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caer por la Villa cuando quieran y hacer lo que se les cante. Vamos a entrar por la avenida porque a esta hora hay

mucha gente y no se les va a ocurrir hacernos una trampa. Vamos, cuando estemos cerca de El Trópico se van para donde dijimos.

—Vamos —ordenó luego de una breve pausa.

Y fueron. Todos. Como soldados romanos al asalto de

Masada. Pero llevaban navajas en lugar de lanzas. Y un

22 largo.

El Jefe había dispuesto su escaso mecanismo de defensa con sabiduría. En ese momento, Nueve pensaba en la

historia de Drakul y en eso de que los pocos fueron más

poderosos que los muchos, y pensaba también que algo

así debería suceder si querían salir bien parados de la que

se venía. Sabía que la tropa de Bardo era bastante más numerosa que la propia y confiaba en que la suerte que acompañó al conde de los Cárpatos le fuera igual de propicia a

su grupo. Estaban bien distribuidos, pero no eran demasiados, y solo algunas navajas y un par de armas de fuego abultaban sus bolsillos. La
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