La tormenta de la tarde anterior había dejado la pequeña ciudad costera cubierta de una ligera neblina, que se levantaba como un susurro entre las calles empedradas. Elena, al despertar, sintió un peso en el aire, una sensación de inquietud que no pudo sacudirse mientras se preparaba para otro día en la librería. Los recuerdos de su encuentro con Collete, de las miradas compartidas con Alejandro, y la persistente presencia de Samuel se entrelazaban en su mente, formando un nudo difícil de deshacer.
Samuel había regresado al pueblo de forma repentina, sin previo aviso, y su presencia había despertado sospechas en algunos. No era común que alguien con su perfil, un hombre de negocios con éxito, permaneciera tanto tiempo en un lugar tan apartado y tranquilo. Elena había intentado no pensar demasiado en ello, prefiriendo creer que Samuel estaba allí solo por negocios o por la tranquilidad que el pueblo ofrecía. Pero ahora, con Collete de vuelta y los hilos del destino enredándose a su alrededor, las dudas comenzaron a surgir.
La mañana transcurrió sin incidentes. Los clientes habituales entraban y salían de la librería, y Elena se concentraba en su trabajo para mantener a raya los pensamientos que la acosaban. Sin embargo, su aparente calma fue interrumpida por la aparición inesperada de Samuel, quien cruzó la puerta de la tienda con una expresión grave.
—Buenos días, Elena —saludó Samuel, su voz más apagada de lo usual.
—Buenos días, Samuel. ¿Cómo estás hoy? —respondió Elena, esforzándose por parecer despreocupada.
Samuel se acercó al mostrador, evitando su mirada por un momento antes de responder.
—He estado mejor, pero necesitaba salir a caminar y pensé en pasar por aquí.
Elena asintió, notando que algo estaba fuera de lugar. Samuel, normalmente relajado y seguro, parecía estar lidiando con algo más grande que las simples preocupaciones del día a día.
—¿Te gustaría hablar de ello? —ofreció Elena, con un tono amable pero firme.
Samuel suspiró, finalmente alzando la vista para encontrarse con sus ojos. Había algo en su mirada, una mezcla de tristeza y decisión, que la desconcertó.
—Elena, hay algo que no te he contado… algo que podría cambiar la forma en que me ves.
Elena sintió que su corazón se aceleraba ligeramente. No sabía qué esperar, pero la seriedad en la voz de Samuel la preparó para lo peor.
—Puedes confiar en mí, Samuel —respondió, intentando sonar reconfortante.
Él asintió, tomando un momento para reunir sus pensamientos antes de hablar.
—No vine a este pueblo solo por negocios o por un cambio de aires, como les hice creer a todos. Vine porque… alguien me lo pidió. Alguien que necesitaba mi ayuda para encontrar algo que había perdido aquí hace muchos años.
Elena frunció el ceño, intentando procesar sus palabras.
—¿Qué has perdido aquí, Samuel?
—No es lo que yo he perdido, sino lo que alguien más está buscando —corrigió Samuel, con un tono que sugería que había más en la historia de lo que estaba dispuesto a revelar en ese momento—. Collete y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, más de lo que te imaginas. Ella fue quien me pidió que viniera aquí, para vigilar algo… o alguien.
Elena sintió una punzada de desconcierto. La relación entre Samuel y Collete, una que hasta ahora había pensado era meramente social, parecía estar enraizada en algo mucho más profundo.
—¿Collete? —preguntó, su voz llena de incredulidad—. ¿Qué es lo que ella está buscando?
Samuel vaciló por un momento, pero luego pareció tomar una decisión interna.
—Collete… está buscando respuestas sobre su familia, sobre algo que le sucedió cuando era niña. Hay secretos en su pasado que ni siquiera yo conozco completamente, pero lo que sé es que todo está conectado con este lugar. Y Alejandro… él también es parte de esto, aunque no lo sepa.
Elena retrocedió ligeramente, como si las palabras de Samuel la hubieran golpeado físicamente. La sensación de inquietud que había sentido al despertar se intensificó, convirtiéndose en un miedo real y palpable.
—¿Alejandro? —repitió, su mente luchando por unir todas las piezas del rompecabezas—. ¿Qué tiene que ver él con esto?
Samuel se acercó un poco más, sus ojos reflejando la tensión del momento.
—Alejandro no sabe quién es realmente. Hay algo en su pasado, algo que lo une a Collete y a este lugar. No vine aquí solo por negocios o por ti, Elena. Vine porque, de alguna manera, todo esto está conectado. Y ahora, me doy cuenta de que tú también formas parte de esto, aunque no sé cómo o por qué.
Elena sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Los sentimientos que había comenzado a desarrollar por Alejandro, su temor a perderlo frente a Collete, y ahora este misterio que Samuel acababa de revelar… todo se mezclaba en su mente, dejándola confundida y asustada.
Antes de que pudiera responder, la puerta de la librería se abrió nuevamente, dejando entrar una ráfaga de aire fresco junto con una figura alta y familiar. Alejandro, con su porte habitual y una expresión de preocupación en su rostro, entró en la tienda, buscando a Elena.
—Elena, ¿estás bien? —preguntó Alejandro, su mirada pasando de ella a Samuel, captando la tensión en el aire.
Elena, aún en estado de shock por lo que Samuel le había revelado, intentó recomponerse y responder. Pero las palabras se le atoraron en la garganta, y solo pudo asentir lentamente.
—Sí… estoy bien, solo… un poco abrumada.
Alejandro se acercó a ella, ignorando a Samuel por un momento, y tomó su mano con suavidad.
