—Samira, ¿hasta dónde piensas llegar con tu crueldad? —reprochó Cloe con incredulidad y desaprobación, mientras buscaba algún rastro de remordimiento en el rostro de Samira.Samira soltó una risa carente de gracia y abrió los labios, pero antes de que pudiera continuar, una serie de luces brillantes y mágicas comenzaron a formarse alrededor de Noa y Noel, iluminando la habitación con un resplandor etéreo.La burla de Samira se detuvo en seco, y su sarcasmo fue reemplazado por incredulidad.Las venas ennegrecidas que recorrían el cuerpo de Noa comenzaron a desvanecerse, como si fueran absorbidas por el aire mismo. Todos los presentes miraban con los ojos abiertos de par en par, apenas respirando.Finalmente, Noa tosió débilmente, abriendo los ojos con confusión.—¿Cómo llegué a la manada? —murmuró, buscando respuestas mientras intentaba recordar los últimos instantes antes de desmayarse en el bosque.Samira lo abrazó con tanta fuerza que lo hizo emitir un quejido.—Estás aquí… estás a
La paz era solo una ilusión superficial. Aunque Noa había sobrevivido, Ethan sabía que algo dentro de ella no estaba bien. Apenas había pronunciado palabra desde lo ocurrido, y eso era comprensible. Él mismo estaba consumido por temores que lo desgarraban desde dentro. Pensar que algo similar podría sucederles a sus trillizos lo llenaba de un pánico que no podía ignorar.Respiró hondo al entrar en su habitación. Había sido un día interminable, lleno de brumas que acechaban en cada rincón de su mente. Lo único que deseaba era un momento de respiro, de conexión con sus hijos, a quienes apenas había tenido tiempo de sostener en sus brazos después de traerlos al mundo con sus propias manos.Se acercó a la cama, y la visión lo dejó sin aliento. Los tres estaban allí, tan pequeños, tan perfectos. Los varones vestían con peleles improvisados del mismo color, mientras que la niña, rebelde incluso en su sueño, dormía con las piernas abiertas, envuelta en un trapo rosado.—Hola, pequeños… so
Cloe notó un nudo en el estómago, llena de nerviosismo y excitación.Sus ojos se suavizaron y, aunque su mente quería razonar, su cuerpo ya había tomado una decisión.—Ethan... —murmuró, antes de que sus labios se encontraran en un beso lento, profundo, pero dominante.Sin apartar sus labios, Ethan bajó lentamente una mano y tocó el cuerpo de su amada luna por encima de la tela del camisón que llevaba puesto. Cloe se quedó sin aliento al escuchar cómo rasgaba sus bragas.Ni siquiera se dio cuenta de cuándo Ethan bajó su pantalón; solo sintió la suavidad esponjosa de su glande alineándose en la entrada de su sexo y lo penetró sin delicadeza, fue rudo y salvaje.Ella se arqueó debajo de él, notaba cómo se abría paso en su cavidad, pero su sexo aún no se acostumbraba a tal intromisión.Ethan balanceaba sus caderas rudamente, era feroz como su lobo. No buscaba saciar su deseo, sino su oscuridad. Aquello era sexo duro. No había pasión, ni nada parecido, solo ganas. Una cosa primitiva.Aun
En el momento en que Liora vio a Ethan con su imponente presencia, acercarse a los límites del territorio de la manada, se dejó caer de rodillas, sintiendo el peso del arrepentimiento y el miedo aplastarla. Desde su posición en el suelo, con su mirada temblorosa captó los cambios en él. Percibió que Ethan ya no era el líder que había dejado atrás. Había algo oscuro, primitivo y feroz en sus ojos, un aura helada que le erizaba la piel. Un escalofrío la recorrió, y el pánico se instaló en su pecho como una niebla helada. —Eres muy valiente o muy estúpida, Liora. ¿Qué haces aquí? —. La voz de Ethan era baja, ronca, y cargada de un peligro que parecía morder. Liora apretó los puños con fuerza, tratando de calmar los retortijones en su estómago. Sintiendo que el aire helado se arremolinaba a su alrededor, intensificando el peso de su error. Aunque aún tenía su loba, la conexión con Ethan se sentía lejana, como un eco que se había desvanecido. «El vínculo mágico de súbdito y
