Tony acompaña a Helena hasta la salida, visiblemente desconcertado. En todos los años que lleva conociéndola, nunca la había visto tan alterada, y menos aún a su hermano. Aunque Alejandro puede ser difícil de tratar, jamás había sido tan irrespetuoso con una mujer. ¿Qué pudo haber pasado para que se enfrentaran de esa manera? Sin duda, Alejandro ha encontrado a alguien que le hace frente.
—No puedo creer lo que has hecho, Helena. Te has enfrentado a mi hermano. —Lo siento, Tony, pero no podía permitir que me tratara de esa manera. Aunque sea Alejandro Montenegro, no tenía derecho —responde, todavía furiosa por la insinuación de ese hombre. La imagen que tenía de él se ha desmoronado por completo. —Tienes razón, Hele, pero llamarlo amargado por culpa de una mujer fue un golpe bajo. —Lo sé, Tony. Pero no puedo quedarme callada ante las injusticias. —Me temo que ya no tendrás otra oportunidad en Ediciones Montenegro, y todo es por mi culpa —admite Tony con tristeza. —¿Por qué dices eso? La que metió la pata fui yo. —Si te hubiera escuchado desde el principio, nada de esto habría pasado. Tú no querías hacerlo, y yo te empujé a ello, dejando que Alejandro se formara una mala opinión de ti. —No le des más vueltas, Tony. Trabajar con tu hermano era uno de mis sueños, pero después de ver lo déspota que es, ya no quiero saber nada de él. —Alejandro no es tan cruel, solo que tocaste una fibra muy sensible. —Puede ser, Tony, pero me acusó de aprovecharme de nuestra amistad. No podía permitirlo. —Aunque, quizás, no todo esté perdido —añade el joven, sorprendiendo a Helena, quien lo mira con los ojos bien abiertos. —¿A qué te refieres? —El departamento de marketing, junto con Alejandro, quiere trabajar con Butterfly. —¿Qué? —exclama Helena, incrédula. Cuando comenzó como Butterfly, años atrás, y su carrera no despegaba, pensó en rendirse. Pero gracias al apoyo incondicional de sus padres, su perseverancia y talento la llevaron a convertirse en una escritora mundialmente reconocida. Sin embargo, jamás habría imaginado trabajar con Ediciones Montenegro. Es demasiado bueno para ser cierto, especialmente después de su enfrentamiento con Alejandro... —Tu hermano no sabe que soy Butterfly. Si lo supiera, jamás aceptaría trabajar conmigo. —No te preocupes por eso. Debes mantener el anonimato como hasta ahora, y usaremos esta oportunidad para darle una lección a Alejandro —dice Tony con un tono burlón. —¿Una lección? —pregunta Helena, intrigada. —Sí, Hele. Vamos a demostrarle la gran mujer que eres, sobre todo tu talento. Te aseguro que se arrepentirá de haberte perdido. Después de despedirse de Tony y acordar una cena para los próximos días, Helena se dirige a la estación de autobuses más cercana, que afortunadamente está a solo unas cuadras. En el camino, su celular suena; es su madre, probablemente llamándola para saber cómo le fue en la empresa. —Hola, mi querida Hele, ¿cómo estás? —pregunta su madre, Alicia, una mujer adorable, dulce y bondadosa. —Hola, mamá, estoy yendo a tomar el autobús. Lamentablemente, no conseguí el puesto —confiesa Helena, con una pizca de decepción. —Oh, hija mía, no te preocupes. Eres tan talentosa que estoy segura de que Ediciones Montenegro se arrepentirá de haberte dejado ir. —Mamá... en realidad, fui yo quien metió la pata. Me peleé con Alejandro Montenegro... —¿Qué hiciste que, hija? —pregunta su madre, sorprendida. Conoce el carácter de Helena, una joven dulce y tranquila, pero que se convierte en una leona ante las injusticias. —Mamá, Tony me ofreció una reunión privada con su hermano y acepté, aunque sabía que no estaba bien... Tú sabes lo que Alejandro Montenegro significaba para mí... —¿Significaba...? ¿Qué pasó, Helena? —Ese hombre es un déspota, mamá. Frío, arrogante, amargado, y me acusó de aprovecharme de la amistad de Tony para entrar en la empresa, algo que jamás haría... Y bueno, ante esa injusticia, me enfurecí y le dije todo lo que pensaba de él... —¿Le dijiste a Alejandro Montenegro que era un amargado? —exclama su madre, con una mezcla de sorpresa y orgullo. —Sí, mamá, no podía permitir que me tratara así. —Eres muy valiente, mi niña... Nunca olvides que, además de ser una gran editora, eres Butterfly. No dudes jamás