Cloe podía ver que la mirada de Ethan era diferente. La oscuridad que una vez percibía cálida y protectora en sus ojos ahora era fría y aterradora.Paralizada por el terror, trató de tocar su mano, temiendo que ese cambio los destrozara a todos. Ya que esa misma mirada la había tenido el Ethan de sus recuerdos de su vida pasada, ese Ethan que la mató sin piedad alguna.—Mi alfa, abrázame —pidió angustiada, mientras el dolor en su vientre se intensificaba.Ethan iba a cumplir su petición, pero sus sentidos de alfa supremo y poderoso le indicaron que el tiempo era un enemigo implacable.Pues su amada yacía frente a él, con el rostro pálido y perlado de sudor. Su pecho subía y bajaba con dificultad mientras gemidos de dolor escapaban de sus labios entrecortados.—¡Te prometo que después de esto te abrazaré fuerte, pero a cambio te pido que no te duermas! —gritó Ethan, sacudiéndola suavemente.Sus manos temblaban mientras trataba de mantener la compostura. Miró su vientre, ahora tenso y
Ethan sintió cómo el aire se volvía espeso, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración a su alrededor cuando Caleb, Isabella y Mason aparecieron, acompañados por un grupo de vampiros de miradas frías y aquel científico desquiciado cuya presencia siempre parecía teñir el ambiente de locura. Su sorpresa inicial al ver a Mason allí fue rápidamente reemplazada por una comprensión oscura y amarga: Isabella era el puente entre su padre y el rey vampiro. Mientras los observaba, una sensación incómoda lo recorrió; algo que Cloe parecía sentir más claramente que él.Él adoptó una postura de ataque, sus músculos se tensaron como cuerdas al borde de romperse. Sus garras comenzaron a emerger, y sus colmillos arañaron el borde de su autocontrol. Estaba listo para saltar, para acabar con todos. Sin embargo, algo lo desconcertó. Pues todos allí buscaban con la mirada; a pesar de tenerlos de frente, sus ojos parecían pasar de largo. No lo veían.Confundido, giró hacia Cloe, busca
«¿Qué puedo hacer yo?», pensó Ethan, atormentado, repitiendo esa pregunta como un mantra inútil que solo aumentaba su impotencia.Sentía cómo la desesperación lo devoraba por dentro. Había perdido su vínculo mágico, y con él, el control sobre su beta y delta.Antes, habría usado su don de sanación sin dudar para salvar a Noa, pero ahora, en su estado actual, eso era imposible.Las miradas cargadas de expectativa y reproche de los demás en la habitación caían sobre él como un peso insoportable. Se sentía patético, reducido a nada.La rabia burbujeó en su pecho, como un fuego que necesitaba escapar. Con un rugido ahogado, estampó el puño contra la pared. El sonido seco resonó como un eco de su frustración.Sin apartar la vista de Noa y Noel, quienes yacían agonizando, murmuró con voz áspera: —Sabes que no puedo hacer nada, Kael. No puedo sanar a mi propio beta. ¡Soy un grandísimo inútil!Kael no respondió, pero el silencio era más elocuente que cualquier palabra.Mientras tanto, Samira,
—Samira, ¿hasta dónde piensas llegar con tu crueldad? —reprochó Cloe con incredulidad y desaprobación, mientras buscaba algún rastro de remordimiento en el rostro de Samira.Samira soltó una risa carente de gracia y abrió los labios, pero antes de que pudiera continuar, una serie de luces brillantes y mágicas comenzaron a formarse alrededor de Noa y Noel, iluminando la habitación con un resplandor etéreo.La burla de Samira se detuvo en seco, y su sarcasmo fue reemplazado por incredulidad.Las venas ennegrecidas que recorrían el cuerpo de Noa comenzaron a desvanecerse, como si fueran absorbidas por el aire mismo. Todos los presentes miraban con los ojos abiertos de par en par, apenas respirando.Finalmente, Noa tosió débilmente, abriendo los ojos con confusión.—¿Cómo llegué a la manada? —murmuró, buscando respuestas mientras intentaba recordar los últimos instantes antes de desmayarse en el bosque.Samira lo abrazó con tanta fuerza que lo hizo emitir un quejido.—Estás aquí… estás a
