En la manada, Samira había tomado una decisión de entrenar junto a los lobos guerreros durante sus tiempos libres. Aunque sabía que su sangre mestiza era vista como una debilidad, estaba decidida a demostrar su valía. Día tras día, se enfrentaba al rechazo inicial de los guerreros, quienes no ocultaban su desprecio por su condición de semiomega. Sin embargo, la perseverancia y la fuerza interior de Samira comenzaron a quebrar esa barrera. Poco a poco, ganó su respeto. Ahora, las risas resonaban en el área de entrenamiento, mezclándose con el sonido de espadas y gritos de esfuerzo.—Sangre mezclada, eres una excepción —comentó uno de los guerreros, con una media sonrisa burlona—. Nunca pensé que si un lobo desterrado se emparejaba con un humano podría salir una semiloba. Aunque no eres poderosa. La debilidad humana sigue en ti.Samira, en lugar de enojarse, soltó una carcajada vibrante, como si el comentario fuera el chiste más hilarante que había escuchado.—Ven como insignificantes
En el momento en que llegaron al tramo de carretera que Noel indicó, Ethan vio a lo lejos el auto en el que su Luna había salido de su manada. El vehículo tenía las puertas arrancadas y estaba abollado como si hubiese atravesado un campo de batalla. Ni siquiera esperó a que la camioneta en la que llegó se detuviera; se lanzó de esta en marcha, hiriéndose en el proceso. Pero el dolor no importaba, porque corrió hacia el auto con desesperación, sabiendo en el fondo que no encontraría nada. Aun así, un anhelo irracional lo empujaba: quizás su beta, sólo quizás, había logrado impedir que los enemigos raptaran a Cloe.Cuando pasó su dedo por una gota de sangre en el interior del carro, su peor temor se confirmó: era de Noa. Eso dejaba claro que desde antes de salir del auto, ya lo habían debilitado. Ethan apretó la gota entre sus dedos, y un rugido cargado de frustración y rabia se escapó de su garganta.—¡Eso significa que confié en la persona equivocada! Ese maldito de Liam nunca dej
La mirada de Cloe viajaba entre ambas mujeres, buscando alguna explicación.—Hija, ¿qué es este lugar? ¿En qué tipo de problemas turbios te has metido? Leila tenía razón cuando dijo que andabas en malos pasos —dijo su madre, con indignación.Cloe rió sin una pizca de gracia.—¿No es un poco tarde para venir a cumplir tu papel de madre preocupada? Ustedes no saben en qué lío se han metido.Tambaleante, Cloe caminó hacia Noa, quien estaba tan débil que apenas podía mantenerse en pie. Cloe lo llevó a una esquina y lo ayudó a recostarse. Aunque Noa, fiel a su naturaleza respetable, evitaba apoyarse en ella, Cloe lo obligaba a descansar la cabeza en su hombro.—¡¿En un lío?! Debes decirnos qué pasa, ¿por qué fuimos secuestradas? —exigió su madre.Cloe la ignoró, enfocándose en mantener a Noa consciente. Observó sus propias muñecas y vio los brazaletes que había rechazado aceptar antes y, por más que trataba de quitárselo, parecía que estos estaban anclados a ella como parte de su cuerpo.
