El sonido de las campanas de la puerta al abrirse resonó en la librería, una melodía metálica que parecía marcar el inicio de algo inevitable. Elena se giró lentamente hacia Alejandro, su mente aún atrapada en el torbellino de revelaciones que Samuel había traído consigo. Alejandro se acercó con una expresión tensa, y aunque intentaba mantener la calma, Elena podía ver la inquietud en sus ojos.
—Elena, hay algo que necesito decirte —comenzó Alejandro, su voz un susurro cargado de peso—. No puedo seguir adelante sin que lo sepas. Elena asintió, sintiendo la presión del momento como una corriente imparable. A su lado, Samuel permanecía inmóvil, su presencia una sombra silenciosa que añadía una capa extra de tensión al ambiente. —Antes de que hables —intervino Samuel, rompiendo el silencio con una frialdad calculada—, debes saber que ya no es solo sobre ti, Alejandro. Esto es más grande de lo que imaginas. Alejandro frunció el ceño, su mirada oscureciéndose mientras se dirigía a Samuel. —¿De qué estás hablando? —preguntó Alejandro, con una mezcla de desafío y confusión. Samuel miró a Elena, como si buscara su aprobación antes de continuar. Ella, atrapada entre los dos hombres, solo pudo asentir ligeramente, su corazón latiendo a un ritmo desbocado. —Alejandro, Collete y yo… tenemos un pasado juntos. Ella me trajo aquí, no solo por los negocios, sino porque hay algo en este pueblo que ambos necesitamos descubrir. Algo relacionado con nuestras familias, y al parecer, también contigo. El rostro de Alejandro se endureció, como si estuviera procesando una revelación inesperada. Miró a Samuel con desconfianza, pero sus ojos pronto volvieron a Elena, buscando respuestas que ella tampoco tenía. —¿Qué tiene que ver esto conmigo? —preguntó Alejandro, su voz grave y tensa—. No entiendo qué estás insinuando. Samuel respiró hondo, sus ojos fijos en Alejandro. —Tu apellido, tu herencia… Todo está conectado a este lugar, Alejandro. A lo que sucedió aquí hace años, y que ha sido enterrado bajo capas de secretos. Collete y yo venimos de familias que también estuvieron involucradas, y ahora parece que todo nos está alcanzando. Elena, con el corazón encogido, vio cómo Alejandro intentaba contener la confusión y la ira que bullían en su interior. Todo lo que pensaba que sabía sobre su vida, su identidad, estaba siendo cuestionado en un solo instante. —¿Por qué me dices esto ahora? —demandó Alejandro, su voz subiendo de tono—. ¿Por qué no hablaron antes? Samuel lo miró con seriedad. —Porque ahora ya no hay vuelta atrás. Los secretos que todos guardamos están saliendo a la luz, y no podemos detenerlos. Hay más personas involucradas de lo que crees, y la verdad… la verdad podría destruirnos a todos. El silencio que siguió fue opresivo, como el aire cargado antes de una tormenta. Elena miró a Alejandro, su expresión un reflejo de la lucha interna que se libraba en él. Samuel, firme en su posición, sabía que lo que acababa de revelar era solo el principio de algo mucho más oscuro y complejo. Antes de que Alejandro pudiera responder, la puerta de la librería se abrió una vez más. Collete apareció, su figura envuelta en un abrigo negro, empapada por la llovizna que aún caía fuera. Su mirada se posó en los tres, y en un instante, comprendió que había llegado en el momento preciso, justo cuando las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. —Parece que llegué justo a tiempo —dijo Collete, con una sonrisa enigmática mientras se acercaba—. Creo que todos necesitamos una buena conversación sobre el pasado… y sobre lo que viene. Elena sintió que las palabras de Collete eran una advertencia. Todo lo que había sucedido hasta ese momento, cada mirada, cada gesto, eran solo preludios de un secreto mucho más profundo que aún estaba por revelarse. Alejandro se volvió hacia ella, buscando algún tipo de consuelo en su mirada, pero Elena solo pudo devolverle una expresión de preocupación. La tormenta que se avecinaba, no solo en el cielo, sino en sus vidas, prometía arrasar con todo. Y mientras el sonido de la lluvia persistía, los cuatro quedaron atrapados en el ojo del huracán de sus propios pasados, sabiendo que no había forma de escapar sin enfrentar la verdad. El capítulo se cerraba, pero el suspenso apenas comenzaba a desplegar sus garras sobre ellos, y lo que estaba por descubrirse tenía el poder de cambiarlo todo para siempre.Elena despertó al amanecer, cuando los primeros rayos de sol penetraban por las cortinas de su modesta habitación. Había pasado la noche en vela, como tantas otras veces, sumida en sus pensamientos, repasando los recuerdos de un pasado que no lograba dejar atrás. Sus padres, su esposo, todo lo que había perdido se repetía una y otra vez en su mente, como una vieja película que no podía apagar. Cada mañana, al abrir los ojos, sentía el mismo vacío, un hueco en su pecho que se había convertido en una parte más de su ser.Se levantó con lentitud, arrastrando los pies hasta la cocina. Preparó un café fuerte, el único consuelo que se permitía en esos momentos. Mientras observaba cómo el líquido oscuro llenaba la taza, trató de no pensar demasiado en la monotonía de su vida. Las horas en la librería eran lo único que la mantenía en pie, lo único que la obligaba a salir de casa, a interactuar, aunque fuera mínimamente, con el mundo exterior.Ese día no era diferente. Se vistió con ropa senci
