Recostada en la calle, sin importarme la ubicación de mi enemiga y con el cuerpo desmayado y ensangrentado de mi chico en brazos, solo podía gritar desesperada, implorando auxilio. Los guardaespaldas se movían a mi alrededor, tensos, impotentes como guardianes, protegiéndonos y esperando la ambulancia y yo, solo podía pensar con horror, en el ataque y en la protección que mi rubio me había brindado, arriesgando su propia vida, ya estaba cansada del peligro acechante de cada día y de las consecuencias del odio de Isabel hacia mí. Apenas podía pensar con la mente clara en lo que acababa de suceder, mi cerebro solo acompañaba a mi ángel que, sin pensarlo, se había arriesgado por mí. El trayecto hacia el hospital fue difícil y doloroso, cargado de súplicas y recuerdos tristes, no podía perderlo, él era mi vida, el soplo de aire fresco en medio de mis tormentos. Llamé a James, explicándole la situación e implorándole que le dijera a Amara el estado delicado de Jerry. Me partía el cor
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