—¿Vestirme de hombre, señora? ¿Está segura de lo que dice? —pregunta Helena, sorprendida.
—Sí, mi niña. ¿No quieres ser editora en jefe y darle una lección a Alejandro? —Sí, señora, pero vestirme de hombre… ¿no sería llevarlo demasiado lejos? —Quizás tengas razón, pero quiero demostrarle que no todas las mujeres son como Alina. Además, Tony me mostró tu currículum. Te graduaste con honores y fuiste la mejor de tu clase; no quiero perder la oportunidad de trabajar contigo. —Señora Lucía, hay algo que debo decirle —Helena vacila, consciente de que está a punto de revelar un gran secreto, pero confía en la abuela para guardarlo. —¿Estás segura, Hele? —Tony la observa, sorprendido. —Sí, Tony. La señora Lucía es alguien en quien puedo confiar; sé que sabrá guardar el secreto. —¿Qué se traen ustedes dos? —pregunta Lucía, mirándolos con curiosidad—. ¿De qué secreto hablan? —Señora... yo... soy Butterfly —confiesa Helena, sintiendo que su corazón late a mil por hora. —¿Qué? —Lucía abre los ojos, incrédula—. ¿Tú eres Butterfly? —Sí, señora… —Helena asiente con timidez. —Mi niña, no sientas vergüenza. ¡Wow! No puedo creerlo, Helena. ¿Te das cuenta del gran talento que tienes? Hace meses que Ediciones Montenegro quiere trabajar contigo. —Lo sé, pero por favor, no se lo diga a nadie —suplica Helena. —Tranquila, no lo haré. Pero... ¿por qué te escondes? —¿De verdad lo pregunta? Mire quién soy —responde Helena con inseguridad, consciente de que nunca se ha considerado bonita; sabe que en este mundo lo que vende es la belleza o el misterio. —Mi niña, no veo nada malo en ti… —Abuela, Helena tiene muchas inseguridades sobre su cuerpo y su apariencia. Ella se ve fea, cuando no lo es —interviene Tony. —Por supuesto que no eres fea, ¿quién te ha dicho eso? —Me lo han dicho y hecho sentir desde que tengo uso de razón. —Escúchame, Helena, no lo eres, y quiero que te lo grabes en la cabeza. Quizás no sabes arreglarte como las mujeres de esta época, pero eres bonita, y tu corazón te hace aún más hermosa. —Gracias —responde Helena, avergonzada. —Que seas Butterfly nos ayudará aún más en esta lección, si estás dispuesta a jugar un poco con Tony y conmigo —añade Lucía, divertida. —¿En qué podría ayudar eso? —pregunta Helena, sintiendo que se ha metido en un gran lío. —Mi niña, Alejandro está acostumbrado a que todos los autores reconocidos quieran trabajar con él. —Es lógico, señora; su nieto es el mejor editor que existe. Muchos escritores lo soñamos. —Lo sé, Helena, pero no me gusta que se la crea y que todo le sea tan fácil. —¿Y qué desea hacer? —Quiero que Butterfly rechace trabajar para Ediciones Montenegro. —¿Por qué? —pregunta Helena, decepcionada. —Lo harás, Helena. Solo quiero que Alejandro luche por ganarte —confiesa Lucía. —Entiendo, señora —asiente Helena, aunque con muchas dudas en su mente. —Pero volvamos a lo más importante. Quiero que seas editora en jefe, Helena, que trabajes junto a Alejandro una vez que deje la presidencia. Lamentablemente, por el momento, solo puedo ofrecerte el puesto si te vistes y actúas como un hombre. Mi nieto no confiará en una mujer. —Señora Lucía, no sé... es todo muy extraño y arriesgado. Si me descubre, me odiará para siempre. —Tranquila, Helena, el plan funcionará. Pero te daré unos días para que lo pienses. Sé que no será fácil, pero tendrás a Tony a tu lado en todo momento. —Lo pensaré, lo prometo. —Helena, eres una buena mujer y muy talentosa. No permitas que nadie te haga dudar de eso —dice Lucía con ternura. —Gracias por confiar en mí, señora. —Por favor, no me llames más señora, solo Lucía —le pide, tomándola de la mano con cariño. —Está bien, Lucía —responde Helena, estrechando la mano de la anciana. —Gracias