Alaia sentía el frío suelo bajo su cuerpo, el eco de su caída resonaba por el vacío pasillo de piedra. Apenas podía moverse, su brazo derecho y pie izquierdo pulsaban de dolor, y un zumbido molesto retumbaba en su cabeza. El presente y el pasado se entrelazaban, confundiéndola. En su mente, un recuerdo se abría paso, desgarrador y claro como si hubiese ocurrido el día anterior. —Yo soy tu amiga, Mandy, confía en mí —dijo Agnes, con esa sonrisa que solía tranquilizarla—. Estoy segura de que Liam no anda extraño. Recuerda que pronto tendrá el título de Alfa sobre sus hombros; debe ser estrés. Mandy, como la conocían entonces, miró a su amiga y sonrió de vuelta, confiando en sus palabras. Tenía días notando a Liam distante, frío, pero Agnes siempre encontraba una razón lógica, una excusa que hacía que no se preocupara. Claro, el estrés del futuro Alfa, las responsabilidades, el peso de la manada sobre sus hombros... Mandy, ingenua, había aceptado esa explicación, aferrándose a la ide
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