«¿Qué puedo hacer yo?», pensó Ethan, atormentado, repitiendo esa pregunta como un mantra inútil que solo aumentaba su impotencia.Sentía cómo la desesperación lo devoraba por dentro. Había perdido su vínculo mágico, y con él, el control sobre su beta y delta.Antes, habría usado su don de sanación sin dudar para salvar a Noa, pero ahora, en su estado actual, eso era imposible.Las miradas cargadas de expectativa y reproche de los demás en la habitación caían sobre él como un peso insoportable. Se sentía patético, reducido a nada.La rabia burbujeó en su pecho, como un fuego que necesitaba escapar. Con un rugido ahogado, estampó el puño contra la pared. El sonido seco resonó como un eco de su frustración.Sin apartar la vista de Noa y Noel, quienes yacían agonizando, murmuró con voz áspera: —Sabes que no puedo hacer nada, Kael. No puedo sanar a mi propio beta. ¡Soy un grandísimo inútil!Kael no respondió, pero el silencio era más elocuente que cualquier palabra.Mientras tanto, Samira,
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