La madre no está y el funcionamiento de la casa queda a su cargo. —Hola, Sandri —saludaron los hermanos menores. —Hola, enanos —dijo la nena. Bardo no estaba todavía. Buscó en la heladera, buscó en el armario y preparó todo para el almuerzo. Cuando estaban por terminar, llegó el hermano mayor. —¿Te sirvo? —preguntó Sandra, sin averiguar sobre las causas de la demora. —No, ya comí por ahí —respondió él, sin explicar nada. Pocas palabras hay en la casa. Bardo no es de muchas y Sandra ha crecido mirándose en ese espejo. Tienen casi la misma edad. Se llevan apenas lo indispensable para gestar un bebé nuevo, luego de haber tenido uno. Diez meses después de Bardo, llegó la muchacha que ahora levanta la mesa, mientras los menores salen a jugar a la cancha y el mayor pone música. Sandra termina y ella también sale a la calle, alsiempreafuera, al de todos los días. Hace unas cuadras para cualquier lado y finalmente elige un rumbo, hacia la carpintería donde la está esperando Hug
Leer más