—Lo siento, mi niño, pero ya no hay más opciones. Debes conocer a una buena mujer y casarte con ella, o la buscaré yo por ti —afirma Lucía Montenegro, cabeza de familia y presidenta de las editoriales que llevan su nombre.—Abuela, no puedes obligarme a casarme —responde Alejandro, que tras la traición de Alina hace años, juró no volver a confiar en las mujeres y, por ende, jamás casarse, ni siquiera ante la insistencia de su abuela.—Alejandro, ten compasión de esta pobre anciana. Eres mi nieto mayor y necesito que ocupes el cargo presidencial. Además, por una regla de tu difunto abuelo, debes estar casado para asumir el puesto. También quiero conocer a mis bisnietos.—Abuela, lo que pides es una locura. Sabes bien cuál es mi postura sobre el matrimonio.—Lo sé, amor, pero antes creías en él. Si no fuera por...—No la menciones... —Alejandro jamás perdonará a Alina, una mujer sin escrúpulos que solo se interesó en él por su dinero.—No todas las mujeres somos iguales, hijo.—Déjame d
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