Todos los capítulos de La Niñera De las hijas del CEO: Arthur Zaens.: Capítulo 51 - Capítulo 60
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51. TE EXTRAÑARE.
Lía —¿Que desea señora?—inquiri bufando.—Uh, veo que tienes a mis suegros en la palma de tu mano— Insinuó con una sonrisa cargada de intención.— No es como lo insinúas, pero los he ganado, además no son tus suegros, son los míos. Ahora me puedes dejar sola, estoy muy ocupada. — Le dije en tomó firme y directo.—Deberías ser consciente de mi enfermedad y dejarme vivir mis últimos días en un ambiente tranquilo.— murmuró bajando la mirada. ¿Ahora a que viene eso?—Quédate tranquila, sin embargo no pienso alejarme de Arthur, y las niñas las quiero mucho por esa razón las seguiré visitando. —No te importa que en cualquier momentos me voy a morir.Volvió a repetir con una voz que parecía rota, pero también cargada de algo que no podía descifrar: ¿resentimiento, tristeza, o ambas?—Lo lamento.— mencioné sincera.—No sé cuánto tiempo me queda, tres, cuatro meses... tal vez menos —continuó Nadia—. Y parece que no estás consciente de eso. Mis hijas no quieren estar conmigo porque están encar
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52. SIN QUERER ALEJARME DE ELLA.
ArthurMientras me vestía para ir a dejar a la Lía, sentía un nudo en el estómago. No quería que ella se fuera, aunque sabía que no era definitivo."No será mucho tiempo", me repetía, como si esas palabras pudieran calmar el vacío que anticipaba. Sin embargo, no podía evitar pensar en mis hijas. Ellas adoraban a Lía, pero desde que se tomó la decisión de que se quedaría un tiempo con sus padres, habían cambiado. Lucrecia me dijo que las niñas lloraban en su habitación y que se negaban a acercarse a Nadia. Las comprendía, aunque no justificaba su actitud de ellas. Por otro lado yo también me sentía desmoronado, pero no era culpa de Lía; solo era una decisión complicada, ella quería darle espacio a Nadia, para que se acercara a las gemelas. Me dolía el corazón alejarme de ella por estos meses.Deje mis cavilaciones a un lado, al terminar de prepararme, fui a su habitación. Lía ya estaba lista. Nos miramos, y en ese instante se sintió como si el tiempo se detuviera. Después, ella lloró e
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53. ADVERTENCIA A LAS GEMELAS.
Nadia.No puedo con esto, me pudre. Me envenena pensar en lo que esas niñas pensaran de mí, y aún más, que Arthur no crea en mi palabra. ¿Qué clase de hombre permite que una niñera meta ideas absurdas en la cabeza de sus hijas? Aunque todo era falso, sin embargo eso no existe. Y peor aún, esa mujer... esa mosquita muerta arrogante que cree que puede pasearse por mi casa como si tuviera algún derecho. Pero le quedó claro quién manda aquí. Al menos tuvo la decencia de largarse cuando me vio, la señora de esta casa. —La señora de esta casa— Me río internamente, saboreando el poder de esas palabras. Por mucho que le duela, Lía nunca tendrá el lugar que es mío. Ni con sus sonrisas hipócritas ni con su fachada de inocencia. No sé qué me enfurece más, si su osadía o la estupidez de Arthur por no ver lo que tengo frente a los ojos. Pero eso cambiará. Haré lo que sea necesario para que Arthur regrese a mi cama, donde pertenece. Porque una vez que lo haga mío de nuevo, Lía no tendrá razones pa
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54. CASATE CONMIGO.
LíaMe miré al espejo por enésima vez, inclinando la cabeza ligeramente y sonriendo de lado. Me veía... magnífica. El vestido que Arthur me había enviado era simplemente espectacular: un diseño ajustado, con una caída que parecía hecha a la medida de mi silueta. Arthur no escatimó en detalles; además del vestido, había enviado un juego de perlas —collar, pulsera y pendientes— y una tarjeta escrita a mano con una caligrafía que reconocí al instante. La nota, breve pero llena de promesas, decía."Te espero esta noche. Nos encontraremos en el mejor restaurante cerca de la playa. Hay un lugar reservado para quedarnos. Será una noche inolvidable."Mi corazón dio un vuelco al leerla, ahora, mientras ajustaba el collar frente al espejo, sentí la misma mezcla de emoción y nerviosismo. Me apliqué un toque de rímel y un labial suave, dejé mi cabello suelto —sabía que a Arthur le encantaba así— y me calzé unos tacones que estilizan aún más mi figura. Tras darme un último vistazo, decidí que ya e
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55. ESTABA HARTO.
Arthur.Abrí los ojos lentamente, aún con el cuerpo pesado por el cansancio acumulado de los últimos días. La habitación estaba en penumbras, y lo primero que noté fue la ausencia de Lía en la cama. Me incorporé, algo inquieto, y escuché el sonido del agua corriendo en el baño. Pero junto al ruido de la regadera, distinguí algo más. Un sonido gutural, un jadeo mezclado con un leve gemido. Era como si estuviera... vomitando.Me levanté de inmediato y caminé hacia el baño. Al abrir la puerta, la vi inclinada sobre el lavabo, tosiendo y tratando de enjuagarse la boca. —Lía, ¿qué está pasando? —pregunté, mi voz cargada de preocupación. Ella se giró hacia mí, con el rostro húmedo y pálido. Intentó sonreír, pero el efecto fue aterrador en su estado.—No es nada, Arthur. Sólo me siento un poco mareada, pero ya estoy mejor. Me acerqué rápidamente y tomé su rostro entre mis manos. Fue entonces cuando lo noté. Había un rastro de sangre bajando lentamente desde una de sus fosas nasales. Mi cor
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56. INCERTIDUMBRE.
