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Durante una visita, Agnes, con su implacable calma, notó algo diferente en Lucía.

Cuando ella intentó hablar sobre sus miedos a las consecuencias legales, Agnes no le prestó atención. En cambio, la miró con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Espero que no estés pensando en hacer algo estúpido, Lucía —dijo suavemente, pero con un tono amenazante.

Lucía sintió un escalofrío, pero intentó mantener la calma.

—No, solo estoy preocupada…

Agnes no respondió, pero ya había trazado un plan. Sabía que Lucía era un riesgo. Rosa, una prisionera de aspecto fiero, se convirtió en su instrumento y empezó a intimidar a Lucía cada vez que podía.

Un día Rosa la golpeó sin previo aviso, dejándola sangrando. Cuando Lucía intentó reclamar a los guardias, estos la ignoraron.

Luego la emboscó en la ducha y la amenazó con un cuchillo. Lucía intentó defenderse, pero Rosa era más fuerte.

—Agnes te manda saludos —dijo, antes de darle el golpe final.

El cuerpo de Lucía fue encontrado horas después y los g
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