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Todos los capítulos de Alaric Kaiser : Capítulo 41 - Capítulo 50
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41. Sorpresa y placer
El día pasó volando. Aisling y Alaric disfrutaron juntos en el jacuzzi, contemplando el paisaje marino mientras ella, casi a regañadientes, lo convencía de tomarse varias fotos juntos. Saborearon comidas exquisitas, y el tiempo se esfumó como si fuera un suspiro.Al caer el sol, Aisling se preparaba en la habitación que compartía con Alaric. Él le había sugerido que usara sus pijamas habituales de seda, así que eligió una corta de satén negro, con solo un par de pantis debajo. Se aplicó un poco de crema en brazos y piernas, y dejó su cabello suelto, como solía hacerlo casi siempre.Se sentó en la enorme cama king-size, esperando a Alaric, quien había desaparecido hacía un rato. ¿Qué estaba planeando? ¿No iban a tener su primera noche? Los nervios y la ansiedad comenzaron a apoderarse de ella.De repente, dos golpes suaves en la puerta la sacaron de sus pensamientos. Se levantó de un salto para abrir. No podía ser Alaric, ya que él entraría por su cuenta. Al abrir, se encontró con el m
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42. Soy tuyo
Aisling quedó tendida sobre la cama, agitada y temblorosa. El orgasmo que acababa de experimentar había sido increíble; la dureza con la que Alaric la había llevado al abismo del placer la estremecía. Sabía que dentro de él había un hombre cariñoso, pero también uno rudo y salvaje, y ella los deseaba a ambos.Se levantó lentamente, con las entrañas cálidas y la mente nublada. Alaric la había llevado al límite de la consciencia, con la negrura acechando en la periferia de su visión y la euforia recorriéndole las venas como un torrente imparable.Él permanecía de rodillas sobre la cama, observándola mientras se incorporaba. Ahora era su turno de hacerle sentir lo mismo. Quería brindarle el mismo placer que acababa de experimentar, poner en práctica lo que había aprendido y seducirlo. Le pasó la mano por la pierna, sintiendo la suavidad de la tela del pantalón bajo sus dedos. Él la observaba con las aletas de la nariz ligeramente dilatadas, siguiéndola con la mirada. Continuó el recorr
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43. Delicioso éxtasis
Sus respiraciones se mezclaban en el aire, entrelazándose con cada embestida. Cuando él se movía, sus labios rozaban los de ella en cada vaivén, mientras una punzada de dolor profundo se transformaba en una palpitación intensa, como una magulladura en lo más hondo de su ser. Aisling eligió concentrarse en la sensación de llenura, intentando ignorar la incomodidad.—¿Te gusta? —preguntó ella en un susurro.Alaric empujó con más fuerza, hundiéndose más en su interior.—Es el puto cielo —gruñó él, con la voz grave.El dolor empezó a desvanecerse, dando paso a una sensación de entumecimiento placentero, permitiendo que Aisling se enfocara en los detalles de su rostro: en los ángulos duros, en la forma en que sus ojos parecían beber de los suyos, como si ella fuera su única fuente de vida.Aunque la molestia seguía presente, un rayo de placer se desenroscaba en su interior. Sentir a Alaric dentro de ella, saber que era la única capaz de hacer que él bajara su guardia, la llenaba de un pode
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44. Dudas
Aisling no podía moverse. Sus articulaciones ardían de dolor, y su entrepierna aún más. La luz que se filtraba por el tragaluz y los ventanales le resultaba insoportable, así que se esforzó por incorporarse en la cama, aunque su cuerpo apenas le respondía.Alaric yacía a su lado, con un brazo descansando sobre su abdomen, impidiéndole salir por completo. Sabía que no podría hacerlo sola; sus piernas, adormecidas y débiles, la traicionarían al primer intento.—Alaric —le susurró, dándole un suave empujón en el hombro—. Despierta.La vergüenza la invadía. Tener que pedirle ayuda para llegar al baño después de lo que había pasado era humillante, sobre todo porque él era el culpable de su estado. Anoche apenas le dio tregua. Después de la primera vez, siguió con la segunda, luego la tercera, hasta que estuvo al borde de perder el conocimiento por la intensidad. Para ser su primera vez, había sido abrumador. Y ahora estaba pagando el precio.—Alaric, por favor —insistió, moviéndolo con más
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45. De regreso
Mientras el auto avanzaba, el corazón de Aisling latía con fuerza, agitado y temeroso. Estaba sentada sobre las piernas de Alaric, mientras Gerd conducía de regreso a Berlín tras haber sido recibidos por los hombres de Alaric en el puerto de Emden.¿Qué pasó con la promesa? Alaric le había asegurado que dejaría el asunto de "Mel" en el olvido porque confiaba en ella, pero claramente no lo hacía. En lugar de eso, envió a Gerd a investigar, y si no fuera porque él ocultó lo que descubrió... ahora ni siquiera estarían tan unidos como lo estaban.Sabía que todo era culpa suya. Fue ella quien mintió primero, quien le ocultó que seguía en contacto con Marcus y le fabricó una historia falsa. Aun así, la situación se volvía cada vez más amarga.—¿Qué tienes? —La voz grave de Alaric, susurrada en su oído, la hizo sobresaltarse—. Has estado callada desde que salimos del hotel de la isla, ¿todo bien?No, nada estaba bien. Pero no podía reclamarle, porque si lo hacía, todo saldría a la luz y tant
