Cloe lo miró, avergonzada.—Creí que... Lo siento...Noa asintió con cansancio, y ambos cayeron en un silencio cargado de resignación. La esperanza parecía desvanecerse como un susurro en la oscuridad. Sin embargo, un sonido metálico los alertó. La puerta de la celda se abrió de golpe, resonando tanto que erizó la piel de los presentes. Un vampiro apareció en el umbral, empujando con brusquedad a una niña extremadamente delgada. Sus harapos colgaban de su cuerpo como trapos viejos, apenas cubriéndola, mientras su cabello enredado caía en marañas descuidadas. Sus ojos, apagados y sin brillo, parecían vacíos, como si hubieran sido despojados de toda esperanza.La pequeña, que parecía tener unos ocho años, miró a su alrededor con ojos desconfiados antes de correr hacia Cloe y Noa, dejándose caer al suelo como si estuviera acostumbrada al encierro.Sin decir palabra, el vampiro se retiró, dejando a la pequeña allí. —¿Qué haces aquí? — le preguntó Cloe, con curiosidad.La niña la miró d
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