Elena estaba en la librería, observando la lluvia caer desde la ventana. Cada gota era un recordatorio de las lágrimas que no había derramado, de las emociones que había enterrado bajo una capa de indiferencia forzada. Su mente estaba nublada, como si la tormenta que se desataba fuera una extensión de su propio estado emocional. Recordó una cita de Bukowski que había leído en uno de sus libros: “Encuentra lo que amas y deja que te mate”. Se preguntaba si eso era lo que había pasado con ella. Había amado y había sido destruida, lentamente, hasta quedar en ruinas.El sonido de la campanilla en la puerta la sacó de su ensoñación. Alzó la vista y vio a Alejandro, nuevamente. Esta vez no hubo sorpresa, sino una extraña expectativa. Algo en él le recordaba a Lionel, su difunto esposo. La misma mirada segura, la misma forma de moverse por el mundo como si todo estuviera a su alcance. Pero había una diferencia. Lionel había sido un hombre atrapado por su propio éxito, consumido por las expect
Elena estaba sentada detrás del mostrador de la librería, la lluvia golpeando suavemente los cristales de la ventana. En el silencio de la tienda, podía oír el eco de su respiración y el susurro de los recuerdos que siempre acechaban en los rincones más oscuros de su mente. Mientras organizaba unos libros en la estantería, su pensamiento vagaba, viajando a un pasado que había tratado de olvidar, pero que, como en los intrincados juegos de poder de Juego de Tronos, siempre volvía para reclamar su lugar.Elena recordaba los días cuando Lionel estaba vivo, cuando su vida estaba llena de esperanza y sueños compartidos. Lionel había sido un hombre ambicioso, un estratega en su propio derecho. En el pequeño mundo que compartían, él había sido su rey, y ella, su reina. Juntos habían enfrentado desafíos, pero como en los Siete Reinos, el poder y la ambición eran fuerzas peligrosas. Lionel había jugado su propio juego, tratando de avanzar en un mundo que devoraba a los débiles, y en ese proces
El sol matutino bañaba la pequeña ciudad costera con una luz dorada, y las olas del mar, normalmente implacables, susurraban suavemente contra la orilla. Elena, como todos los días, se dirigía hacia la librería, dejando que el calor del sol acariciara su rostro. El día prometía ser uno de esos raros momentos de calma, una tregua en la rutina de su vida marcada por la soledad y los recuerdos del pasado.Mientras abría la librería, sus pensamientos viajaban inevitablemente hacia Alejandro. Desde su encuentro en la tienda, había algo en él que la inquietaba. Elena no era una mujer que se dejara impresionar fácilmente, pero Alejandro, con su combinación de carisma y vulnerabilidad, había conseguido derribar algunas de las barreras que ella había construido a su alrededor. Sin embargo, había una sombra que nublaba su creciente afecto: Collete.El regreso de Collete era como un torbellino en la vida de Elena. La llegada de su antigua amiga, que había pasado los últimos años viajando y vivie
La tormenta de la tarde anterior había dejado la pequeña ciudad costera cubierta de una ligera neblina, que se levantaba como un susurro entre las calles empedradas. Elena, al despertar, sintió un peso en el aire, una sensación de inquietud que no pudo sacudirse mientras se preparaba para otro día en la librería. Los recuerdos de su encuentro con Collete, de las miradas compartidas con Alejandro, y la persistente presencia de Samuel se entrelazaban en su mente, formando un nudo difícil de deshacer.Samuel había regresado al pueblo de forma repentina, sin previo aviso, y su presencia había despertado sospechas en algunos. No era común que alguien con su perfil, un hombre de negocios con éxito, permaneciera tanto tiempo en un lugar tan apartado y tranquilo. Elena había intentado no pensar demasiado en ello, prefiriendo creer que Samuel estaba allí solo por negocios o por la tranquilidad que el pueblo ofrecía. Pero ahora, con Collete de vuelta y los hilos del destino enredándose a su alr