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46. Pesadilla
Aisling, esta vez, decidió no esperarlo. No iba a caer en la misma rutina, así que terminó de cenar y se retiró a su habitación, preparándose para descansar.Se metió en la cama y cerró los ojos, aferrándose a la vana esperanza de conciliar el sueño. Sin embargo, su mente no dejaba de preguntarse dónde estaría Alaric. Si apenas habían llegado, ¿tenía que irse tan pronto a trabajar? La noche ya había caído, y como en la isla, él no regresaba.Poco después, se quedó dormida acariciando suavemente el dije de mariposa que colgaba de su cuello. Lo que debía ser un sueño reparador se convirtió en una pesadilla: se veía a sí misma llorando con amargura, sin entender la razón, pero sintiendo un dolor profundo mezclado con odio. Esa tormenta de emociones la hizo despertar de golpe, con un jadeo, mientras el sudor perlaba su frente.Se incorporó rápidamente, respirando entrecortada. Pasó las manos por su rostro, y al intentar encender la lámpara de la mesita de noche, un grito ahogado escapó de
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47. Lo quiero para mí
Aisling cerró la puerta del auto con un golpe seco, un gesto claro para los guardaespaldas que la seguían como sombras molestas: su presencia no era bien recibida. Caminó por el sendero de piedras de mármol blanco hasta la imponente puerta principal de la mansión de su amiga. Tocó el timbre dos veces antes de que la anciana Elena, abuela de Dorothea, apareciera con una cálida sonrisa en los labios.—Bienvenida, Aisling —le dijo con afecto—. Vamos, pasa, Thea te espera en su habitación.—Gracias, señora Elena —sonrió Aisling, entrando acompañada de los dos gorilas que Alaric había asignado para vigilarla.—¿Les apetece algo de beber? Los padres de Thea no están, así que yo me encargo de atenderlos —ofreció Elena con una dulzura que casi parecía angelical.Aisling reprimió una risa, desconfiando de esa calma. Sabía que esa anciana no era lo que aparentaba. Recordaba la última vez que las llevó a una fiesta; lejos de ser una inocente abuelita, parecía una mujer hecha para el negocio suc
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48. Visita secreta
Aisling escuchó a su amiga por un buen rato mientras le contaba, entusiasmada, sobre el famoso ruso del que se había enamorado. Pero, poco a poco, algo en el comportamiento de Dorothea comenzó a cambiar. Estaba actuando de manera extraña, lanzando miradas furtivas a su teléfono y respondiendo mensajes con una sonrisa traviesa, como si supiera algo que Aisling no. Cuando Aisling intentó marcharse, su amiga la detuvo, casi suplicándole que se quedara un poco más.El desconcierto de Aisling creció hasta que un traqueteo, que venía de la ventana, la hizo ponerse alerta. Dorothea sonrió de oreja a oreja y corrió a abrirla de par en par. Antes de que Aisling pudiera preguntar qué ocurría, Marcus apareció trepando por la ventana, aterrizando torpemente en el suelo con una queja de dolor.Aisling se quedó paralizada. Sintió cómo su rostro perdía color, su garganta se cerraba, y un nudo se formaba en su estómago.«Esto es una locura... no puede ser», pensó.—¿Qué demonios está pasando aquí? —e
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49. Hueles a hombre
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, dejando el bolso sobre la cama—. Pensé que vendrías más tarde.—¿No querías que viniera? —replicó el hombre sin mirarla. —No he dicho eso.—Entonces, ¿por qué llegas hasta ahora? —Alaric se enderezó, girándose hacia ella. Sus ojos chispeaban de furia—. Te dije que quería encontrarte aquí cuando regresara.—Llegaste mucho antes de lo que dijiste, eso no es culpa mía —respondió, encogiéndose de hombros, mientras luchaba por mantener la calma a pesar del miedo que sentía al desafiarlo—. Estuve con mi amiga, el tiempo se fue volando. No puedo controlar eso.—Aisling... —Alaric se levantó lentamente de la cama, acercándose con una amenaza apenas contenida en su andar. Aisling no retrocedió, manteniéndose firme—. Te di un poco de libertad, pero bajo mis condiciones.—No he hecho nada malo. Llegar unos minutos tarde no me convierte en una pecadora, ¿o sí? ¿Qué es lo que realmente te molesta?.—Cambia ese tono cuando hables conmigo —le ordenó, agarrándola de
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50. Los invitados
La noche oscura había caído, y Aisling debía prepararse para la cena. Se había recluido en su habitación el resto del día tras el entrenamiento con Alaric. Él no volvió después de eso, y lo agradeció profundamente; no sabría cómo enfrentarlo de nuevo.Se levantó con pereza de la cama y se dirigió a la ducha, donde permaneció sumergida en las frías aguas de la tina, dejando que no solo le calaran los huesos, sino que también despejaran su mente.Tras el baño, buscó ropa en su armario. La misma rutina de siempre: algo que cubriera las marcas. Tomó algo a la ligera, se vistió, peinó su cabello, y se sentó en la cama, esperando. Al fin y al cabo, eso era lo único que una muñeca humana como ella debía hacer.Poco después, oyó dos suaves golpes en la puerta. Sabía que era Kate, porque el déspota de Alaric ni siquiera se molestaba en llamar antes de invadir su privacidad. Abrió la puerta y encontró a Kate esperándola.—Los invitados están por llegar —le dijo—. ¿Ya está lista?.—Sí —asintió,
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