capitulo Seis:

—¿Vestirme de hombre, señora? ¿Está segura de lo que dice? —pregunta Helena, sorprendida.

—Sí, mi niña. ¿No quieres ser editora en jefe y darle una lección a Alejandro?

—Sí, señora, pero vestirme de hombre… ¿no sería llevarlo demasiado lejos?

—Quizás tengas razón, pero quiero demostrarle que no todas las mujeres son como Alina. Además, Tony me mostró tu currículum. Te graduaste con honores y fuiste la mejor de tu clase; no quiero perder la oportunidad de trabajar contigo.

—Señora Lucía, hay algo que debo decirle —Helena vacila, consciente de que está a punto de revelar un gran secreto, pero confía en la abuela para guardarlo.

—¿Estás segura, Hele? —Tony la observa, sorprendido.

—Sí, Tony. La señora Lucía es alguien en quien puedo confiar; sé que sabrá guardar el secreto.

—¿Qué se traen ustedes dos? —pregunta Lucía, mirándolos con curiosidad—. ¿De qué secreto hablan?

—Señora... yo... soy Butterfly —confiesa Helena, sintiendo que su corazón late a mil por hora.

—¿Qué? —Lucía abre los ojos, incrédula—. ¿Tú eres Butterfly?

—Sí, señora… —Helena asiente con timidez.

—Mi niña, no sientas vergüenza. ¡Wow! No puedo creerlo, Helena. ¿Te das cuenta del gran talento que tienes? Hace meses que Ediciones Montenegro quiere trabajar contigo.

—Lo sé, pero por favor, no se lo diga a nadie —suplica Helena.

—Tranquila, no lo haré. Pero... ¿por qué te escondes?

—¿De verdad lo pregunta? Mire quién soy —responde Helena con inseguridad, consciente de que nunca se ha considerado bonita; sabe que en este mundo lo que vende es la belleza o el misterio.

—Mi niña, no veo nada malo en ti…

—Abuela, Helena tiene muchas inseguridades sobre su cuerpo y su apariencia. Ella se ve fea, cuando no lo es —interviene Tony.

—Por supuesto que no eres fea, ¿quién te ha dicho eso?

—Me lo han dicho y hecho sentir desde que tengo uso de razón.

—Escúchame, Helena, no lo eres, y quiero que te lo grabes en la cabeza. Quizás no sabes arreglarte como las mujeres de esta época, pero eres bonita, y tu corazón te hace aún más hermosa.

—Gracias —responde Helena, avergonzada.

—Que seas Butterfly nos ayudará aún más en esta lección, si estás dispuesta a jugar un poco con Tony y conmigo —añade Lucía, divertida.

—¿En qué podría ayudar eso? —pregunta Helena, sintiendo que se ha metido en un gran lío.

—Mi niña, Alejandro está acostumbrado a que todos los autores reconocidos quieran trabajar con él.

—Es lógico, señora; su nieto es el mejor editor que existe. Muchos escritores lo soñamos.

—Lo sé, Helena, pero no me gusta que se la crea y que todo le sea tan fácil.

—¿Y qué desea hacer?

—Quiero que Butterfly rechace trabajar para Ediciones Montenegro.

—¿Por qué? —pregunta Helena, decepcionada.

—Lo harás, Helena. Solo quiero que Alejandro luche por ganarte —confiesa Lucía.

—Entiendo, señora —asiente Helena, aunque con muchas dudas en su mente.

—Pero volvamos a lo más importante. Quiero que seas editora en jefe, Helena, que trabajes junto a Alejandro una vez que deje la presidencia. Lamentablemente, por el momento, solo puedo ofrecerte el puesto si te vistes y actúas como un hombre. Mi nieto no confiará en una mujer.

—Señora Lucía, no sé... es todo muy extraño y arriesgado. Si me descubre, me odiará para siempre.

—Tranquila, Helena, el plan funcionará. Pero te daré unos días para que lo pienses. Sé que no será fácil, pero tendrás a Tony a tu lado en todo momento.

—Lo pensaré, lo prometo.