—Necesitamos hablar —dijo, su voz baja y preocupada—. Hay algo que debes saber, algo sobre mi pasado que podría cambiar todo.
Elena lo miró fijamente, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las palabras de Samuel resonaban en su mente, y ahora, Alejandro parecía estar a punto de desvelar un misterio que podría desentrañar todo lo que ella creía conocer.
Samuel observó la escena en silencio, sabiendo que la verdad que estaba por salir a la luz podría cambiarlo todo, no solo para Elena, sino para todos ellos. Y mientras el sol comenzaba a asomarse nuevamente tras las nubes, una nueva tormenta, esta vez emocional, se avecinaba sobre sus cabezas.
El sonido de las campanas de la puerta al abrirse resonó en la librería, una melodía metálica que parecía marcar el inicio de algo inevitable. Elena se giró lentamente hacia Alejandro, su mente aún atrapada en el torbellino de revelaciones que Samuel había traído consigo. Alejandro se acercó con una expresión tensa, y aunque intentaba mantener la calma, Elena podía ver la inquietud en sus ojos.—Elena, hay algo que necesito decirte —comenzó Alejandro, su voz un susurro cargado de peso—. No puedo seguir adelante sin que lo sepas.Elena asintió, sintiendo la presión del momento como una corriente imparable. A su lado, Samuel permanecía inmóvil, su presencia una sombra silenciosa que añadía una capa extra de tensión al ambiente.—Antes de que hables —intervino Samuel, rompiendo el silencio con una frialdad calculada—, debes saber que ya no es solo sobre ti, Alejandro. Esto es más grande de lo que imaginas.Alejandro frunció el ceño, su mirada oscureciéndose mientras se dirigía a Samuel.
Elena despertó al amanecer, cuando los primeros rayos de sol penetraban por las cortinas de su modesta habitación. Había pasado la noche en vela, como tantas otras veces, sumida en sus pensamientos, repasando los recuerdos de un pasado que no lograba dejar atrás. Sus padres, su esposo, todo lo que había perdido se repetía una y otra vez en su mente, como una vieja película que no podía apagar. Cada mañana, al abrir los ojos, sentía el mismo vacío, un hueco en su pecho que se había convertido en una parte más de su ser.Se levantó con lentitud, arrastrando los pies hasta la cocina. Preparó un café fuerte, el único consuelo que se permitía en esos momentos. Mientras observaba cómo el líquido oscuro llenaba la taza, trató de no pensar demasiado en la monotonía de su vida. Las horas en la librería eran lo único que la mantenía en pie, lo único que la obligaba a salir de casa, a interactuar, aunque fuera mínimamente, con el mundo exterior.Ese día no era diferente. Se vistió con ropa senci
Elena estaba en la librería, observando la lluvia caer desde la ventana. Cada gota era un recordatorio de las lágrimas que no había derramado, de las emociones que había enterrado bajo una capa de indiferencia forzada. Su mente estaba nublada, como si la tormenta que se desataba fuera una extensión de su propio estado emocional. Recordó una cita de Bukowski que había leído en uno de sus libros: “Encuentra lo que amas y deja que te mate”. Se preguntaba si eso era lo que había pasado con ella. Había amado y había sido destruida, lentamente, hasta quedar en ruinas.El sonido de la campanilla en la puerta la sacó de su ensoñación. Alzó la vista y vio a Alejandro, nuevamente. Esta vez no hubo sorpresa, sino una extraña expectativa. Algo en él le recordaba a Lionel, su difunto esposo. La misma mirada segura, la misma forma de moverse por el mundo como si todo estuviera a su alcance. Pero había una diferencia. Lionel había sido un hombre atrapado por su propio éxito, consumido por las expect
Elena estaba sentada detrás del mostrador de la librería, la lluvia golpeando suavemente los cristales de la ventana. En el silencio de la tienda, podía oír el eco de su respiración y el susurro de los recuerdos que siempre acechaban en los rincones más oscuros de su mente. Mientras organizaba unos libros en la estantería, su pensamiento vagaba, viajando a un pasado que había tratado de olvidar, pero que, como en los intrincados juegos de poder de Juego de Tronos, siempre volvía para reclamar su lugar.Elena recordaba los días cuando Lionel estaba vivo, cuando su vida estaba llena de esperanza y sueños compartidos. Lionel había sido un hombre ambicioso, un estratega en su propio derecho. En el pequeño mundo que compartían, él había sido su rey, y ella, su reina. Juntos habían enfrentado desafíos, pero como en los Siete Reinos, el poder y la ambición eran fuerzas peligrosas. Lionel había jugado su propio juego, tratando de avanzar en un mundo que devoraba a los débiles, y en ese proces
El sol matutino bañaba la pequeña ciudad costera con una luz dorada, y las olas del mar, normalmente implacables, susurraban suavemente contra la orilla. Elena, como todos los días, se dirigía hacia la librería, dejando que el calor del sol acariciara su rostro. El día prometía ser uno de esos raros momentos de calma, una tregua en la rutina de su vida marcada por la soledad y los recuerdos del pasado.Mientras abría la librería, sus pensamientos viajaban inevitablemente hacia Alejandro. Desde su encuentro en la tienda, había algo en él que la inquietaba. Elena no era una mujer que se dejara impresionar fácilmente, pero Alejandro, con su combinación de carisma y vulnerabilidad, había conseguido derribar algunas de las barreras que ella había construido a su alrededor. Sin embargo, había una sombra que nublaba su creciente afecto: Collete.El regreso de Collete era como un torbellino en la vida de Elena. La llegada de su antigua amiga, que había pasado los últimos años viajando y vivie