Aprovechando que Teresa y su suegra estaban ocupadas cuidando a los bebés, Cloe decidió escabullirse hacia una de las terrazas privadas. En cuanto se aseguró de estar sola, colocó ante sí tres jugosos chuletones y comenzó a comer con un hambre voraz que no lograba desaparecer a pesar de que los bebés ya no estaban en su interior. Sentía un ligero sonrojo al imaginarse cómo podría verse devorando la carne con tanta ansia.—Qué más da, nadie me está viendo —murmuró encogiéndose de hombros.—Aquí estás— resonó una voz detrás de ella. Cloe dio un salto, con un hueso aún en la mano, y giró alarmada. Aria, con uno de los trillizos en brazos, rompió a reír.—¡Señora Aria! ¿Cómo me encontró?—preguntó, ardiendo de vergüenza.—Soy loba, querida, puedo olerte. ¿Acaso lo olvidaste? Aria le lanzó una mirada divertida, mientras Cloe se golpeaba mentalmente la frente.—No debes apenarte— continuó Aria, guiñándole un ojo—. Come todo lo que quieras, nadie aquí te juzgará. Como bien sabes, nosotros
Con una calma que apenas lograba sostener, Cloe, le había entregado el bebé que cargaba a Aria. Luego, sin dudarlo, se adelantó hasta quedar entre Ethan y Morgana, posicionándose como un escudo humano, pequeño pero decidido, que irradiaba una valentía que descolocaba a Morgana, que aun la consideraba humana, ya que Cloe seguía ocultando su poder.—Ethan no está mintiendo— afirmó. —Ese vampiro te engañó. Esta niña estaba encerrada en una especie de laboratorio que le pertenece.Con la niña temblorosa de la mano, Cloe se agachó y, con un gesto suave, pero decidido, le subió las mangas del abrigo.—Observa tú misma— continuó, dirigiendo su mirada hacia Morgana—. Mira las marcas en sus brazos. Ese maldito pálido usaba a esta niña para sus experimentos. Esas criaturas monstruosas que atacaron antes eran su obra. En ese lugar incluso intentaron dañar a mis bebés.La voz de Cloe se quebró ligeramente al final, pero no por debilidad, sino por la intensidad de su indignación. Morgana, que hab
—Confío en ti y en mi madre— respondió Ethan, con tono lleno de convicción y tristeza. —Sé que velarán por él, por todos nuestros hijos.Esas palabras fueron la gota que colmó el vaso. Ya que Cloe, impulsada por el dolor y la rabia, levantó la mano y lo abofeteó. La fuerza del golpe no lo hizo retroceder, pero sí lo dejó incrédulo.—Te quejas de que tu padre te obligó a tomar responsabilidades cuando solo eras un niño, pero ¿qué estás haciendo tú ahora?—le reclamó indignada. —¡No dejaré que mi bebé sea el blanco de todo esto!Ethan abrió la boca para replicar, pero Cloe no le dio la oportunidad. Lo tomó de la mano y lo arrastró hacia la puerta.—Acompáñame.Caminaron en silencio, atravesando el bosque hasta llegar a un claro. Ethan estaba desconcertado.—¿Qué estás haciendo, Cloe?—preguntó, al fin, sin poder ocultar su preocupación.Cloe se detuvo, con los ojos llenos de lágrimas, pero su expresión reflejaba una decisión inquebrantable.—Creo que es momento de que deje de reprimir
Ethan recordó cómo, hace miles de años, la diosa luna lo había condenado, y cómo, desde entonces, había permitido que la oscuridad lo consumiera poco a poco. En aquella vida, con un corazón lleno de odio y resignación, murió luchando contra los demonios, los enemigos de su especie.Ahora, renacido como Ethan, sentía que esa misma oscuridad seguía siendo una sombra en su interior, una marca que no podía borrar. Pensar en ello le hizo sentir que su destino no había cambiado: la muerte parecía ser su única salida.«Es injusto», murmuró para sí mismo, sintiendo un dolor desgarrador. Esta vez, morir cuando había recuperado a su amada era mucho más cruel que su muerte pasada. A pesar de su miedo, sonrió y continuó acercándose a Cloe.—Mi luna, te juro que esa versión de mí jamás sería capaz de dañarte, ni por placer ni por poder. Y sigo siendo el mismo. Lastimarte sería como arrancar mi propio corazón.Cloe sonrió, sintiendo un alivio profundo. Todo comenzaba a aclararse; saber que su amad