El salón de reuniones del consejo de ancianos de la manada Silver Moon estaba impregnado de una tensión palpable. Las luces de la lámpara en las paredes arrojaban sombras vacilantes sobre los rostros de los presentes, creando un ambiente que parecía agobiar a todos menos a uno: Liam, quien se mantenía firme en el centro de la sala, con los hombros rectos y el rostro decidido. Frente a él, los miembros del consejo lo miraban con severidad, sus ojos estaban cargados de expectativas y desconfianza. Roldán, el lobo más antiguo y líder del consejo, fue el primero en romper el silencio, su voz grave resonó en la cámara como un trueno distante.—Liam, hijo de Silver Moon —comenzó, con su tono formal y frío—, este consejo te ha llamado a cuentas para que restablezcas el orden en la manada y recuperes a tu Luna. Agnes es nuestra Luna y, como alfa, es tu deber mantener la estabilidad.Liam alzó la vista, encontrándose con los ojos agudos de Roldán. La presión era casi tangible, pero su coraz
—No, no andamos juntos —replicó Nolan con frialdad—. Y te agradecería que te metieras en tus propios asuntos, Rebeca.La asistente parpadeó, sorprendida por la dureza de su respuesta, y retrocedió un paso, sintiendo el aire entre ellos volverse más denso.—Disculpe, doctor Nolan —musitó la asistente, azorada—. A veces soy muy imprudente.Alaia se disculpó en voz baja, ignorando la punzada en su pecho. Se despidió de la titubeante chica, tratando de alcanzar a Nolan.Cuando finalmente llegaron a la casa, el ambiente entre ellos era tenso, pero una vez dentro, Alaia comenzó a recorrer el lugar como si estuviera en su casa.—¿Qué crees que haces? —Nolan levantó una ceja al verla dirigirse a la cocina, con una desconfianza natural asomando en sus ojos.—Me encargaré de la cena —respondió ella, encogiéndose de hombros.Nolan se frotó la sien, sintiendo el martilleo de un dolor de cabeza que había estado ignorando durante horas. El cansancio era evidente en cada línea de su rostro.—Eres un
—No voy a dejarte, Nolan —dijo ella, con su voz quebrada por la emoción contenida—. No importa lo que pase, estaré contigo.La habitación estaba en penumbra, iluminada apenas por la luz pálida que se filtraba por las cortinas mal cerradas. El silencio era casi absoluto, roto solo por el sonido irregular de la respiración de Nolan, que parecía luchar con cada inhalación. Alaia lo miraba, la preocupación dibujada en cada línea de su rostro. Su piel estaba empapada en sudor, el calor de la fiebre hacía que las sábanas se pegaran a su cuerpo, pero a pesar de la alta temperatura, temblaba incontrolablemente.—A…Ala…ia… —hablaba Nolan, mientras sus dientes castañeaban.—¿Quieres que te ayude a caminar? —susurró ella, con su rostro surcado de preocupación.Sin esperar respuesta, Alaia lo ayudó a ponerse de pie, soportando gran parte de su peso. Cada paso que daban hacia el baño parecía una eternidad. Abrió la llave de la ducha y el agua fría comenzó a correr, llenando el pequeño espacio co
La habitación estaba envuelta en una penumbra suave, solo interrumpida por la luz tenue de la luna que se colaba por las rendijas de las cortinas. El ambiente era denso, cargado de una electricidad silenciosa que hacía que cada respiración resonara en la fría noche. Alaia sentía que cada paso que daba hacia Nolan la acercaba más a un abismo del que quizás no podría escapar. El deseo y la preocupación se entrelazaban en su pecho, y aunque sabía que las circunstancias habían cambiado, no podía detenerse. No quería.Alaia se inclinó hacia Nolan, sus labios rozaron los de él en un beso suave, casi tímido, como si temiera romper algo frágil entre ellos. Nolan cerró los ojos, dejándose llevar por la calidez de su boca, sintiendo la presión suave contra sus labios pálidos. Era un alivio en medio del tormento, un refugio en el caos. Pero esa dulzura también traía consigo un recordatorio doloroso: las cosas no eran como antes.La tensión entre ellos era palpable, cada pequeño gesto se cargab
