Todo su alrededor empieza a desvanecerse y se torna irreal, como si fuera una imagen borrosa, un fondo difuminado que resalta un único elemento: Bratt.Los nervios, cuan viles enemigos, dejan en evidencia lo mucho que su encuentro la afecta, al no ser capaz de controlar los temblores de su cuerpo, la manera violenta en que su pecho sube y baja ni la sofocación en su forma de respirar. Es como si, de imprevisto, en su interior se desatara un huracán de emociones que empieza a arrasar con toda la compostura que desea mantener. Su corazón, cuyos latidos aumentan con una intensidad tormentosa, reconoce a ese hombre que siempre ha sido su dueño.Lilia, aunque lucha contra sus emociones, no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas. Por lo menos, ha logrado contenerlas allí.«Es él...», piensa, aterrada.Los músculos se le tensan, por lo que sus extremidades no reaccionan, y la mente se le ha quedado en blanco. ¿Qué debe hacer? La última vez que lo vio, Bratt estaba muy enojado y dece
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