Elena despertó al amanecer, cuando los primeros rayos de sol penetraban por las cortinas de su modesta habitación. Había pasado la noche en vela, como tantas otras veces, sumida en sus pensamientos, repasando los recuerdos de un pasado que no lograba dejar atrás. Sus padres, su esposo, todo lo que había perdido se repetía una y otra vez en su mente, como una vieja película que no podía apagar. Cada mañana, al abrir los ojos, sentía el mismo vacío, un hueco en su pecho que se había convertido en una parte más de su ser.Se levantó con lentitud, arrastrando los pies hasta la cocina. Preparó un café fuerte, el único consuelo que se permitía en esos momentos. Mientras observaba cómo el líquido oscuro llenaba la taza, trató de no pensar demasiado en la monotonía de su vida. Las horas en la librería eran lo único que la mantenía en pie, lo único que la obligaba a salir de casa, a interactuar, aunque fuera mínimamente, con el mundo exterior.Ese día no era diferente. Se vistió con ropa senci
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