—Confío en ti y en mi madre— respondió Ethan, con tono lleno de convicción y tristeza. —Sé que velarán por él, por todos nuestros hijos.Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Ya que Cloe, impulsada por el dolor y la rabia, levantó la mano y lo abofeteó. La fuerza del golpe no lo hizo retroceder, pero sí lo dejó incrédulo.—Te quejas de que tu padre te obligó a tomar responsabilidades cuando solo eras un niño, pero ¿qué estás haciendo tú ahora?—le reclamó indignada. —¡No dejaré que mi bebé sea el blanco de todo esto!Ethan abrió la boca para replicar, pero Cloe no le dio la oportunidad. Lo tomó de la mano y lo arrastró hacia la puerta.—Acompáñame.Caminaron en silencio, atravesando el bosque hasta llegar a un claro. Ethan estaba desconcertado.—¿Qué estás haciendo, Cloe?—preguntó, al fin, sin poder ocultar su preocupación.Cloe se detuvo, con los ojos llenos de lágrimas, pero su expresión reflejaba una decisión inquebrantable.—Creo que es momento de que deje de reprimir
Ethan recordó cómo, hace miles de años, la diosa luna lo había condenado, y cómo, desde entonces, había permitido que la oscuridad lo consumiera poco a poco. En aquella vida, con un corazón lleno de odio y resignación, murió luchando contra los demonios, los enemigos de su especie.Ahora, renacido como Ethan, sentía que esa misma oscuridad seguía siendo una sombra en su interior, una marca que no podía borrar. Pensar en ello le hizo sentir que su destino no había cambiado: la muerte parecía ser su única salida.«Es injusto», murmuró para sí mismo, sintiendo un dolor desgarrador. Esta vez, morir cuando había recuperado a su amada era mucho más cruel que su muerte pasada. A pesar de su miedo, sonrió y continuó acercándose a Cloe.—Mi luna, te juro que esa versión de mí jamás sería capaz de dañarte, ni por placer ni por poder. Y sigo siendo el mismo. Lastimarte sería como arrancar mi propio corazón.Cloe sonrió, sintiendo un alivio profundo. Todo comenzaba a aclararse; saber que su amad
Con Cloe a su lado, Ethan sentía que estaba explorando un rincón desconocido de sí mismo, algo que le resultaba tan emocionante como aterrador. Era una parte de sus poderes que nunca había comprendido del todo, un territorio al que apenas había permitido a su alfa supremo asomarse. Siempre había temido liberar esa parte de su ser, la parte más oscura, más primitiva, por el miedo de que pudiera terminar destruyéndolo todo, incluso a aquellos que había jurado proteger.Pero ahora, todo parecía distinto. La presencia de Cloe, ahora en su forma de diosa, lo cambiaba. Durante las pocas veces que había dejado que su bestia se apoderara de él, había sentido cómo la bondad desaparecía, como si se desvaneciera en un abismo de deseos oscuros y sádicos. Con ella, ese abismo se llenaba de luz.—Haz desaparecer de tu mente todo, excepto yo —le pidió con una voz grave, cargada de autoridad, pero también con una vulnerabilidad que apenas podía esconder. Era su lobo hablando, pero también era
Ethan frunció el ceño, cerrando los ojos como si intentara captar algo más allá de ese plano. Entonces las voces se hicieron más claras, susurrando entre la bruma.—¿Dónde está el supremo? —oyó decir a Kael.Ethan soltó un gruñido bajo.—¿Por qué me buscan ahora que estoy ocupado?—murmuró, más para sí mismo que para Cloe.—Hace un rato, sentimos una conexión extraña —dijo Noa hablando con Kael, sin imaginarse que Ethan lo podía escuchar.—Yo también la sentí, es como si el alfa supremo volviera a tener la bendición de la diosa —continuó el beta—. Pero no puedo conectarme con él mentalmente.Cloe observó cómo Ethan comenzaba a caminar en círculos, como una bestia atrapada. Ella lo detuvo tomándolo de la muñeca.—Lobo, no todo es sexo. Vamos, mis bebes esperan por mí.—Solo cuando aparezca sabremos qué ocurrió, pero ahora es necesario encontrarlo.Ethan gruñó más fuerte.—Son muy fastidiosos, de seguro me están buscando para saber qué ocurrió — gruñó con los dientes apretados. —Pero he