a ti por confiarme tu secreto. Está a salvo conmigo —añade Lucía con dulzura. —Abuela —Tony interrumpe la conversación—, me llevaré a Helena a conocer la casa. Ha quedado fascinada con ella. —Vayan y disfruten del aire libre. Helena, cuando tengas tu respuesta, solo tienes que llamarme. —Lo haré —contesta Helena con una sonrisa, reflejada también en Lucía—. La dejaremos descansar —añade, acercándose para besar a la anciana en la mejilla antes de salir de la habitación junto a Tony. Tony la lleva a recorrer la casa. Una mansión de tres pisos, diez habitaciones, tres baños, una piscina climatizada que prometió visitar algún día libre, y un jardín impresionante, con los rosales más bellos que Helena ha visto en su vida. —Por Dios, Tony, esta casa es maravillosa. Amo el estilo vintage que tiene. —Mi abuelo mismo la diseñó en su mente cuando aún no tenía dinero. —¿Los Montenegro eran pobres? —pregunta Helena, sorprendida. Siempre imaginó que provenían de una familia millonaria y poderosa. —Sí, Hele, mi abuelo era muy pobre. Abandonó sus estudios para poder trabajar, y cuando conoció a mi abuela, decidió que se convertiría en un millonario. —Wow, no lo sabía... —La historia de mis abuelos es digna de una novela romántica —comenta Tony, con una sonrisa tierna en los labios. —¿Sí? —Helena se sienta en una silla del jardín—. Cuéntame más; sabes que amo las historias de amor. —No le digas que te lo conté, por favor. Mi abuela sí pertenecía a una familia muy poderosa en esa época —comienza a relatar Tony, sentándose junto a Helena—. Mi abuelo era jardinero y comenzó a trabajar en su casa cuando ella tenía 19 años. Su amor fue a primera vista. Empezaron a verse a escondidas de mis bisabuelos; ellos jamás habrían aceptado que su hija se casara con un jardinero. Lamentablemente, meses después los descubrieron. Intentaron separarlos, pero su amor era tan fuerte que decidieron huir. Mis bisabuelos estaban desesperados por encontrarlos. Un mes y medio después, los localizaron en una ciudad lejana, y mi abuela ya estaba embarazada de mi madre. A sus padres no les quedó otra opción que aceptar su relación, o su hija volvería a huir. Con la llegada de mi madre al mundo, la familia se unificó. Mis abuelos se casaron, y mi bisabuelo le enseñó a mi abuelo todo lo que sabía sobre negocios. Así comenzó Ediciones Montenegro, una pequeña empresa familiar que terminó convirtiéndose en un gran imperio. —Oh... qué bella historia —reconoce Helena, con lágrimas en los ojos. —Hele, no llores. Olvidé lo sensible que eres. —Son lágrimas de emoción. Tus abuelos aún están juntos y son muy felices. —Sí, aunque la muerte de mi madre fue un golpe muy duro para ellos. —Aun así, tienen a sus tres nietos, que aunque les sacan canas verdes, los aman y jamás los abandonarían. Tony, siempre me has hablado de tu madre, pero nunca de tu padre... —Es una larga historia; quizás en otro momento. Mejor te muestro otro lugar de la casa, Hele. Acompáñame —exclama Tony, desviando la conversación sobre su padre. —Claro que sí, vámonos —responde Helena, levantándose de la silla y siguiendo a Tony. Tony la lleva a la sala de entrenamiento. Lamentablemente, no están solos, y los descubren al pasar por la puerta. Helena quisiera huir rápidamente, pero ni sus pies ni su cabeza responden en ese momento. Todos sus sentidos están centrados en la figura que tiene frente a ella. Desde que conoció a Alejandro, siempre lo había visto vestido muy formal, con trajes de etiqueta como todo empresario. Pero ahora, verlo de manera casual, con ropa deportiva, una musculosa que no deja nada a la imaginación, levantando pesas y mostrando su cuerpo fornido, su mente deja de funcionar. Se siente como una adolescente