Todos los capítulos de Venganza de la Luna médica milagrosa: Capítulo 61 - Capítulo 70
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61
Alaia sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor mientras observaba a Nolan en ese estado, desplomado en el suelo del apartamento, su piel estaba pálida y el color en sus labios era apenas perceptible bajo una fina capa de sudor. La angustia la invadía, con una sensación abrumadora como si una mano fría le apretara el corazón, y su mente no podía dejar de preguntarse: ¿Será que ya está cansado de todo? ¿De la enfermedad, del dolor?La idea de que Nolan hubiera querido suicidarse le erizó la piel, y sintió que las lágrimas comenzaban a arderle en los ojos, mientras un nudo se formaba en su garganta, casi impidiéndole respirar.Sin perder tiempo, tomó su teléfono con manos temblorosas y marcó a emergencias, su voz era apenas un susurro desesperado mientras daba la dirección. Se arrodilló junto a él, colocó sus manos sobre el pecho de Nolan y comenzó a presionar, contando en voz alta mientras luchaba contra el pánico que amenazaba con desbordarla.—Vamos, Nolan, por favor… —murmu
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El hospital olía a antiséptico y miedo. Alaia caminaba por el pasillo con pasos vacilantes, con sus ojos enrojecidos y la mente hecha un torbellino de pensamientos oscuros.Apenas unos minutos antes, el doctor Melrose había hablado con ella en la sala de espera, su expresión era grave al soltar las palabras que ahora se repetían en su cabeza como un eco sombrío.—Nolan está muy débil —había dicho algo menos formal—. Necesita cuidados constantes. Sería prudente considerar contratar una enfermera para que lo asista en estos... en estos últimos días.Las palabras "últimos días" la golpearon como un puño cerrado en el estómago, dejándola sin aliento. Sus ojos se llenaron de lágrimas antes de que pudiera detenerlas, y cuando el doctor hizo una pausa, Alaia no pudo contener el sollozo que brotó de su pecho, un sonido ahogado y desesperado.—No… no puede ser —susurró, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a correr por sus mejillas, sin control—. No puedo… no puedo permitir que Nolan termin
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Alaia miró a Nolan, buscando alguna señal, algo que le confirmara que todo era un error, pero lo único que encontró fue la mirada extenuada de alguien que estaba al límite, pero no por voluntad propia.Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, esta vez por la confusión y la culpa que comenzaban a invadirla. ¿No había intentado suicidarse? ¿Entonces qué había pasado? —Nolan —dijo con voz suave, pero decidida—. ¿Qué era ese bote vacío que vi cuando te encontré?Nolan cerró los ojos un segundo antes de responder. Su rostro mostraba agotamiento, no solo físico, sino algo más profundo, como si estuviera cansado de una batalla que llevaba peleando demasiado tiempo.—Se me acabó el medicamento —explicó, sin rodeos—. Me sentía mal y... intenté levantarme para ir al botiquín. Pero las piernas no me respondieron, y caí.Alaia sintió un alivio inmediato al escucharlo, como si una pesada nube que cubría su pecho comenzara a disiparse. Al mismo tiempo, una sensación de vergüenza la invadió. ¿Cóm
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El salón de reuniones del consejo de ancianos de la manada Silver Moon estaba impregnado de una tensión palpable. Las luces de la lámpara en las paredes arrojaban sombras vacilantes sobre los rostros de los presentes, creando un ambiente que parecía agobiar a todos menos a uno: Liam, quien se mantenía firme en el centro de la sala, con los hombros rectos y el rostro decidido. Frente a él, los miembros del consejo lo miraban con severidad, sus ojos estaban cargados de expectativas y desconfianza. Roldán, el lobo más antiguo y líder del consejo, fue el primero en romper el silencio, su voz grave resonó en la cámara como un trueno distante.—Liam, hijo de Silver Moon —comenzó, con su tono formal y frío—, este consejo te ha llamado a cuentas para que restablezcas el orden en la manada y recuperes a tu Luna. Agnes es nuestra Luna y, como alfa, es tu deber mantener la estabilidad.Liam alzó la vista, encontrándose con los ojos agudos de Roldán. La presión era casi tangible, pero su coraz
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—No, no andamos juntos —replicó Nolan con frialdad—. Y te agradecería que te metieras en tus propios asuntos, Rebeca.La asistente parpadeó, sorprendida por la dureza de su respuesta, y retrocedió un paso, sintiendo el aire entre ellos volverse más denso.—Disculpe, doctor Nolan —musitó la asistente, azorada—. A veces soy muy imprudente.Alaia se disculpó en voz baja, ignorando la punzada en su pecho. Se despidió de la titubeante chica, tratando de alcanzar a Nolan.Cuando finalmente llegaron a la casa, el ambiente entre ellos era tenso, pero una vez dentro, Alaia comenzó a recorrer el lugar como si estuviera en su casa.—¿Qué crees que haces? —Nolan levantó una ceja al verla dirigirse a la cocina, con una desconfianza natural asomando en sus ojos.—Me encargaré de la cena —respondió ella, encogiéndose de hombros.Nolan se frotó la sien, sintiendo el martilleo de un dolor de cabeza que había estado ignorando durante horas. El cansancio era evidente en cada línea de su rostro.—Eres un
