho mejor! —dijo con una sonrisa amplia, paseando por la sala mientras hablaba con Graciela. Su alegría era tan genuina que, por un momento, olvidó la tensión que flotaba entre los dos hombres. Simón observó a Natalia con una mezcla de melancolía y ternura. Quería creer que ella le permitiría quedarse, pero las probabilidades no estaban de su lado. Sabía que Keiden ocupaba un lugar importante en su vida, y eso le pesaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Keiden, por su parte, estaba de pie junto a la ventana, con los brazos cruzados y la mandíbula apretada. Sentía que la presencia de Simón lo desplazaba, encendiendo una inseguridad que no podía controlar del todo. Cuando Natalia terminó de hablar con su madre, su mirada se desvió primero hacia Keiden,
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La habitación estaba sumida en penumbra, con solo la luz de la calle colándose a través de las cortinas entreabiertas. Astrid descansaba en los brazos de Daniel, mientras su pecho subía y bajaba con un ritmo pausado. Él la sostenía con delicadeza, sus dedos trazando círculos suaves en su espalda desnuda, como si ella fuera el tesoro más valioso del mundo. Y, aunque aquello debería reconfortarla, en su interior sentía un peso que no podía ignorar. Astrid se removió ligeramente, apartándose del calor de su cuerpo. —Necesito usar el sanitario —dijo en voz baja, sin mirarlo directamente. Daniel asintió, aunque una sombra de preocupación cruzó por su rostro. —Está bien. Te espero aquí. Ella se envolvió en la sábana y cruzó la habitación hasta el baño. Al cerrar la puerta detrás de ella, el aire se sintió diferente, más frío, más real. Frente al espejo, Astrid se detuvo a observar su reflejo. Su cabello estaba desordenado, su piel aún rosada por el roce reciente, y en su cuello
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Graciela, ajena a la tensión entre Natalia y Keiden, continuó hablando con entusiasmo renovado. —Ya verás, Natalia, esta vez no dejaré que tu padre vuelva a caer enfermo —dijo, sacando un cuaderno con una interminable lista escrita—. He planeado todo: su dieta, sus caminatas diarias, incluso voy a buscarle una nueva rutina de ejercicios. ¡Todo será perfecto! Natalia la escuchaba pacientemente, asintiendo de vez en cuando, pero su mente vagaba de regreso a Keiden. Quería explicarle lo de Simón, asegurarse de que no hubiera malos entendidos, pero la presencia de su madre lo hacía imposible. Mientras caminaban por el pasillo del hospital, Natalia se detuvo junto a una ventana. Miró hacia afuera y vio cómo la noche comenzaba a caer, las luces de la ciudad parpadeando en la distancia. “¿Algún día encontraré la paz que tanto anhelo?” pensó, sintiendo una punzada de melancolía. “¿O el pasado seguirá persiguiéndome como una sombra interminable?” —Natalia, ¿vienes? —preguntó Graciela
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Graciela y Roberto se marcharon tras un último abrazo, dejando a Natalia y Keiden solos en la entrada del hospital. El silencio se instaló entre ellos, cargado de emociones que ninguno estaba seguro de cómo expresar. Keiden fue el primero en romperlo. —Lo siento, Natalia. —Su voz era baja, casi un susurro, pero había un peso en sus palabras—. Simón ya estaba mostrando interés por ti antes de que todo saliera a la luz respecto a Isabella… y los celos me estaban consumiendo. Natalia lo observó detenidamente. Sus ojos reflejaban arrepentimiento, pero también temor. —Las intenciones de Simón pueden ser las que sean —respondió ella con una calma contenida—. Pero yo no tengo ningún interés en renovar nada con él. Tú deberías entender eso. Keiden dejó escapar una leve sonrisa, una mezcla de alivio y vulnerabilidad. —Quiero entenderlo, Natalia. Lo intento. Ella dio un paso hacia él, luego otro, cada uno más firme que el anterior. Finalmente, lo tomó suavemente por las mejillas, a