Lía.Cuando Arthur me dejó en la casa, saludé brevemente a mis padres, ellos al verme, me empezaron a hacer tantas preguntos de como pase mi velada, les conte con una sonrisa que fue muy hermoso mas sobre todo cuando Arthur me entrego el anillo.—Qué hermoso, hija ese hombre se nota lo mucho que te ama —moví la cabeza afirmandolo, Arthur me ama y yo a él.—Cariño, solo quiero lo mejor para ti —Declaró mi padre, me acerco dándole un beso en su frente para luego sentir sus brazos fuertes estrecharme.—Gracias Pa. Te amo.Mi papá acarició mi mejilla con ternura.Luego de esa pequeña conversación, me dirigí directamente a mi habitación. Cerré la puerta tras de mí y me recosté sintiendo una tormenta de emociones que me atravesaban. Sentía la cabeza a punto de estallar, como si estuviera a punto de separarse de mi cuello. Desde la madrugada, había tenido dificultades para respirar. La ansiedad me acompañaba como una sombra, y el pensamiento constante de que debía esperar la llamada del médi
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57. ARTHUR SIGUE AMANDO A NADIA.
Lía Por la noche, mientras la brisa fresca entraba por la ventana entreabierta, me tomé una tacita de café junto con un par de pequeños pays, uno de limón y otro de piña. Traté de concentrarme en mis lecturas, aunque sabía que el sueño no llegaría pronto. Había pasado todo el día dormida, como si mi cuerpo intentara escapar del peso de mis pensamientos. Al mirar mi teléfono, noté un mensaje de Arthur. Sus palabras, acompañadas de dos tiernas caritas, decían: —Te extraño, mi amor. Sonreí y respondí rápidamente: —Yo también te extraño, amor. Descansa. Buenas noches. Le recordé que tenía un día atareado al día siguiente y que, sin duda, me haría mucha falta. Solté un suspiro largo mientras le deseaba suerte con la fiesta de las niñas. Traté de convencerme de que solo iría un rato, que las palabras de Nadia, no lograría afectarme. Al finalizar el capítulo apagué mi computadora y me recosté, dejándome llevar por el cansancio que finalmente venció mi inquietud. A la mañana siguien
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58. UNA DOLOROSA TRAICIÓN.
Lía Con el alma hecha pedazos camine despacio. Me apoyé contra una pared, tratando de respirar profundamente. Mi mente se llenó de preguntas: ¿por qué Arthur haría algo así? ¿Había sido siempre una mentira? Y lo más importante, ¿qué iba a hacer ahora? Quería enfrentarlo, pero el miedo a la verdad me paralizaba. ¿Y si realmente no me amaba? ¿Y si las palabras de Leticia eran ciertas? Sentí una oleada de rabia mezclada con tristeza, pero también una chispa de determinación. Si Arthur tenía algo que ocultar, lo descubriría. Nadie, ni siquiera él, jugaría con mi corazón impunemente. Caminé hacia la parte trasera del Jardín y efectivamente estaba Nadia ahi, besándose con un hombre, apreté mi cabeza con fuerzas al sentir esa punzada de dolor, un nudo en mi gargante empezó a formarse.—Arthur, te amo, y se que tu también. —Decía Nadia soltando un gemido, Arthur asintió mientras bajaba sus besos en el cuello de ella. Nadia, alzó la mirada hacia mí y con arrogancia me sonrió. Corrí sin rum
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59. UNA DURA REALIDAD.
Lía Salí de la clínica a toda prisa, con el corazón galopando como una locomotora fuera de control. Apenas escuché al doctor gritar mi nombre intentando detenerme. No podía, no quería regresar ahí. La desesperación me quemaba por dentro mientras mis ojos buscaban un escape, algún medio para alejarme lo más rápido posible. Pero, de repente, mi visión se nubló. Una ola de vértigo me golpeó con fuerza. Me llevé las manos a la cabeza, intentando mantenerme en pie.—¡Lía! ¿Qué haces aquí? ¡Por Dios, qué tienes! —La voz me sonaba familiar, pero mi mente estaba hecha un torbellino.—Ayúdame... —balbuceé, con apenas fuerzas para formar las palabras. No podía abrir los ojos, pero sabía que alguien estaba allí. Después, todo se apagó.***Unos pitidos molestos me despertaron. Lentamente, luché por abrir los ojos; cada movimiento de mis párpados era un desafío. Lo primero que vi fue un rostro que no reconocí de inmediato.—Doctor... —susurré, confundida.—Lía, soy yo, Adriano. ¿Puedes verme? ¿M
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60. LÍA, ME HA TRAICIONADO.
Arthur.Busque a Lía con la mirada, no estaba por ningún lado, según mi madre, Lía había venido, pero no estaba aquí. Marqué una vez más su número, pero seguía sin responder. El silencio del otro lado de la línea me ponía nervioso. ¿Qué estaba pasando? Solté un bufido, intentando contener mi frustración, y me acerqué a mis padres, que estaban disfrutando de la fiesta con las niñas.—Madre, ¿has visto a Lía? Dijiste habia venido, pero no sé qué pasó.—Sí, vino. Nos entregó los regalos y dijo que entraría después —respondió, despreocupada.Me tensé de inmediato. Algo no estaba bien.—Voy a buscarla. Quizás se quedó en el jardín. Disfruten, que las niñas no se distraigan.Salí, tratando de mantener la calma, y recorrí el jardín. La busqué por todos lados, pero no había rastro de ella. De repente, me detuve, sintiendo una oleada de náuseas. ¿Qué demonios me estaba pasando? Caminé rápidamente hacia la cocina trasera, y antes de poder contenerme, vomité. Era un malestar físico, pero también
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