A la mañana siguiente, cuando Nina se levantó y se disponía a salir con su bolso, Emily la detuvo.—Señora, aquí está su desayuno. El señor me pidió que me asegurara de que lo comiera todo antes de que saliera—dijo Emily.—Gracias, pero no es necesario —respondió Nina, intentando pasar por su lado.Para su sorpresa, Emily se movió para bloquearle de nuevo el paso.—El señor insistió en que comiera antes de irse —dijo Emily con desinterés.Nina inicialmente no quería discutir. Emily cobraba su sueldo de los Vargas y podía adular a Sergio cuanto quisiera. Pero su tolerancia, en lugar de propiciar una convivencia armoniosa, solo había logrado que Emily la considerara un blanco fácil.Ya estaba harta de sus tontos desprecios, y con el divorcio en puerta, no tenía por qué seguir aguantando más. Nina la miró con una sonrisa fría.—Emily, trae el desayuno y los suplementos también, por favor.Nina sabía que, si ella no los comía, Emily se los apropiaría. Antes, la empleada se había aprovechad
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