La furia le ardía por dentro, como lava a punto de estallar. Caminó a zancadas por los pasillos, adelantándose antes de que Alaric pudiera alcanzarla. Ya afuera, se encerró en el auto y esperó, preguntándose si él iba a salir de una vez o si planeaba quedarse follándose a la maldita ginecóloga. Ni siquiera quería verle la cara; esta vez, su rabia estaba lista para explotar.Se cruzó de brazos, todavía esperando, hasta que unos minutos después lo vio salir de la clínica. Alaric venía con el ceño fruncido, confundido y molesto, llevando una bolsa en la mano—seguramente con las pastillas anticonceptivas que esa mujer le dio.Al abrir la puerta del auto, él la cerró de un portazo, pero Aisling ni se inmutó; la que estaba realmente furiosa era ella.—¿Qué carajos te pasa? —le reclamó él, dejando la bolsa a un lado y agarrándola de la muñeca para que lo mirara—. ¿Por qué saliste así de la sala?.—¿Te acostaste con esa tipa? —soltó sin rodeos, su voz cargada de reproche—. ¡Dime la verdad!.—
|POV: Alaric Kaiser|Sus ojos me dicen nada y todo a la vez. El líquido tibio se acumula en su párpado inferior, amenazando con derramarse una vez más. Lágrimas solitarias escapan, deslizándose por el rabillo de sus ojos, siguiendo el contorno de su sien antes de perderse en la raíz de su cabello alborotado.Pestañea y, en un susurro trémulo, pregunta:—¿Lo dices en serio? —su voz, suave y quebrada, se mezcla con una esperanza tenue—. ¿Solo conmigo has hecho todo eso?.—Sí —respondo, acercando mis labios tanto a los suyos que siento su aliento mezclarse con el mío—. Solo contigo, Liebling.Permanece en silencio, mirándome, y eso empieza a inquietarme. De pronto, frunce el ceño y trata de empujarme lejos, pero mantengo mi peso firme sobre su cuerpo, inmovilizándola. Otra vez intenta armar una escena.—Eso no cambia nada —se seca las lágrimas con rabia—. Más de cien mujeres pasaron por tus manos, esas mismas que me tocan cada día. No puede ser lo mismo.—Maldita sea, Aisling, ¿qué más q
|POV: Aisling Renn|No ha dicho nada desde que le solté aquellas palabras. Va al volante, conduciendo de regreso a la mansión. No parece molesto, pero su silencio me resulta inquietante. En otro momento, ante mi advertencia, habría respondido de alguna forma, siempre buscando ir un paso adelante de mí.Sin embargo, esta vez no siento ninguna satisfacción. Me habría gustado que dijera algo, pero no lo hizo. Solo se acomodó la ropa y volvió a su lugar, mientras yo me quedé descolocada, con las piernas temblando, el corazón encogido y sin bragas, porque las hizo pedazos. Estoy a su lado, en silencio, sin saber qué sentir en una situación así.¿Enojo, frustración, rabia, celos o dolor? No es físico, es sentimental. Me cuesta aceptar que haya estado con tantas mujeres, y menos aún que me haya llevado frente a una de ellas. Todavía siento el coraje ardiendo en mis venas, como un veneno que me consume lentamente.Cruzo los brazos y miro hacia la ventanilla, con la sensación de que aún lo lle
Lo vi marcharse. Alaric solo se inclinó, depositó un beso en mi frente y se despidió. Subió a ese auto junto a su asistente y algunos de sus hombres, sin mirar atrás. Me quedé plantada en la puerta de la mansión con Kate a mi lado, observando cómo la nube de polvo que levantaban los neumáticos se desvanecía lentamente.Pasaron varios minutos antes de que me diera cuenta de que seguía mirando el vacío, la dirección en la que él desapareció.Ahora estoy tumbada en la cama, con lágrimas silenciosas recorriendo mi rostro. Apenas se fue y ya siento su ausencia como un vacío en el pecho. Anoche cenamos juntos, hablamos durante un rato, y luego dormimos en su habitación, abrazados, como si el tiempo se hubiera detenido por unas horas. Pero la magia se deshizo al amanecer. No pude pegar ojo, sabiendo que esta despedida era inevitable. Aunque entiendo que será solo temporal, me resulta doloroso.—Estoy sola de nuevo —murmuro al teléfono, hablando con Dorothea—. Alaric se fue de viaje.—¡Fantás