—Helena, eres una buena mujer y muy talentosa. No permitas que nadie te haga dudar de eso —dice Lucía con ternura.

—Gracias por confiar en mí, señora.

—Por favor, no me llames más señora, solo Lucía —le pide, tomándola de la mano con cariño.

—Está bien, Lucía —responde Helena, estrechando la mano de la anciana.

—Gracias a ti por confiarme tu secreto. Está a salvo conmigo —añade Lucía con dulzura.

—Abuela —Tony interrumpe la conversación—, me llevaré a Helena a conocer la casa. Ha quedado fascinada con ella.

—Vayan y disfruten del aire libre. Helena, cuando tengas tu respuesta, solo tienes que llamarme.

—Lo haré —contesta Helena con una sonrisa, reflejada también en Lucía—. La dejaremos descansar —añade, acercándose para besar a la anciana en la mejilla antes de salir de la habitación junto a Tony.

Tony la lleva a recorrer la casa. Una mansión de tres pisos, diez habitaciones, tres baños, una piscina climatizada que prometió visitar algún día libre, y un jardín impresionante, con los rosales más bellos que Helena ha visto en su vida.

—Por Dios, Tony, esta casa es maravillosa. Amo el estilo vintage que tiene.

—Mi abuelo mismo la diseñó en su mente cuando aún no tenía dinero.

—¿Los Montenegro eran pobres? —pregunta Helena, sorprendida. Siempre imaginó que provenían de una familia millonaria y poderosa.

—Sí, Hele, mi abuelo era muy pobre. Abandonó sus estudios para poder trabajar, y cuando conoció a mi abuela, decidió que se convertiría en un millonario.

—Wow, no lo sabía...

—La historia de mis abuelos es digna de una novela romántica —comenta Tony, con una sonrisa tierna en los labios.

—¿Sí? —Helena se sienta en una silla del jardín—. Cuéntame más; sabes que amo las historias de amor.

—No le digas que te lo conté, por favor. Mi abuela sí pertenecía a una familia muy poderosa en esa época —comienza a relatar Tony, sentándose junto a Helena—. Mi abuelo era jardinero y comenzó a trabajar en su casa cuando ella tenía 19 años. Su amor fue a primera vista. Empezaron a verse a escondidas de mis bisabuelos; ellos jamás habrían aceptado que su hija se casara con un jardinero. Lamentablemente, meses después los descubrieron. Intentaron separarlos, pero su amor era tan fuerte que decidieron huir. Mis bisabuelos estaban desesperados por encontrarlos. Un mes y medio después, los localizaron en una ciudad lejana, y mi abuela ya estaba embarazada de mi madre. A sus padres no les quedó otra opción que aceptar su relación, o su hija volvería a huir. Con la llegada de mi madre al mundo, la familia se unificó. Mis abuelos se casaron, y mi bisabuelo le enseñó a mi abuelo todo lo que sabía sobre negocios. Así comenzó Ediciones Montenegro, una pequeña empresa familiar que terminó convirtiéndose en un gran imperio.

—Oh... qué bella historia —reconoce Helena, con lágrimas en los ojos.

—Hele, no llores. Olvidé lo sensible que eres.

—Son lágrimas de emoción. Tus abuelos aún están juntos y son muy felices.

—Sí, aunque la muerte de mi madre fue un golpe muy duro para ellos.

—Aun así, tienen a sus tres nietos, que aunque les sacan canas verdes, los aman y jamás los abandonarían. Tony, siempre me has hablado de tu madre, pero nunca de tu padre...

—Es una larga historia; quizás en otro momento. Mejor te muestro otro lugar de la casa, Hele. Acompáñame —exclama Tony, desviando la conversación sobre su padre.

—Claro que sí, vámonos —responde Helena, levantándose de la silla y siguiendo a Tony.

Tony la lleva a la sala de entrenamiento. Lamentablemente, no están solos, y los descubren al pasar por la puerta. Helena quisiera huir rápidamente, pero ni sus pies ni su cabeza responden en ese momento. Todos sus sentidos están centrados en la figura que tiene frente a ella.