enamorada. —¡Helena! ¿Estás bien? —pregunta Tony, divertido, al ver la reacción de su amiga, que ha quedado sin palabras ante la figura de su hermano. —Sí... sí, Tony —responde a duras penas, volviendo en sí—. Vámonos, no quiero hacer enojar a Alejandro. —¿Tú crees? No te preocupes, el gimnasio es su lugar favorito; el ejercicio lo pone de buen humor. Esto se pondrá muy divertido. —¡Tony! —lo regaña, a punto de salir huyendo, cuando una voz a sus espaldas la detiene en seco. —¿Ya se va, señorita Helena? —pregunta Alejandro con cinismo, sin poder creer que no será fácil deshacerse de esa mujer ahora que la abuela está en la casa. Helena se gira para enfrentarlo, pero sabe que ha cometido un terrible error; debería haber huido. Alejandro tiene la apariencia de un dios griego, su musculosa, que antes cubría sus pectorales, ahora yace sobre sus hombros, empapada de sudor por el ejercicio físico. —¿Está disfrutando de la vista, señorita? —se burla de ella. Pero en ese momento, Helena reacciona y sale huyendo como una cobarde, seguida por Tony. La alcanza en la cocina. —Helena, cálmate —Tony intenta tranquilizarla, pero no puede evitar reírse. —¡Te estás burlando de mí, Tony! —Claro que no, no de ti, de la situación. —Sabías que Alejandro estaba en el gimnasio —exclama, mirándolo a los ojos. —¿Cómo iba a saberlo si estaba contigo? —No lo sabía, pero Alejandro pasa muchas horas en ese lugar descargando sus frustraciones; era probable que lo encontraran. —Tu hermano... tu hermano es un idiota. —Helena, siéntate, te daré algo fresco de tomar —comenta, riéndose. —¡Sigues riéndote de mí, Tony! —Perdóname, Hele, no pude evitarlo. —Te odio... —En ese momento, su teléfono comienza a sonar y, al ver el número de Amelia, recuerda que es hora de conectarse al podcast de Lily. Desesperada, atiende la llamada—. Lo siento, Ame, olvidé la hora. Juro que lo resolveré —se excusa con el corazón en la boca; Butterfly no puede defraudar a sus lectores. —Tranquila, faltan 15 minutos. Por favor, resuélvelo. —Ven conmigo, Helena —dice Tony, tomándola del brazo para llevarla rápidamente a su habitación. —Tony, ¿estás seguro? —Sí, Hele, hazlo desde aquí, nadie te descubrirá. —Gracias —exclama, dándole un beso en la mejilla—. Era mentira que te odio. —Lo sé, Helena, no puedes vivir sin mí. —Lo de creído viene de familia, ¿verdad? —pregunta riéndose mientras acomoda su laptop para conectarse al podcast. Alejandro, en su habitación junto a Luciano, está conectado al mismo podcast. Deben conocer en profundidad a Butterfly para poder llegar a ella, aunque saben que será sin cámaras y con una voz distorsionada. Terminado el podcast, ambos debaten lo que acaban de escuchar de la escritora del momento. —Alejandro, debemos conseguir a Butterfly. —No te preocupes, Luciano, estoy seguro de que quiere trabajar para Ediciones Montenegro. Solo busca que le roguemos. —Butterfly tiene un enorme talento para las palabras, enamora a su público con solo escucharla —añade Luciano—. ¿Quién será? ¿Hombre o mujer? Me fascinan los misterios. —Tranquilo, hermano, te aseguro que haré hasta lo imposible por saber quién está detrás de Butterfly.Helena regresa a casa exhausta, con la mente llena de pensamientos. Aún no puede creer que en solo dos días haya vivido más experiencias que en toda su vida. Está confundida; sabe que disfrazarse de hombre es una locura, pero al mismo tiempo lo ve como un desafío que podría romper la monotonía de su vida y, además, cumplir su sueño de trabajar con Alejandro Montenegro sin tener que enfrentarse directamente a él.Mientras alimenta a su gato, Felipe, suena el teléfono. Al ver que es su madre, se deja caer en el sofá y contesta:—Hola, mamá —saluda con cariño.—Hola, mi niña. Escuché el podcast con Lily, estuviste maravillosa como siempre.—Gracias, mamá. Estaba muy nerviosa porque… estaba en casa de Tony —confiesa, sorprendiendo a su madre.—¿Fuiste a casa de Tony? Cuéntame, ¿qué pasó? Después de tu pelea con Alejandro Montenegro no hemos hablado.Helena le cuenta todo lo ocurrido: el encuentro con Lucía en la calle, el camino al hospital, y la nueva confrontación con Alejandro.—Amor,
