Alaia se quedó mirando a Liam, pero sus palabras parecían haber perdido todo peso. Su mente, como un eco lejano, solo repetía un nombre: Nolan. La culpa y la desesperación que veía en los ojos de Liam no la afectaban. Sentía el vacío entre ellos, un abismo que nunca podría cruzar, sin importar cuánto él lo deseara. Sus pensamientos volvían una y otra vez a Nolan, a ese hombre que había sido todo lo contrario a Liam. Honesto, valiente… confiable.Liam dio un paso hacia ella con sus ojos suplicantes, como si con su proximidad pudiera borrar los daños.—Alaia, sé que hice las cosas mal… —murmuró, con una voz que apenas era un susurro—. No fui capaz de protegerte, de cuidar lo que teníamos. Pero, por favor… déjame demostrar que puedo ser mejor.Años atrás, esas mismas palabras habrían removido cada fibra de su ser, habrían encendido la esperanza de una vida juntos, de un futuro en el que todo lo que había sufrido valiera la pena. Pero ahora, lo único que sentía era una creciente frialda
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