Este grandísimo hijo de su madre cree que tiene el derecho de venir a mi casa a mangonearme con mi padre. Nunca, en la vida, he pretendido ser la niña perfecta de papi y mami, y mucho menos voy a permitir que una bestia igualada y desconocida como Artem Zaitsev se meta en mi vida sin antes haberlo puesto en su lugar.Bajo las escaleras nuevamente y lo encaro de frente. —¿Decepción? —repito, burlona. Mis palabras salen envenenadas, pero mantengo la voz suave y cínica—. Mi querido Artem, no soy tu damisela en apuros ni la niñita obediente que te imaginas. Nunca fui "indulgente" ni “buena hija” según tus estúpidos estándares, y te aseguro que no pienso empezar ahora.Mis ojos se clavan en los suyos, y veo cómo su sonrisa se desvanece, solo un poco. Buen comienzo.—Mira, no sé qué rollo traes con lo que hago en mi vida privada, pero tal vez deberías ocuparte de la tuya, ¿no? Porque te aseguro que los chicos que “meto” en mi habitación se divierten mucho más que los que estarían metidos e
POV: Artem Zaitsev Desde la penumbra de la puerta, mis ojos se clavan en ella. La pequeña y atrevida, desvergonzada como ninguna, montando a ese tipo como si no le importara nada. O peor aún, como si le encantara saber que estoy aquí, mirándola. No puedo evitar sonreír, un tanto irónico. ¿Realmente pensó que podía provocarme y salir ilesa?. No debí subir aquí en primer lugar, arriesgándome a que alguien me vea, pero no pude evitarlo. «Com quien estoy a punto de follar es mi novio». Esas palabras calaron tanto en mi mente que fue imposible no tener alguna reacción negativa. ¿No era a mí a quien veía con ojos de lujuria en esa cena? La seguí para confirmarlo, y me di de cara con esta escena tan...joder, no sé cómo describir esto, solo sé que estoy enojado sin saber por qué. Apenas conocí a esta chica hace unos días y ni siquiera cruzamos palabras. La veo mirarme a través de los párpados entrecerrados, y, en vez de frenarse, aumenta el ritmo. Cada movimiento, cada gemido me hace herv
POV: Aisling Renn Tres días. Han pasado tres días desde que Alaric se fue. Durante este tiempo lo he llamado; a veces está ocupado, y en otras solo intercambiamos frases cortas sobre cómo estoy, conversaciones breves que no llenan el vacío que siento. ¿Lo peor? Siento que nos estamos distanciando, y no hablo en términos literales. Es como si solo estuviera hablando con mi tutor, alguien que se preocupa por mí, y no con el verdadero Alaric, el que me hizo sentir especial.Aún no sé cuándo volverá. No hemos hablado desde esta mañana, y ahora en la tarde pienso enfocarme en Dorothea, quien vendrá a la mansión para una pijamada. Le pedí permiso a Alaric, y claro, no se opuso porque sabe que será aquí en la mansión y no afuera. Así es él. En estos días, ni siquiera he tenido ganas de salir; he estado encerrada entre estos grandes muros, adaptándome de nuevo a la vida que solía tener, esperando por él.—¡Lin! —grita mi mejor amiga al entrar por la puerta principal con un bolso grande, que
Hoy vendrá. No dormí en toda la noche pensando en su regreso. La emoción se me notaba tanto que incluso Dorothea empezó a sospechar de mi comportamiento. Pero no me importó; estaba feliz, por fin Alaric se quedaría conmigo en Berlín, y no tendría que volver a irse.Me arreglo frente al espejo mientras Thea, despreocupada, chatea en su teléfono. Decidió quedarse a esperar a Alaric conmigo, aunque solo por aburrimiento, no porque le importe en realidad su presencia.Me preguntó por qué últimamente uso ropa tan cubierta. Le respondí con excusas: que me siento más cómoda o que tengo frío. Las marcas ya están desapareciendo, pero aún no me atrevo a usar nada revelador; ella es muy observadora y no pasaría por alto esos detalles.Termino de acomodar mi cabello y acaricio suavemente el colgante que cuelga de mi cuello. No me lo he quitado ni una sola vez desde que Alaric me lo dio. Es mi tesoro más preciado, aunque Thea diga que está pasado de moda. Ella es tan diferente a mí, más vibrante y