de tu talento. —Mamá, pero hay algo más... —confiesa Helena— Ediciones Montenegro quiere trabajar con Butterfly... ¿Sabes lo que eso significaría? —Sí, hija, sería la mejor oportunidad de tu vida. Solo que... —Debo mantenerme en el anonimato. Si Alejandro Montenegro descubre que soy Butterfly, no aceptará trabajar conmigo. —No te preocupes por eso, Hele. Cuando llegue el momento, encontraremos una solución. Ahora debo irme, hija, tu padre me necesita. Te manda un beso y dice que te llamará más tarde. —Gracias, mamá, los amo. Son los mejores —saluda Helena, sintiendo un nudo de nostalgia en el pecho. —Y tú eres la mejor hija. Te extrañamos, amor. Ven a visitarnos cuando puedas. —Lo haré, mamá, muy pronto. Helena cuelga la llamada y está a punto de llegar a la estación cuando nota que una anciana, que camina por el parque, parece estar mal, llevándose la mano al pecho. Acostumbrada a reconocer estos síntomas debido a la enfermedad cardíaca de su padre, se da cuenta de que si no actúa rápido, la señora podría estar sufriendo un infarto. Rápidamente, saca su celular y llama a emergencias mientras se acerca con cautela a la anciana para no alarmarla. —Señora, ¿se siente bien? —Lucía, con las pocas fuerzas que le quedan, se sienta en un banco cercano—. No se preocupe, ya llamé a emergencias, estarán aquí en un momento. —Gracias, niña, pero... debo comunicarme con mis nietos —en ese instante, Helena se da cuenta de que la anciana es nada más ni nada menos que Lucía Montenegro, la CEO de Ediciones Montenegro y abuela de Tony. —Señora... ¿usted es Lucía Montenegro? —la sirena de la ambulancia que se acerca interrumpe la conversación. Rápidamente, dos paramédicos bajan del vehículo con una camilla. Con mucho cuidado, suben a Lucía, que está visiblemente nerviosa. Uno de los ellos se dirige a Helena. —Hola, señorita, ¿es usted familiar de la señora? —No, pero me di cuenta de que podría estar sufriendo un infarto, así que actué rápido. —Gracias, señorita. Acaba de salvarle la vida a esta señora. —Gracias a Dios. Escuche, señor, no soy familiar, pero conozco a sus nietos. Si me permite, puedo acompañarla en la ambulancia y comunicarme con ellos. —¿Sabe quién es ella? —pregunta el paramédico. —Sí, es Lucía Montenegro, CEO de Ediciones Montenegro. —¡Dios mío! —exclama el hombre, sorprendido—. Esta señora es una empresaria multimillonaria. ¿Qué hacía por aquí sola? —No lo sé, pero su empresa no está muy lejos de aquí. Seguramente iba a encontrarse con sus nietos. —Déjeme preguntarle si puede acompañarnos. —Gracias —segundos después, el paramédico regresa junto a ella. —La señora Montenegro aceptó que nos acompañe —Helena sube al vehículo, se acomoda junto a la anciana, y la ambulancia arranca en dirección al hospital más cercano. Durante el trayecto, Lucía, ya estabilizada por los profesionales, abre los ojos y observa a la joven a su lado con curiosidad: —Hola, niña... —Hola, señora Lucía —saluda Helena, acercándose más a la anciana y tomándola de la mano. —¿Sabes quién soy? —pregunta, todavía sorprendida. —Claro que sí. Soy editora, fui a la universidad con su nieto Tony, y mi mayor sueño es trabajar para Ediciones Montenegro. —Así que eres amiga de mi Tony... Entonces debes ser una buena muchacha—exclama la anciana con la misma dulzura de su nieto. —Esta jovencita le salvó la vida, señora. Fue muy valiente y actuó en el momento justo —comenta el paramédico. —Gracias, mi niña. Estaré eternamente agradecida contigo —dice Lucía, conmovida. —Debe mantenerse tranquila. Las emociones fuertes pueden hacerle daño. —Eres un amor, mi niña, pero no estaré tranquila hasta que me comunique con mis nietos. —No se preocupe, intentaré hablar con Tony ahora mismo —Helena toma su celular y, después de varios intentos fallidos, se rinde. Su amigo debe estar muy ocupado—. Lo siento, Tony no contesta. —Llama a mi nieto Alejandro. No importa lo ocupado que esté; si su abuela lo llama, siempre contesta —dice la anciana, entregándole el teléfono, sin saber del reciente altercado entre ellos. —Sí, señora —responde Helena con determinación. Toma el teléfono de Lucía, busca el contacto guardado como "Ale," y presiona el botón de llamada. Unos segundos después, una voz masculina se escucha al otro lado. —Hola, abuela, te estamos esperando. —Hola, Alejandro Montenegro. No soy tu abuela; soy Helena... 