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Todos los capítulos de Alaric Kaiser : Capítulo 51 - Capítulo 60
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51. Siempre seré tuyo
Su beso colmó todos sus sentidos, y ella se dejó llevar, ahogándose en su esencia, con la esperanza de que el fuego de su contacto borrara la huella del dolor y la culpa. Se le escapó un gemido y él le apretó el cuello con una mano mientras recorría su costado con la otra. El calor de su piel atravesaba la fina tela del vestido y de la ropa interior, erizándole el vello de los brazos. Le sujetó el muslo y estrujó la tela entre los dedos, al tiempo que apartaba sus labios de los de ella y descendía hacia su garganta.Ella echó la cabeza hacia atrás para darle acceso, aunque, en lo más profundo de su mente, sabía que no debería hacerlo. Sin embargo, disfrutaba del contacto de sus labios sobre su piel.—No deberíamos hacer esto aquí —murmuró ella —en el pasillo no. —Aquí y ahora —le susurró él mientras le rozaba la clavícula con los dientes y le bajaba una hombrera del vestido. La caricia le provocó un cosquilleo que la hizo arder por dentro, llenándola de una humedad intensa.—Alguien
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52. Pequeño secreto
—¿Otra… vez? —Aisling quedó atónita cuando Alaric le arrancó la ropa sin piedad, dejando su piel expuesta. Luego, con una mirada oscura, se desvistió frente a ella, sin desviar sus ojos de su cuerpo. —Uno contigo simplemente no es suficiente —la levantó sin esfuerzo y la depositó en la cama—. ¿De verdad crees que no podrás soportarlo? La última vez fueron tres; apenas estoy calentando.Aisling, aún jadeante, temblaba con el recuerdo de cómo su cuerpo había sido sometido contra la pared. No estaba segura de poder resistir una segunda vez, pero verlo ahí, con su erección dura y desafiante, la hacía desearlo aún más. Su centro latía con un hambre insaciable, pidiendo ser llenado de nuevo.—Hazlo —murmuró, con una chispa de reto en su mirada.—Date la vuelta.—¿Qué?.—Quiero verte en cuatro sobre la cama, Liebling —ordenó él, su voz ronca mientras se aferraba a la empuñadura de su longitud, aún húmeda—. Muéstrame ese tierno coño. Sé una buena niña y abre bien para mí.Aisling se mordió e
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53. Su lado oscuro
A la mañana siguiente, Alaric fue el primero en despertar. Aisling, aún acurrucada a su lado, dormía plácidamente. La contempló en silencio y, con delicadeza, deslizó su dedo índice por la suave curva de su nariz. Ella frunció el ceño sin abrir los ojos, inmersa todavía en sus sueños. Con una sonrisa ligera, Alaric se inclinó y le dejó un beso suave y tierno en los labios antes de retirarse lentamente para no despertarla.Se levantó y, sin prisa, fue al baño, llenando la tina y cubriendo el agua con una espesa capa de espuma. Luego volvió al cuarto, donde Aisling, molesta por la luz del sol que se filtraba a través de los ventanales, se giraba incómoda. Sin hacer ruido, la tomó en brazos, llevándola consigo.Aisling abrió los ojos de golpe, desorientada. Medio adormecida, se apoyó en el pecho de Alaric, tratando de ubicarse.—¿Por qué no me despertaste? —protestó, mientras él avanzaba hacia el baño— ¡Vaya susto!.—Ahora estás despierta —le respondió con una sonrisa traviesa— Te veías
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54. Nuevo juguete
La oscuridad era espesa en aquella habitación, tanto que el aire parecía haberse vuelto sólido, asfixiante. Un hedor a sangre fresca impregnaba el lugar, colándose por cada rincón como si se tratara de un eco silencioso de todo lo que había ocurrido entre esas paredes.Los gritos, desgarradores y crudos, llenaban la atmósfera como un coro de desesperación, vibrando en la penumbra. De tanto en tanto, un jadeo sofocado interrumpía el ritmo de la tortura, y luego, el silencio momentáneo sólo servía para acrecentar la angustia que se respiraba en el aire. Era como si la misma oscuridad se alimentara de aquellos sonidos, haciéndolos resonar con más fuerza.A un lado de la sala, una silueta se movía lenta, casi perezosamente, como un depredador saboreando su presa. Su sombra se proyectaba larga y retorcida contra las paredes manchadas, cada movimiento suyo calculado y frío. Sin prisa, sus manos alcanzaron una daga ensangrentada que yacía sobre una mesa de metal, el único mueble en esa cámar
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55. Insinuación
—Maldición —Alaric murmuró entre dientes, mientras su mirada se deslizaba hacia Gerd, quien aguardaba de pie frente a él—. Dame una pastilla.Gerd se dirigió al cajón de un mueble en la oficina, sacó un pequeño frasco y le entregó una pastilla. Alaric la tomó sin decir nada, recostándose en su silla, cerrando los ojos con fuerza antes de abrirlos y soltar un largo suspiro.—¿Qué piensa hacer ahora? —preguntó su asistente, visiblemente inquieto.—Déjame pensar.Cada día su estrés empeoraba, y el dolor de cabeza se volvía una constante, implacable, que ni las pastillas lograban apaciguar. Todo por la presión de esa anciana, quien parecía inmortal y, a sus ojos, insoportable.Desde su regreso de viaje, se había sumergido de lleno en sus propios negocios en Berlín. Durante el día, él mismo supervisaba las empresas, cerraba contratos, manejaba entrevistas y atendía reuniones interminables. Por las noches, Artem se hacía cargo de sus casinos y clubes. Sin embargo, el verdadero problema no e