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—No voy a dejarte, Nolan —dijo ella, con su voz quebrada por la emoción contenida—. No importa lo que pase, estaré contigo.La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz pálida que se filtraba por las cortinas mal cerradas. El silencio era casi absoluto, roto solo por el sonido irregular de la respiración de Nolan, que parecía luchar con cada inhalación. Alaia lo miraba, la preocupación dibujada en cada línea de su rostro. Su piel estaba empapada en sudor, el calor de la fiebre hacía que las sábanas se pegaran a su cuerpo, pero a pesar de la alta temperatura, temblaba incontrolablemente.—A…Ala…ia… —hablaba Nolan, mientras sus dientes castañeaban.—¿Quieres que te ayude a caminar? —susurró ella, con su rostro surcado de preocupación.Sin esperar respuesta, Alaia lo ayudó a ponerse de pie, soportando gran parte de su peso. Cada paso que daban hacia el baño parecía una eternidad. Abrió la llave de la ducha y el agua fría comenzó a correr, llenando el pequeño espacio co
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La habitación estaba envuelta en una penumbra suave, solo interrumpida por la luz tenue de la luna que se colaba por las rendijas de las cortinas. El ambiente era denso, cargado de una electricidad silenciosa que hacía que cada respiración resonara en la fría noche. Alaia sentía que cada paso que daba hacia Nolan la acercaba más a un abismo del que quizás no podría escapar. El deseo y la preocupación se entrelazaban en su pecho, y aunque sabía que las circunstancias habían cambiado, no podía detenerse. No quería.Alaia se inclinó hacia Nolan, sus labios rozaron los de él en un beso suave, casi tímido, como si temiera romper algo frágil entre ellos. Nolan cerró los ojos, dejándose llevar por la calidez de su boca, sintiendo la presión suave contra sus labios pálidos. Era un alivio en medio del tormento, un refugio en el caos. Pero esa dulzura también traía consigo un recordatorio doloroso: las cosas no eran como antes.La tensión entre ellos era palpable, cada pequeño gesto se cargab
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Al día siguiente, la luz del amanecer se filtró perezosamente a través de las ventanas, iluminando la cocina con un resplandor suave. Alaia y Nolan desayunaban en un silencio casi reverente, roto solo por el ocasional sonido de cubiertos contra los platos. La tensión de la noche anterior seguía presente, flotando en el aire entre ellos como una nube oscura que ninguno sabía cómo disipar. Nolan miraba su comida sin realmente verla, mientras Alaia, con ojeras marcadas bajo sus ojos, intentaba ocultar su cansancio.—Dormí toda la noche —comentó Nolan finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era neutra, pero había una frialdad subyacente.—Me alegra —respondió Alaia, con un tono que intentaba ser ligero, pero que apenas lograba disimular su agotamiento—. Yo estuve despierta la mayor parte del tiempo, por si acaso se presentaba una emergencia o algo…Nolan la miró fijamente, sus ojos azules se estrecharon con desaprobación.—Eso es precisamente lo que no me gusta —dijo con un tono ligera
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El aire del consultorio estaba cargado, casi sofocante, cuando Alaia finalmente rompió el silencio. —No me gusta que invadas mi espacio de esta manera, Liam —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho, como si eso pudiera protegerla del embate de emociones que sabía que se avecinaba—. Ya te he dejado claro que no estoy interesada en ti, y ahora, por tu culpa, Nolan piensa que tenemos algo. Eso no es verdad, ni nunca lo será.Liam la miraba con una expresión que Alaia reconocía bien: era esa mezcla de terquedad y desesperación, esa que no admitía rendición.—¿Por qué te importa tanto lo que piense Nolan? —respondió él, sin poder contenerse—. ¿Es que lo quieres?La pregunta la descolocó, haciéndola vacilar por un momento. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió. ¿Qué derecho tenía él a cuestionarla de esa manera? La furia se encendió en su pecho como una llama ardiente.—Eso no es asunto tuyo —replicó Alaia, recuperando su compostura. Sus ojos se estrecharon, lanzándole
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70
El día era gris y el sonido de la lluvia golpeando las ventanas del pequeño departamento de Alaia solo acentuaba la sensación de vacío que la envolvía. El silencio era pesado, roto solo por el ocasional zumbido del viento que se colaba entre las rendijas de las ventanas. Estaba sola, completamente sola, y el peso de sus decisiones comenzaba a caer sobre ella como una loza imposible de levantar. Se había repetido innumerables veces que lo que había hecho era por el bien de Nolan. ¿No era lógico ayudar a alguien que se negaba a recibir ayuda? Pero ahora, después de la confrontación, la realidad se mostraba ante ella con una dureza incuestionable. Nolan no la veía como una salvadora; la veía como una traidora. Sentada en el borde de su cama, Alaia sostenía entre sus manos la taza de té, fría e intacta. Los pensamientos en su mente eran incesantes, girando en un ciclo que no tenía fin. “¿Hice lo correcto?,” se preguntaba una y otra vez, pero la respuesta no llegaba. La culpa se co
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