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Alaia se apresuró a rectificar, con voz temblorosa.

—Me confundí… Quise decir que nunca vi un árbol de secoya antes —intentó arreglarlo, pero sabía que ya era demasiado tarde.

Nolan la miró fijamente, con ojos llenos de sospecha.

—Las mentiras tienen las patas cortas, Alaia. Y tú hace rato que no sabes mentir —dijo con frialdad.

La tensión entre ellos alcanzó un punto álgido. De repente Nolan se levantó del banco y llamó a su sobrino.

—Nos vamos, Logan. Despídete —ordenó, ignorando las protestas del niño y de Sally, quienes seguían jugando sin prestar atención al conflicto de los adultos.

—Espera, Nolan —rogó Alaia, poniéndose de pie rápidamente y hablando en voz baja—. Logan… no he compartido mucho con él últimamente. Deberíamos quedarnos un poco más, por favor.

Nolan se quedó inmóvil por un momento, mirando a un punto lejano en el parque, sin responder de inmediato. Alaia lo miraba con ansiedad creciente, temiendo lo que iba a decir.

Finalmente habló, su voz estaba cargada de resent
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