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56. Celos y Toxicidad
La furia le ardía por dentro, como lava a punto de estallar. Caminó a zancadas por los pasillos, adelantándose antes de que Alaric pudiera alcanzarla. Ya afuera, se encerró en el auto y esperó, preguntándose si él iba a salir de una vez o si planeaba quedarse follándose a la maldita ginecóloga. Ni siquiera quería verle la cara; esta vez, su rabia estaba lista para explotar.Se cruzó de brazos, todavía esperando, hasta que unos minutos después lo vio salir de la clínica. Alaric venía con el ceño fruncido, confundido y molesto, llevando una bolsa en la mano—seguramente con las pastillas anticonceptivas que esa mujer le dio.Al abrir la puerta del auto, él la cerró de un portazo, pero Aisling ni se inmutó; la que estaba realmente furiosa era ella.—¿Qué carajos te pasa? —le reclamó él, dejando la bolsa a un lado y agarrándola de la muñeca para que lo mirara—. ¿Por qué saliste así de la sala?.—¿Te acostaste con esa tipa? —soltó sin rodeos, su voz cargada de reproche—. ¡Dime la verdad!.—
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57. Sentencia
|POV: Alaric Kaiser|Sus ojos me dicen nada y todo a la vez. El líquido tibio se acumula en su párpado inferior, amenazando con derramarse una vez más. Lágrimas solitarias escapan, deslizándose por el rabillo de sus ojos, siguiendo el contorno de su sien antes de perderse en la raíz de su cabello alborotado.Pestañea y, en un susurro trémulo, pregunta:—¿Lo dices en serio? —su voz, suave y quebrada, se mezcla con una esperanza tenue—. ¿Solo conmigo has hecho todo eso?.—Sí —respondo, acercando mis labios tanto a los suyos que siento su aliento mezclarse con el mío—. Solo contigo, Liebling.Permanece en silencio, mirándome, y eso empieza a inquietarme. De pronto, frunce el ceño y trata de empujarme lejos, pero mantengo mi peso firme sobre su cuerpo, inmovilizándola. Otra vez intenta armar una escena.—Eso no cambia nada —se seca las lágrimas con rabia—. Más de cien mujeres pasaron por tus manos, esas mismas que me tocan cada día. No puede ser lo mismo.—Maldita sea, Aisling, ¿qué más q
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58. ¿Qué soy para ti?
|POV: Aisling Renn|No ha dicho nada desde que le solté aquellas palabras. Va al volante, conduciendo de regreso a la mansión. No parece molesto, pero su silencio me resulta inquietante. En otro momento, ante mi advertencia, habría respondido de alguna forma, siempre buscando ir un paso adelante de mí.Sin embargo, esta vez no siento ninguna satisfacción. Me habría gustado que dijera algo, pero no lo hizo. Solo se acomodó la ropa y volvió a su lugar, mientras yo me quedé descolocada, con las piernas temblando, el corazón encogido y sin bragas, porque las hizo pedazos. Estoy a su lado, en silencio, sin saber qué sentir en una situación así.¿Enojo, frustración, rabia, celos o dolor? No es físico, es sentimental. Me cuesta aceptar que haya estado con tantas mujeres, y menos aún que me haya llevado frente a una de ellas. Todavía siento el coraje ardiendo en mis venas, como un veneno que me consume lentamente.Cruzo los brazos y miro hacia la ventanilla, con la sensación de que aún lo lle
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59. Invitado no deseado
Lo vi marcharse. Alaric solo se inclinó, depositó un beso en mi frente y se despidió. Subió a ese auto junto a su asistente y algunos de sus hombres, sin mirar atrás. Me quedé plantada en la puerta de la mansión con Kate a mi lado, observando cómo la nube de polvo que levantaban los neumáticos se desvanecía lentamente.Pasaron varios minutos antes de que me diera cuenta de que seguía mirando el vacío, la dirección en la que él desapareció.Ahora estoy tumbada en la cama, con lágrimas silenciosas recorriendo mi rostro. Apenas se fue y ya siento su ausencia como un vacío en el pecho. Anoche cenamos juntos, hablamos durante un rato, y luego dormimos en su habitación, abrazados, como si el tiempo se hubiera detenido por unas horas. Pero la magia se deshizo al amanecer. No pude pegar ojo, sabiendo que esta despedida era inevitable. Aunque entiendo que será solo temporal, me resulta doloroso.—Estoy sola de nuevo —murmuro al teléfono, hablando con Dorothea—. Alaric se fue de viaje.—¡Fantás
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60. Espiando
Este grandísimo hijo de su madre cree que tiene el derecho de venir a mi casa a mangonearme con mi padre. Nunca, en la vida, he pretendido ser la niña perfecta de papi y mami, y mucho menos voy a permitir que una bestia igualada y desconocida como Artem Zaitsev se meta en mi vida sin antes haberlo puesto en su lugar.Bajo las escaleras nuevamente y lo encaro de frente. —¿Decepción? —repito, burlona. Mis palabras salen envenenadas, pero mantengo la voz suave y cínica—. Mi querido Artem, no soy tu damisela en apuros ni la niñita obediente que te imaginas. Nunca fui "indulgente" ni “buena hija” según tus estúpidos estándares, y te aseguro que no pienso empezar ahora.Mis ojos se clavan en los suyos, y veo cómo su sonrisa se desvanece, solo un poco. Buen comienzo.—Mira, no sé qué rollo traes con lo que hago en mi vida privada, pero tal vez deberías ocuparte de la tuya, ¿no? Porque te aseguro que los chicos que “meto” en mi habitación se divierten mucho más que los que estarían metidos e
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