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El amanecer se colaba por las cortinas del dormitorio, tiñendo la habitación de tonos cálidos y dorados. Keiden, ya despierto, observaba a Natalia dormir. Su rostro estaba relajado, con una ligera sonrisa que aún parecía adornar sus labios, recordándole la noche que habían compartido. Incapaz de resistirse, se inclinó hacia ella, dejando pequeños besos en su frente, luego en la nariz, y finalmente en su cuello. Natalia soltó un suspiro, moviéndose ligeramente antes de murmurar con voz somnolienta: —Buenos días… Keiden sonrió contra su piel, depositando un último beso en su clavícula antes de responder. —No son buenos días, Natalia. Son excelentes. Ella abrió los ojos con lentitud, encontrándose con la sonrisa radiante de Keiden. Sus dedos subieron para acariciar la mejilla del hombre rubio, cuyo rostro parecía iluminarse con el reflejo de la luz matutina. —¿Siempre eres tan optimista por las mañanas? —preguntó ella, medio en broma. —Solo cuando estoy contigo —respondió
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Daniel cruzó los brazos, su mirada evaluaba a Keiden mientras una sonrisa sardónica comenzaba a formarse en sus labios. Notaba el aire desafiante del rubio, y no pudo evitar un destello de diversión ante lo obvio que eran sus celos. —Era solo curiosidad. —Su voz sonó relajada, casi despreocupada—. Si ustedes están saliendo, me alegra. Natalia merece estar con alguien que la haga feliz. Las palabras de Daniel lograron justo lo que esperaba: Keiden frunció el ceño, confuso y ligeramente desconcertado. —¿De verdad no te molesta? —preguntó directamente, con un tono lleno de incredulidad—. Pensé que ella y tú… tenían un compromiso. Daniel negó con la cabeza, relajando su postura. —Natalia siempre será mi amiga, y finalmente lo entendí —sonrió—. No tengo derecho a reclamar nada. Pídele a ella misma que te explique la naturaleza de ese compromiso.Keiden se rascó la nuca, visiblemente incómodo y pensando en las palabras de Daniel. ¿Entonces tenía el camino libre con ella? —Perdón s
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Minutos antes, la atmósfera en la oficina de Natalia estaba cargada de tensión, con los hombres frente a ella evitando su mirada directa. Su expresión fría pasaba de uno a otro, aguardando una respuesta que, de alguna manera, ya se había adelantado en sus pensamientos.Keiden, con su cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, miró a Natalia con una expresión de sinceridad, pero también de incomodidad. Se notaba que no había nada que le molestara más que la situación en la que se encontraba. Su mirada pasó fugazmente hacia Daniel, que estaba parado cerca de la puerta, sus manos cruzadas sobre su pecho como si intentara encontrar una salida para un tema que no esperaba que fuera tan complicado.—Le contaba a Daniel la actitud que tuvo Simón en el hospital —dijo Keiden rápidamente, sin rodeos, como si fuera una defensa anticipada—. Lo lamento, es algo que realmente me molesta, yo…Natalia levantó una mano y lo detuvo, sus ojos fijándose en él mientras asimilaba lo que acababa de decir
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Natalia cerró los ojos un momento, tratando de calmarse un poco, antes de mirarlo directamente con la mirada afilada. —Simón, esto es inaceptable. —Su voz era firme y cortante, aunque la vergüenza seguía presente en su rostro—. No vuelvas a irrumpir así en mi oficina o haré que te echen los de seguridad.Simón rió, aunque su risa era amarga y sin humor. —Claro, no quería molestar y mucho menos para… esto —hizo una mueca, desviando la mirada a propósito. Su postura era tensa y su expresión era de completo disgusto. Era obvio que estaba celoso.—Si tienes algo que decir, hazlo —dijo Natalia entre dientes, molesta por su actitud—. Y de preferencia que sea de negocios, no me interesa tratar cualquier otro asunto contigo.Simón apretó los puños a sus costados, evidentemente frustrado por todo lo que estaba pasando. ¿Por qué parecía que no hacía más que acumular desgracias? ¿Qué tanto castigo tenía que pagar?La escena de Keiden, recostado sobre Natalia, besando su cuello y amasando uno
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