Owen la esperó todas las noches, sin decir nada. Se quedaba en su oficina, esperando en silencio. Los días pasaban sin respuesta. ¿Qué tanto necesitaba pensarlo? Comenzaba a fastidiarse un poco; sin embargo, mantenía el saludo cordial y la voz calmada.Anna le había asegurado a su amiga que aceptaría, pero solo verlo la acobardaba. Quería cumplir su palabra y ayudarlo, pero cada vez que sentía la mirada de Owen sobre ella, su determinación se tambaleaba. Ni ella misma entendía por qué demoraba en darle una respuesta. Tal vez, solo esperaba volver a oír su voz cálida y compasiva.Finalmente, esa noche, reunió todo su coraje. Solo faltaban dos días para la fiesta. Se detuvo frente a la puerta, respirando hondo, levantó la mano y golpeó.—Pasa —le dijo Owen.—Gracias.Anna se sentó sin invitación esta vez.—¿Y bien? —le preguntó él, ansioso, con expectación en la voz.—Aceptaré acompañarte a la fiesta —dijo, manteniendo la calma.—Bien, bien.Satisfecho, así se sintió. Estaba convencido
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