Capítulo Ocho:Helena despierta al día siguiente con el sonido insistente del teléfono. Es Tony. En su tono animado, le informa que pasará a buscarla en media hora para almorzar en la mansión Montenegro y empezar con el plan de su abuela.Al llegar a la imponente mansión, Helena desciende del auto con los ojos deslumbrados. No puede dejar de admirar el lujo y el esplendor del lugar. ¿Algún día podrá aspirar a tener algo así?—No puedo creer que hayas aceptado —dice Tony, sonriendo con incredulidad. Para él, es una jugada inesperada, algo que jamás habría imaginado que Helena haría. Pero aquí está, impulsada por su ambición de ser editora en jefe y la necesidad de darle una lección a su hermano. Solo espera que el almuerzo transcurra en paz, por el bien de Lucía.—No tenía otra opción, Tony. Si quiero ser editora en jefe, este es el único camino que me queda —responde Helena, aún sin poder asimilar lo que está a punto de hacer.—Lo entiendo, Hele, pero prepárate, porque te esperan días
Los días pasan rápidamente. Tony y Lucía dedican varias horas al día para entrenar a Helena. Le enseñan desde cómo impostar la voz hasta cómo comportarse en presencia de otros hombres.Fueron de compras. Adquirieron trajes elegantes para el trabajo y ropa casual para eventos fuera de la oficina. También compraron una peluca marrón de cabello corto y unos bigotes postizos negros que se adhieren con facilidad.Aunque la situación parece irreal, Helena está más decidida que nunca. Sabe que cuenta con el respaldo de Tony dentro de la empresa, quien podrá ayudarla si algún error amenaza con revelar su identidad.Mientras tanto, Alejandro sigue sin rendirse con Butterfly, pero siempre recibe la misma respuesta. Esto lo desespera; nunca antes había tenido que rogar para que alguien aceptara trabajar con él.En dos días, Martín Gutiérrez será presentado a la familia Montenegro, y Helena se siente lista para interpretar el papel más importante de su vida.—¿Estás lista, Helena? —pregunta Lucía
Los hermanos Montenegro miran a Martín con desdén, incapaces de creer lo que ven: un joven delgado, con facciones suaves y casi femeninas. Además, no ha dicho una sola palabra desde que entró en la sala de juntas.—¿Este es el editor en jefe que elegiste, abuela? —pregunta Alejandro, molesto. Helena abre los ojos sorprendida; quisiera abofetearlo y hacerle tragar sus palabras, pero debe contenerse. Si pierde el control, arriesgará todo el plan.—Alejandro, ten más respeto por Martín, apenas lo conoces —dice Tony, irritado. No puede creer que Helena tenga razón: su hermano se ha vuelto un amargado insoportable.—¿Por qué lo defiendes, Tony? ¿Es otro de tus amigos que intentas meter en la empresa? —Alejandro lo desafía, encendiendo la tensión entre ambos.—No voy a permitir que sigas metiéndote con Helena. Si continúas, me conocerás de verdad.—¿De verdad te pelearías conmigo, tu propio hermano, por una mujer? —pregunta Alejandro, incrédulo. Jamás había visto a Tony tan dispuesto a defe
