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Liam entró al hospital con el corazón acelerado. Las paredes blancas y el olor a desinfectante parecían empeorar el nudo en su estómago.

Mientras caminaba por el pasillo hacia la habitación de Nolan, no podía dejar de pensar en Alaia y en cómo todo se estaba desmoronando. Había venido a decirle a Nolan lo que iba a hacer, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría él.

Cuando llegó a la puerta de la habitación de Nolan, respiró profundamente antes de golpear suavemente. La puerta estaba entreabierta, y desde el umbral pudo ver a Nolan en la cama, su piel estaba pálida bajo las luces fluorescentes.

Su hermano gemelo ahora estaba reducido a una sombra de lo que había sido, se veía frágil, pero aún así mantenía una expresión firme y decidida. Sus ojos, hundidos por la enfermedad, se entrecerraron al notar la presencia de Liam.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Nolan, con tono brusco y tenso.

Liam se acercó y se sentó en la silla junto a la cama, sin desviar la mirada de su rostro dem
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