Desde que conoció a Alejandro, siempre lo había visto vestido muy formal, con trajes de etiqueta como todo empresario. Pero ahora, verlo de manera casual, con ropa deportiva, una musculosa que no deja nada a la imaginación, levantando pesas y mostrando su cuerpo fornido, su mente deja de funcionar. Se siente como una adolescente enamorada.

—¡Helena! ¿Estás bien? —pregunta Tony, divertido, al ver la reacción de su amiga, que ha quedado sin palabras ante la figura de su hermano.

—Sí... sí, Tony —responde a duras penas, volviendo en sí—. Vámonos, no quiero hacer enojar a Alejandro.

—¿Tú crees? No te preocupes, el gimnasio es su lugar favorito; el ejercicio lo pone de buen humor. Esto se pondrá muy divertido.

—¡Tony! —lo regaña, a punto de salir huyendo, cuando una voz a sus espaldas la detiene en seco.

—¿Ya se va, señorita Helena? —pregunta Alejandro con cinismo, sin poder creer que no será fácil deshacerse de esa mujer ahora que la abuela está en la casa. Helena se gira para enfrentarlo, pero sabe que ha cometido un terrible error; debería haber huido.

Alejandro tiene la apariencia de un dios griego, su musculosa, que antes cubría sus pectorales, ahora yace sobre sus hombros, empapada de sudor por el ejercicio físico.

—¿Está disfrutando de la vista, señorita? —se burla de ella. Pero en ese momento, Helena reacciona y sale huyendo como una cobarde, seguida por Tony. La alcanza en la cocina.

—Helena, cálmate —Tony intenta tranquilizarla, pero no puede evitar reírse.

—¡Te estás burlando de mí, Tony!

—Claro que no, no de ti, de la situación.

—Sabías que Alejandro estaba en el gimnasio —exclama, mirándolo a los ojos.

—¿Cómo iba a saberlo si estaba contigo? —No lo sabía, pero Alejandro pasa muchas horas en ese lugar descargando sus frustraciones; era probable que lo encontraran.

—Tu hermano... tu hermano es un idiota.

—Helena, siéntate, te daré algo fresco de tomar —comenta, riéndose.

—¡Sigues riéndote de mí, Tony!

—Perdóname, Hele, no pude evitarlo.

—Te odio... —En ese momento, su teléfono comienza a sonar y, al ver el número de Amelia, recuerda que es hora de conectarse al podcast de Lily. Desesperada, atiende la llamada—. Lo siento, Ame, olvidé la hora. Juro que lo resolveré —se excusa con el corazón en la boca; Butterfly no puede defraudar a sus lectores.

—Tranquila, faltan 15 minutos. Por favor, resuélvelo.

—Ven conmigo, Helena —dice Tony, tomándola del brazo para llevarla rápidamente a su habitación.

—Tony, ¿estás seguro?

—Sí, Hele, hazlo desde aquí, nadie te descubrirá.

—Gracias —exclama, dándole un beso en la mejilla—. Era mentira que te odio.

—Lo sé, Helena, no puedes vivir sin mí.

—Lo de creído viene de familia, ¿verdad? —pregunta riéndose mientras acomoda su laptop para conectarse al podcast.

Alejandro, en su habitación junto a Luciano, está conectado al mismo podcast. Deben conocer en profundidad a Butterfly para poder llegar a ella, aunque saben que será sin cámaras y con una voz distorsionada.

Terminado el podcast, ambos debaten lo que acaban de escuchar de la escritora del momento.

—Alejandro, debemos conseguir a Butterfly.

—No te preocupes, Luciano, estoy seguro de que quiere trabajar para Ediciones Montenegro. Solo busca que le roguemos.

—Butterfly tiene un enorme talento para las palabras, enamora a su público con solo escucharla —añade Luciano—. ¿Quién será? ¿Hombre o mujer? Me fascinan los misterios.

—Tranquilo, hermano, te aseguro que haré hasta lo imposible por saber quién está detrás de Butterfly.

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