La paz era solo una ilusión superficial. Aunque Noa había sobrevivido, Ethan sabía que algo dentro de ella no estaba bien. Apenas había pronunciado palabra desde lo ocurrido, y eso era comprensible. Él mismo estaba consumido por temores que lo desgarraban desde dentro. Pensar que algo similar podría sucederles a sus trillizos lo llenaba de un pánico que no podía ignorar.Respiró hondo al entrar en su habitación. Había sido un día interminable, lleno de brumas que acechaban en cada rincón de su mente. Lo único que deseaba era un momento de respiro, de conexión con sus hijos, a quienes apenas había tenido tiempo de sostener en sus brazos después de traerlos al mundo con sus propias manos.Se acercó a la cama, y la visión lo dejó sin aliento. Los tres estaban allí, tan pequeños, tan perfectos. Los varones vestían con peleles improvisados del mismo color, mientras que la niña, rebelde incluso en su sueño, dormía con las piernas abiertas, envuelta en un trapo rosado.—Hola, pequeños… so
Cloe notó un nudo en el estómago, llena de nerviosismo y excitación.Sus ojos se suavizaron y, aunque su mente quería razonar, su cuerpo ya había tomado una decisión.—Ethan... —murmuró, antes de que sus labios se encontraran en un beso lento, profundo, pero dominante.Sin apartar sus labios, Ethan bajó lentamente una mano y tocó el cuerpo de su amada luna por encima de la tela del camisón que llevaba puesto. Cloe se quedó sin aliento al escuchar cómo rasgaba sus bragas.Ni siquiera se dio cuenta de cuándo Ethan bajó su pantalón; solo sintió la suavidad esponjosa de su glande alineándose en la entrada de su sexo y lo penetró sin delicadeza, fue rudo y salvaje.Ella se arqueó debajo de él, notaba cómo se abría paso en su cavidad, pero su sexo aún no se acostumbraba a tal intromisión.Ethan balanceaba sus caderas rudamente, era feroz como su lobo. No buscaba saciar su deseo, sino su oscuridad. Aquello era sexo duro. No había pasión, ni nada parecido, solo ganas. Una cosa primitiva.Aun
En el momento en que Liora vio a Ethan con su imponente presencia, acercarse a los límites del territorio de la manada, se dejó caer de rodillas, sintiendo el peso del arrepentimiento y el miedo aplastarla. Desde su posición en el suelo, con su mirada temblorosa captó los cambios en él. Percibió que Ethan ya no era el líder que había dejado atrás. Había algo oscuro, primitivo y feroz en sus ojos, un aura helada que le erizaba la piel. Un escalofrío la recorrió, y el pánico se instaló en su pecho como una niebla helada. —Eres muy valiente o muy estúpida, Liora. ¿Qué haces aquí? —. La voz de Ethan era baja, ronca, y cargada de un peligro que parecía morder. Liora apretó los puños con fuerza, tratando de calmar los retortijones en su estómago. Sintiendo que el aire helado se arremolinaba a su alrededor, intensificando el peso de su error. Aunque aún tenía su loba, la conexión con Ethan se sentía lejana, como un eco que se había desvanecido. «El vínculo mágico de súbdito y
Aprovechando que Teresa y su suegra estaban ocupadas cuidando a los bebés, Cloe decidió escabullirse hacia una de las terrazas privadas. En cuanto se aseguró de estar sola, colocó ante sí tres jugosos chuletones y comenzó a comer con un hambre voraz que no lograba desaparecer a pesar de que los bebés ya no estaban en su interior. Sentía un ligero sonrojo al imaginarse cómo podría verse devorando la carne con tanta ansia.—Qué más da, nadie me está viendo —murmuró encogiéndose de hombros.—Aquí estás— resonó una voz detrás de ella. Cloe dio un salto, con un hueso aún en la mano, y giró alarmada. Aria, con uno de los trillizos en brazos, rompió a reír.—¡Señora Aria! ¿Cómo me encontró?—preguntó, ardiendo de vergüenza.—Soy loba, querida, puedo olerte. ¿Acaso lo olvidaste? Aria le lanzó una mirada divertida, mientras Cloe se golpeaba mentalmente la frente.—No debes apenarte— continuó Aria, guiñándole un ojo—. Come todo lo que quieras, nadie aquí te juzgará. Como bien sabes, nosotros