Al día siguiente, la luz del amanecer se filtró perezosamente a través de las ventanas, iluminando la cocina con un resplandor suave. Alaia y Nolan desayunaban en un silencio casi reverente, roto solo por el ocasional sonido de cubiertos contra los platos. La tensión de la noche anterior seguía presente, flotando en el aire entre ellos como una nube oscura que ninguno sabía cómo disipar. Nolan miraba su comida sin realmente verla, mientras Alaia, con ojeras marcadas bajo sus ojos, intentaba ocultar su cansancio.—Dormí toda la noche —comentó Nolan finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era neutra, pero había una frialdad subyacente.—Me alegra —respondió Alaia, con un tono que intentaba ser ligero, pero que apenas lograba disimular su agotamiento—. Yo estuve despierta la mayor parte del tiempo, por si acaso se presentaba una emergencia o algo…Nolan la miró fijamente, sus ojos azules se estrecharon con desaprobación.—Eso es precisamente lo que no me gusta —dijo con un tono ligera
El aire del consultorio estaba cargado, casi sofocante, cuando Alaia finalmente rompió el silencio. —No me gusta que invadas mi espacio de esta manera, Liam —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho, como si eso pudiera protegerla del embate de emociones que sabía que se avecinaba—. Ya te he dejado claro que no estoy interesada en ti, y ahora, por tu culpa, Nolan piensa que tenemos algo. Eso no es verdad, ni nunca lo será.Liam la miraba con una expresión que Alaia reconocía bien: era esa mezcla de terquedad y desesperación, esa que no admitía rendición.—¿Por qué te importa tanto lo que piense Nolan? —respondió él, sin poder contenerse—. ¿Es que lo quieres?La pregunta la descolocó, haciéndola vacilar por un momento. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió. ¿Qué derecho tenía él a cuestionarla de esa manera? La furia se encendió en su pecho como una llama ardiente.—Eso no es asunto tuyo —replicó Alaia, recuperando su compostura. Sus ojos se estrecharon, lanzándole
El día era gris y el sonido de la lluvia golpeando las ventanas del pequeño departamento de Alaia solo acentuaba la sensación de vacío que la envolvía. El silencio era pesado, roto solo por el ocasional zumbido del viento que se colaba entre las rendijas de las ventanas. Estaba sola, completamente sola, y el peso de sus decisiones comenzaba a caer sobre ella como una loza imposible de levantar. Se había repetido innumerables veces que lo que había hecho era por el bien de Nolan. ¿No era lógico ayudar a alguien que se negaba a recibir ayuda? Pero ahora, después de la confrontación, la realidad se mostraba ante ella con una dureza incuestionable. Nolan no la veía como una salvadora; la veía como una traidora. Sentada en el borde de su cama, Alaia sostenía entre sus manos la taza de té, fría e intacta. Los pensamientos en su mente eran incesantes, girando en un ciclo que no tenía fin. “¿Hice lo correcto?,” se preguntaba una y otra vez, pero la respuesta no llegaba. La culpa se co
La luna brillaba alta en el cielo, su luz fría y plateada colándose a través de las ventanas de la casa, envolviendo a Alaia en un halo de soledad. Estaba sentada en el borde de la cama, con su mirada perdida en las sombras danzantes del cuarto. Desde que Nolan había comenzado a distanciarse de ella, un vacío cada vez más grande se apoderaba de su corazón. Y lo que antes parecía un refugio, ahora era solo una prisión donde los recuerdos del pasado la atormentaban.Había sido su decisión tratar a Nolan en secreto. Sabía que, si él descubría la verdad, su relación podría colapsar, pero nunca pensó que el daño sería tan devastador. Ahora, él la miraba como si fuera una extraña, alguien que lo había traicionado en lo más profundo. A pesar de todo, seguía preguntándose si había hecho lo correcto.De repente, una ligera presencia en la puerta la hizo girarse. Era Liam, con su figura alta y sombría recortada contra la penumbra del pasillo. Había algo en su expresión, algo diferente. Ya no