💖💖💖 Hola mi gente bella 💖 aquí estoy con un nuevo capitulo para ustedes, espero que lo disfruten 💖 ¿Que creen que pasará ahora entre Ale y Helena? ¿La perdonará por haberle salvado la vida a su abuela? No se pierdan el próximo capítulo 💖💖 Hasta mañana 😘😘 PD :Si les gustan mis novelas y quieren saber más de ellas, las espero por mi nuevo i*******m @gabu.autora Besotes inmensos 💖😘—¿Helena? ¿Qué Hele...? —Alejandro reconoce al instante la voz de la mujer que hace solo minutos lo había insultado en su propia oficina. —¡Eres tú! ¿Qué haces con el teléfono de mi abuela? ¡¿Qué le has hecho?! —La furia y la preocupación lo consumen. Tony, al ver la reacción de su hermano, le arrebata el teléfono y toma el control de la conversación. —Hola, Hele, soy Tony. Dime, ¿qué ha pasado? —pregunta con seriedad, consciente de que Helena y su abuela no se conocen. —Tony, gracias a Dios que contestaste. Alejandro no me dejó explicarle. Tu abuela, Lucía, se descompensó mientras iba hacia la empresa. Afortunadamente, yo estaba cerca y pude ayudarla a tiempo. Está fuera de peligro, pero vamos camino al hospital. Está muy nerviosa y necesita verlos —explica Helena, con la voz aún temblorosa. —Mi querida Hele —Tony exclama, emocionado hasta las lágrimas—. Los Montenegro te estaremos eternamente agradecidos. Te quiero, Hele. Minutos después, los hermanos Montenegro llegan al hospita
Helena baja del autobús y entra en su casa. Exhausta, se desploma en el sofá que está junto a la puerta, abrumada por un día que ha sido demasiado intenso. Cierra los ojos y casi de inmediato siente la suave presencia de su pequeño gato, Felipe, que se acerca, buscando su habitual bienvenida y un poco de comida. —Hola, mi Feli. ¿Tienes hambre? —murmura Helena, levantándose del sofá para dirigirse a la cocina y servirle su comida favorita. Después de alimentar a Felipe, decide darse una ducha para aliviar la tensión que aún siente. No puede dejar de pensar en lo ridículo que es Alejandro Montenegro. ¿Cómo es posible que alguien como él, con ese carácter frío y autoritario, esté a punto de hacerse cargo de la empresa? Durante años lo admiró y soñó con trabajar junto a él, pero ahora ese sueño parece más una pesadilla. Ya más tranquila tras la ducha, se pone ropa cómoda y se acomoda en el sofá con el control remoto en la mano. Una buena película romántica es justo lo que necesita para
—¿Vestirme de hombre, señora? ¿Está segura de lo que dice? —pregunta Helena, sorprendida. —Sí, mi niña. ¿No quieres ser editora en jefe y darle una lección a Alejandro? —Sí, señora, pero vestirme de hombre… ¿no sería llevarlo demasiado lejos? —Quizás tengas razón, pero quiero demostrarle que no todas las mujeres son como Alina. Además, Tony me mostró tu currículum. Te graduaste con honores y fuiste la mejor de tu clase; no quiero perder la oportunidad de trabajar contigo. —Señora Lucía, hay algo que debo decirle —Helena vacila, consciente de que está a punto de revelar un gran secreto, pero confía en la abuela para guardarlo. —¿Estás segura, Hele? —Tony la observa, sorprendido. —Sí, Tony. La señora Lucía es alguien en quien puedo confiar; sé que sabrá guardar el secreto. —¿Qué se traen ustedes dos? —pregunta Lucía, mirándolos con curiosidad—. ¿De qué secreto hablan? —Señora... yo... soy Butterfly —confiesa Helena, sintiendo que su corazón late a mil por hora. —¿Qué? —
Helena regresa a casa exhausta, con la mente llena de pensamientos. Aún no puede creer que en solo dos días haya vivido más experiencias que en toda su vida. Está confundida; sabe que disfrazarse de hombre es una locura, pero al mismo tiempo lo ve como un desafío que podría romper la monotonía de su vida y, además, cumplir su sueño de trabajar con Alejandro Montenegro sin tener que enfrentarse directamente a él. Mientras alimenta a su gato, Felipe, suena el teléfono. Al ver que es su madre, se deja caer en el sofá y contesta: —Hola, mamá —saluda con cariño. —Hola, mi niña. Escuché el podcast con Lily, estuviste maravillosa como siempre. —Gracias, mamá. Estaba muy nerviosa porque… estaba en casa de Tony —confiesa, sorprendiendo a su madre. —¿Fuiste a casa de Tony? Cuéntame, ¿qué pasó? Después de tu pelea con Alejandro Montenegro no hemos hablado. Helena le cuenta todo lo ocurrido: el encuentro con Lucía en la calle, el camino al hospital, y la nueva confrontación con Alejandro. —
