Raúl se quedó completamente paralizado frente a la camilla. La mujer que estaba ahí acostada, pálida, ojerosa, lo miró con los ojos abiertos, con una extraña mezcla de emociones.Aquel rostro demacrado lo hizo detenerse, aludiendo recuerdos a su cabeza; la mayoría no eran buenos recuerdos.Trató de dar un paso atrás, pero se sentía tan paralizado, tan estático en el lugar, que no pudo hacer más que abrir la boca y tratar de pronunciar una palabra. — Mamá — dijo nuevamente. La mujer se irguió en la cama. — Raúl, ¿qué es lo que haces aquí? — , preguntó la mujer. Raúl se preguntó como lo reconoció, Pero no importaba; era la única mujer que siempre había sabido reconocerlos a simple vista, por algo era su madre, pero estaba tan confundido que no logró entender lo que estaba sucediendo. — ¿Qué pasa? — dijo con la voz entrecortada. — ¿Yeison es tu hijo? — , preguntó. La mujer le apartó la mirada. ¿Hacía cuánto tiempo no la veía? Años, veinte, probablemente.Era escalofriantemente igual,
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