Los días pasan, y la relación entre Alejandro y Martín se afianza cada vez más. Aunque Helena sigue sintiéndose incómoda cada vez que se disfraza de hombre, poco a poco se ha vuelto más confiada. Nadie parece sospechar que Martín Gutiérrez no es quien dice ser, y mucho menos podrían imaginar que, en realidad, es ella.Trabajan codo a codo, complementándose de manera sorprendente. Alejandro no tiene dudas de que la elección de su abuela fue un golpe maestro: Martín es brillante, el candidato ideal para tomar las riendas como editor en jefe una vez que él ascienda a CEO. Además, lo considera su mano derecha.Pero Alejandro no puede sacarse de la cabeza una sola cosa: Butterfly. Desde que la conoció virtualmente y rechazó su oferta de trabajo, algo en su interior ha quedado atrapado en una espiral de obsesión. Se pasa horas revisando sus redes sociales, buscando pistas, y finalmente ha descubierto, gracias a su manager, que hoy dará una entrevista en persona en una emisora de radio. La o
—No puedo creer que estoy frente a Butterfly —dice la conductora emocionada—. Soy una gran admiradora de tus novelas y espero con ansias tu nueva trilogía.—Gracias por invitarme, Maribel. Estoy lista para responder todas tus preguntas —responde Helena con una cálida sonrisa, dirigiéndose a su amiga, a quien no veía desde hace años.—¡Esto es increíble! Estamos transmitiendo en vivo por las redes sociales, y ya tenemos más de 10.000 personas conectadas —comenta Maribel, visiblemente sorprendida—. Dime, Butterfly, ¿alguna vez imaginaste tener este impacto en tu público?—La verdad, es que no. Estoy profundamente agradecida con todos ellos —responde finalmente, dejando entrever una leve vulnerabilidad que apenas logra ocultar en su voz.Maribel, sin notar el sutil cambio en su tono, continúa:—Cuéntanos un poco sobre tu vida. Sabemos que prefieres mantener tu anonimato, y lo respetamos. Pero déjenme decirles —Maribel se dirige a la audiencia— que Butterfly es una persona maravillosa. Es
Un nuevo día comienza en Ediciones Montenegro. Hace casi un mes que Helena, bajo la identidad de Martín Gutiérrez, trabaja como asistente de Alejandro, quien está a punto de asumir el puesto de Ceo, finalizado el cumpleaños de su abuela.Al principio, ser Martín fue solo un rol que debía interpretar, pero ahora, este personaje se ha convertido en algo más profundo para Helena. A través de él, ha descubierto una faceta distinta de Alejandro Montenegro, una que contradice la imagen que siempre tuvo de él. Aunque no quiere admitirlo, Tony tenía razón: Alejandro ha sido un jefe impecable y, sobre todo, un buen amigo. Si tan solo pudiera dejar de despreciar a Helena y entender que ella no es su enemiga…Tras estacionar el auto, Helena baja con una caja de cafés para sus compañeros y su jefe. Al entrar en la oficina, Tony se acerca con una sonrisa y le quita la caja de las manos.—Hoy estamos de suerte, Martín nos trajo el desayuno —anuncia en voz alta, provocando aplausos y sonrisas de los
Helena regresa a casa después de un día agotador en la oficina. Los pensamientos sobre lo que Tony le dijo aún resuenan en su mente: ¿realmente podría estar enamorada de Alejandro? A pesar de las semanas que ha pasado trabajando codo a codo con él, conociendo cada detalle de su carácter, no puede permitirse admitirlo. No quiere estarlo, y mucho menos de alguien como él.La verdad es que, aunque muchos la tildan de insegura, en este caso está convencida de que no tiene ninguna oportunidad con Alejandro. Un hombre como él nunca se fijaría en ella, y menos cuando se trata de Helena, a quien desprecia profundamente.Al llegar a casa, se da una ducha larga, intentando relajarse y sacarse de encima la tensión del día. Luego se cambia a su vestimenta habitual y está a punto de acomodarse en el sofá cuando su teléfono suena. Es Tony, quien le dice que está afuera de su casa, porque su abuela Lucía la ha invitado a tomar el té. Parece que necesita hablarle de algo importante, probablemente sob