Capítulo Ocho: Helena despierta al día siguiente con el sonido insistente del teléfono. Es Tony. En su tono animado, le informa que pasará a buscarla en media hora para almorzar en la mansión Montenegro y empezar con el plan de su abuela. Al llegar a la imponente mansión, Helena desciende del auto con los ojos deslumbrados. No puede dejar de admirar el lujo y el esplendor del lugar. ¿Algún día podrá aspirar a tener algo así? —No puedo creer que hayas aceptado —dice Tony, sonriendo con incredulidad. Para él, es una jugada inesperada, algo que jamás habría imaginado que Helena haría. Pero aquí está, impulsada por su ambición de ser editora en jefe y la necesidad de darle una lección a su hermano. Solo espera que el almuerzo transcurra en paz, por el bien de Lucía. —No tenía otra opción, Tony. Si quiero ser editora en jefe, este es el único camino que me queda —responde Helena, aún sin poder asimilar lo que está a punto de hacer. —Lo entiendo, Hele, pero prepárate, porque te esp
Los días pasan rápidamente. Tony y Lucía dedican varias horas al día para entrenar a Helena. Le enseñan desde cómo impostar la voz hasta cómo comportarse en presencia de otros hombres. Fueron de compras. Adquirieron trajes elegantes para el trabajo y ropa casual para eventos fuera de la oficina. También compraron una peluca marrón de cabello corto y unos bigotes postizos negros que se adhieren con facilidad. Aunque la situación parece irreal, Helena está más decidida que nunca. Sabe que cuenta con el respaldo de Tony dentro de la empresa, quien podrá ayudarla si algún error amenaza con revelar su identidad. Mientras tanto, Alejandro sigue sin rendirse con Butterfly, pero siempre recibe la misma respuesta. Esto lo desespera; nunca antes había tenido que rogar para que alguien aceptara trabajar con él. En dos días, Martín Gutiérrez será presentado a la familia Montenegro, y Helena se siente lista para interpretar el papel más importante de su vida. —¿Estás lista, Helena? —pregunta L
Los hermanos Montenegro miran a Martín con desdén, incapaces de creer lo que ven: un joven delgado, con facciones suaves y casi femeninas. Además, no ha dicho una sola palabra desde que entró en la sala de juntas. —¿Este es el editor en jefe que elegiste, abuela? —pregunta Alejandro, molesto. Helena abre los ojos sorprendida; quisiera abofetearlo y hacerle tragar sus palabras, pero debe contenerse. Si pierde el control, arriesgará todo el plan. —Alejandro, ten más respeto por Martín, apenas lo conoces —dice Tony, irritado. No puede creer que Helena tenga razón: su hermano se ha vuelto un amargado insoportable. —¿Por qué lo defiendes, Tony? ¿Es otro de tus amigos que intentas meter en la empresa? —Alejandro lo desafía, encendiendo la tensión entre ambos. —No voy a permitir que sigas metiéndote con Helena. Si continúas, me conocerás de verdad. —¿De verdad te pelearías conmigo, tu propio hermano, por una mujer? —pregunta Alejandro, incrédulo. Jamás había visto a Tony tan dispuesto a
Los días pasan, y la relación entre Alejandro y Martín se afianza cada vez más. Aunque Helena sigue sintiéndose incómoda cada vez que se disfraza de hombre, poco a poco se ha vuelto más confiada. Nadie parece sospechar que Martín Gutiérrez no es quien dice ser, y mucho menos podrían imaginar que, en realidad, es ella. Trabajan codo a codo, complementándose de manera sorprendente. Alejandro no tiene dudas de que la elección de su abuela fue un golpe maestro: Martín es brillante, el candidato ideal para tomar las riendas como editor en jefe una vez que él ascienda a CEO. Además, lo considera su mano derecha. Pero Alejandro no puede sacarse de la cabeza una sola cosa: Butterfly. Desde que la conoció virtualmente y rechazó su oferta de trabajo, algo en su interior ha quedado atrapado en una espiral de obsesión. Se pasa horas revisando sus redes sociales, buscando pistas, y finalmente ha descubierto, gracias a su manager, que hoy dará una entrevista en persona en una emisora de radio. L