—¿La única sin poder aquí soy yo? Ahora me siento como un cachorro sin raza —comentó Teresa, esbozando una sonrisa que intentaba parecer divertida. Sin embargo, su pecho estaba tenso, oprimido por una preocupación que no lograba ignorar, aunque quisiera aparentar lo contrario. Pues se sentía diminuta e inútil, viendo como los demás se preparaban para enfrentar a los enemigos, mientras ella permanecía al margen, escondida.—Tere, no digas tonterías. Para mí eres una de las personas más especiales que habitan en esta manada. Y mira, mis bebés opinan lo mismo —respondió Cloe, acariciando con ternura la mejilla de su bebé mientras lo alimentaba.Aria, a su lado, asintió sonriente, al tiempo que daba ligeros golpecitos en la espalda de la otra pequeña para sacarle los gases. De pronto, cuando Cloe notó a Ethan, a Noa y a Kael caminar decididos por el vestidor. Su expresión cambió. Se puso de pie con rapidez, entregándole al bebé a Teresa.—Cuídalos. El deber de Luna me llama.—¡Pero, Clo
Mason apretó los dientes, y su máscara de calma empezaba a desmoronarse. Su mirada se desvió brevemente hacia Isabella, quien lideraba a los lobos desterrados.—Rey lobo, si quieres que esto acabe antes de empezar, entrégame tu cabeza. Así de simple ponemos fin a esto —propuso Mason, con tono gélido.—Deja de soñar, podrido —gruñó Ethan, dejando que un rugido profundo atravesara el aire. Sus ojos recorrieron a los presentes, buscando un rostro específico—. ¿Dónde está Caleb?Mason soltó una risa burlona, aunque sus ojos ardían de odio.—Ese lobo, como todo perro cobarde, huyó en cuanto vio que debía pelear. Así son ustedes, nunca enfrentan de frente, siempre atacan a traición.—Mira nada más quién lo dice, el vampiro que crea criaturas horrendas para que hagan su trabajo sucio porque no tiene valor para enfrentarse a sus enemigos.Con un simple gesto de su mano, Ethan dio la orden de atacar. Los lobos de su tropa se lanzaron al combate con una rapidez abrumadora, transformándose en
Cloe, mientras tanto, se percató de que las criaturas grotescas eran un peligro que ni siquiera los hechiceros lograban contener. Su expresión se endureció, y el aire a su alrededor comenzó a cambiar. Extendiendo los brazos hacia el cielo, absorbió poder de todos los elementos: el aire, los árboles, la tierra, el cielo, que ahora se oscurecía como presagio de una tormenta divina. Los truenos rugieron y los rayos iluminaron el campo de batalla. Su cuerpo levitó con una majestad imponente, y de sus manos brotó un poder luminoso, aterrador en su intensidad. Era un poder divino, capaz de aplastar a las criaturas abominables como si fueran simples insectos. El espectáculo dejó boquiabiertas a Morgana e Isabella, quienes, por un momento, olvidaron el fragor de la batalla.Isabella, enfrentándose a Kael, se distrajo al ver la destrucción que Cloe desataba. Kael aprovechó el momento, hundiendo sus garras en su costado. Gritando de dolor, Isabella utilizó su velocidad vampírica para huir,
Al caer la noche, todos los miembros de la manada, se encontraban reunidos, en el multiuso, que era el refugio donde, en tiempo de guerras, las mujeres y niños se resguardaban, pero ahora no estaban allí en ese plan, sino celebrando su gran victoria. El retumbar de las carcajadas se mezclaba con el sonido del brindis, y el aroma a carne asada y vino fuerte inundaba cada rincón. Cloe se encontraba allí, rodeada de aquellos que la aceptaban, por fin, no como la humana que alguna vez había sido, sino como la diosa en que se había convertido. Su corazón latía con fuerza, desbordado por la gratitud por ser parte de esta unión y, al mismo tiempo, por la sensación inexplicable de que, a pesar de la victoria, algo seguía faltando.Los niños, esos pequeños y curiosos lobos de espíritu libre, que antes la miraban con desconfianza o mantenían la distancia, ahora la veían con ojos curiosos y sonrisas tímidas. Se acercaban sin miedo, preguntándose en su inocencia si, en verdad, ella era una dio