33. Sobre la ropa
Era ya muy tarde en la noche. Aisling estaba en su cama, envuelta de pies a cabeza entre las sábanas. Apenas había cenado, solo lo hizo porque Gerd insistió, pero no tenía apetito, sabiendo que todo volvía a ser lo mismo con Alaric. Nada mejoraba.Sus ojos empezaban a cerrarse cuando, de repente, los abrió de golpe al sentir una presencia en la habitación. Reconocía ese aroma y esa energía, y le molestaba que surtieran efecto en ella justo en ese momento. La oscuridad cubría todo, no podía ver nada, pero sabía que él estaba allí. Se mantuvo de espaldas.—¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó, con la voz un poco ronca por haber llorado hasta el agotamiento, no solo por Alaric, sino también por los recuerdos de su padre. En momentos así, deseaba que él estuviera vivo para consolarla.—Más bien, ¿qué haces tú despierta a esta hora, Liebling? —Aquel apodo la descolocó, erizando su piel. Siempre tenía efecto en ella, y lo último que deseaba en ese instante era escuchar ese cariñoso términ
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