Una sonrisa siniestra se dibujó en el rostro de Mason mientras se levantaba con una elegancia calculada. Se quitó su gabardina negra y la lanzó con desdén a uno de sus subordinados.Mientras ajustaba las mangas de su camisa, avanzó al centro del salón, irradiando confianza. —Vaya, ex rey de los lobos, nunca pensé que tuvieras tanto valor —se burló, haciendo un gesto con la mano para que Caleb lo atacara. Caleb fue el primero en atacar, lanzándose con un rugido bestial. Su puño impactó como un martillo en el costado de Mason, quien apenas retrocedió un paso antes de devolver el golpe con una fuerza impresionante, cuando su mano chocó contra la mandíbula de Caleb. El sonido del impacto resonó en la sala como un trueno. Caleb se tambaleó, pero rápidamente recuperó el equilibrio y giró, arrojándose de nuevo hacia Mason con la intención de derribarlo.Mason lo esperaba. Con la precisión de un cazador, esquivó el embiste de Caleb, agarrándolo por el brazo y girándolo con fuerza sobre
Cloe lo miró, avergonzada.—Creí que... Lo siento...Noa asintió con cansancio, y ambos cayeron en un silencio cargado de resignación. La esperanza parecía desvanecerse como un susurro en la oscuridad. Sin embargo, un sonido metálico los alertó. La puerta de la celda se abrió de golpe, resonando tanto que erizó la piel de los presentes. Un vampiro apareció en el umbral, empujando con brusquedad a una niña extremadamente delgada. Sus harapos colgaban de su cuerpo como trapos viejos, apenas cubriéndola, mientras su cabello enredado caía en marañas descuidadas. Sus ojos, apagados y sin brillo, parecían vacíos, como si hubieran sido despojados de toda esperanza.La pequeña, que parecía tener unos ocho años, miró a su alrededor con ojos desconfiados antes de correr hacia Cloe y Noa, dejándose caer al suelo como si estuviera acostumbrada al encierro.Sin decir palabra, el vampiro se retiró, dejando a la pequeña allí. —¿Qué haces aquí? — le preguntó Cloe, con curiosidad.La niña la miró d
A pesar de ser el alfa supremo y poseer poderes que otros lobos jamás podrían soñar, Ethan, se sentía impotente, inútil, atrapado en una maldición que lo consumía lentamente. Avanzó hacia el campamento de búsqueda y rastreo, ocultando su aura como un depredador en la penumbra. Sus pisadas eran ligeras y precisas, evitando cualquier ruido que pudiera alertar a Kael o a los demás de su presencia. Quería estar solo con su melancolía, con la rabia y el dolor insoportable de no tener a Cloe y Noa a salvo.Unos segundos antes había sentido un destello fugaz de la esencia de su amada, pero no lo suficiente como para determinar su ubicación. La frustración lo atormentaba. —Mi luna… me volveré loco si no te encuentro—. Su voz se quebró en un susurro dirigido al vacío. Cada segundo que pasaba sin una pista lo llenaba de una ira corrosiva. —Soy el alfa supremo y ni siquiera puedo encontrar a mi compañera… ¿Qué clase de líder soy?Unos murmullos le hicieron parar sus lamentaciones.—Estoy abur
Cloe podía ver que la mirada de Ethan era diferente. La oscuridad que una vez percibía cálida y protectora en sus ojos ahora era fría y aterradora.Paralizada por el terror, trató de tocar su mano, temiendo que ese cambio los destrozara a todos. Ya que esa misma mirada la había tenido el Ethan de sus recuerdos de su vida pasada, ese Ethan que la mató sin piedad alguna.—Mi alfa, abrázame —pidió angustiada, mientras el dolor en su vientre se intensificaba.Ethan iba a cumplir su petición, pero sus sentidos de alfa supremo y poderoso le indicaron que el tiempo era un enemigo implacable.Pues su amada yacía frente a él, con el rostro pálido y perlado de sudor. Su pecho subía y bajaba con dificultad mientras gemidos de dolor escapaban de sus labios entrecortados.—¡Te prometo que después de esto te abrazaré fuerte, pero a cambio te pido que no te duermas! —gritó Ethan, sacudiéndola suavemente.Sus manos temblaban mientras trataba de mantener la compostura. Miró su vientre, ahora tenso y
Ethan sintió cómo el aire se volvía espeso, como si el mundo mismo estuviera conteniendo la respiración a su alrededor cuando Caleb, Isabella y Mason aparecieron, acompañados por un grupo de vampiros de miradas frías y aquel científico desquiciado cuya presencia siempre parecía teñir el ambiente de locura. Su sorpresa inicial al ver a Mason allí fue rápidamente reemplazada por una comprensión oscura y amarga: Isabella era el puente entre su padre y el rey vampiro. Mientras los observaba, una sensación incómoda lo recorrió; algo que Cloe parecía sentir más claramente que él.Él adoptó una postura de ataque, sus músculos se tensaron como cuerdas al borde de romperse. Sus garras comenzaron a emerger, y sus colmillos arañaron el borde de su autocontrol. Estaba listo para saltar, para acabar con todos. Sin embargo, algo lo desconcertó. Pues todos allí buscaban con la mirada; a pesar de tenerlos de frente, sus ojos parecían pasar de largo. No lo veían.Confundido, giró hacia Cloe, busca