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Alaia sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor mientras observaba a Nolan en ese estado, desplomado en el suelo del apartamento, su piel estaba pálida y el color en sus labios era apenas perceptible bajo una fina capa de sudor.

La angustia la invadía, con una sensación abrumadora como si una mano fría le apretara el corazón, y su mente no podía dejar de preguntarse: ¿Será que ya está cansado de todo? ¿De la enfermedad, del dolor?

La idea de que Nolan hubiera querido suicidarse le erizó la piel, y sintió que las lágrimas comenzaban a arderle en los ojos, mientras un nudo se formaba en su garganta, casi impidiéndole respirar.

Sin perder tiempo, tomó su teléfono con manos temblorosas y marcó a emergencias, su voz era apenas un susurro desesperado mientras daba la dirección. Se arrodilló junto a él, colocó sus manos sobre el pecho de Nolan y comenzó a presionar, contando en voz alta mientras luchaba contra el pánico que amenazaba con desbordarla.

—Vamos, Nolan, por favor… —murmu
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