Después del desagradable incidente y, con los nervios a flor de piel, no estaba preparada para volver a mi casa, por lo que, busqué el apoyo incondicional, que tanto necesitaba, en la mansión de mis padres. A pesar de la negativa del rubio, le brindé una merecida noche de descanso junto a los suyos. Quería alejarme un poco de las caricias que me desconcertaban y pensar, con la mente despejada, en los recientes acontecimientos. Continuaba negándome a la posibilidad de cambiar mi vida, por el miedo al fracaso. Cuando mi progenitora me vio atravesar el umbral de su casa, sonrió ampliamente pero, al contemplar mi rostro rojo y los hinchados labios, sustituyó la alegría por una expresión de confusión, temor y tristeza. - ¡Oh! Querida - dijo abrazándome - ¿Qué pasó? - Vi a Ransés en el evento - dije sin separarme de su cuerpo - me amenazó mamá y, de no ser por Jerry yo… No logré terminar la frase. Rompí a llorar sin consuelo. Tanto tiempo en terapia y, ante su presencia, reaccionaba
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