—Está bien, Alejandro, solo dime qué quieres y lárgate. Estoy agotada de tus desprecios, de tu maltrato, cuando jamás te he hecho nada —exclama Helena, con la voz quebrada por la frustración. Está harta de esa tensión insoportable que siempre parece envolverlos sin razón aparente.Alejandro la mira en silencio por un momento. Sus ojos oscuros, habitualmente impenetrables, muestran un atisbo de confusión.—Quizás tengas razón, Helena... Creo que te debo una disculpa —admite con voz grave, como si esas palabras le costaran. Se pasa una mano por el cabello, claramente incómodo—. No sé qué me pasa contigo. Eres la primera persona que se atreve a desafiarme, y... eso me desconcierta.Helena lo mira con incredulidad, cruzando los brazos sobre su pecho como un escudo.—Te he desafiado porque tú me atacas primero, siempre sin motivo. Nunca he intentado aprovecharme de Tony para entrar a la empresa, y mucho menos usé a tu abuela. Si hubiera querido hacerlo, lo habría hecho antes. Ayudé a Lucía
La semana ha sido intensa. Martín y Alejandro han estado a tope: entrevistas con nuevos autores, campañas de marketing y presentaciones de libros. Uno de los momentos destacados ha sido el bello poemario de Micaela, que ha dejado al público completamente cautivado.Es curioso pensar en Micaela… Hace solo unos días, Helena la veía como una amenaza, y ahora todo ha cambiado. Se siente a gusto con ella, y mientras organizan el cumpleaños de Lucía, se conocen más profundamente, forjando una creciente amistad.Desde la tregua entre Helena y Alejandro, no han vuelto a verse ni a comunicarse. Sin embargo, Alejandro sigue insistiendo en trabajar con Butterfly, algo que Helena tendrá que hablar con Lucía, ya que le prometió ayudarlo a acercarse a ella.Un nuevo día comienza en Ediciones Montenegro. Hoy el ambiente es más relajado, con solo tareas de oficina. Martín está concentrado en su escritorio, revisando los manuscritos que han llegado, cuando un empleado irrumpe en su oficina sin tocar l
—¿Abuela... hablas en serio? ¿Qué hizo esa mujer para que la veas así?, se te metió hasta por los ojos! —pregunta Alejandro, frustrado y molesto, incapaz de creer la actitud de su abuela. Nunca había sido tan impulsiva en sus decisiones.—¿Te parece poco que me salvó la vida? Si no fuera por ella, no estaríamos teniendo esta conversación —Lucía lo mira directamente a los ojos, notando la confusión en su nieto mayor. Sabe que, aunque él lo niegue, Helena no le es indiferente.—Lo sé, abuela, y se lo agradecí, pero de ahí a casarme con ella... hay un gran abismo —Alejandro camina nervioso por toda la oficina, incapaz de ocultar su agitación.—¿Por qué no quieres casarte con ella? Es bonita, es una buena mujer, con carácter... Ideal para ti, que no soportas a las mujeres débiles.—Abuela, ella no es bonita. Y aunque no soy superficial como Luciano, Helena no me parece atractiva en absoluto —afirma, aunque, en el fondo, sabe que hay algo en ella que lo atrae inexplicablemente. Sin embargo
Alejandro observa a Martín detenidamente a los ojos, sin duda puede ver confusión en ellos. Nota a la legua que está sufriendo por amor y sabe que tiene que hacerle entender que Helena no le interesa y que no se casaría con ella, menos si eso significa el dolor de su amigo.—Escúchame, Martín —exclama Alejandro, levantándose de su asiento para acercarse al joven y darle ánimo, dándole un golpe amistoso en la espalda—. A mí Helena no me interesa, es solo una idea de mi abuela para casarme con ella, pero no lo haré, menos viéndote sufrir de esta manera.—Alejandro, yo sé que Helena no me quiere y no me querrá nunca. Me ve solamente como su amigo, no puedo aspirar a su amor —confiesa Martín con dolor, volcando sus propios sentimientos.—Martín, eres aún muy joven, eres atractivo, no debes sufrir tanto por una mujer. Te aseguro que no lo vale. Tengo una idea... ¿qué te parece si esta noche vamos por unos tragos? Puedo decirle a Luciano y a Tony que nos acompañen —sugiere Alejandro, preocu
A la mañana siguiente, Helena se despierta con un terrible dolor de cabeza, producto del alcohol ingerido la noche anterior, y una llamada entrante en su celular que no deja de sonar. Aunque no reconoce el número, decide atender la llamada:–Hola, querida Helena –saluda Micaela del otro lado del teléfono, sorprendiéndola–. ¿A que no esperabas mi llamada, verdad? –exclama con la amabilidad que la caracteriza.–La verdad es que no... Buenos días, Mica.–Perdona si te he despertado. Me dijo Tony que anoche tuvieron noche de “chicos” para ahogar las penas –añade, riéndose.–Sí, y por poco me quedo dormida para ir a trabajar. Gracias por llamarme –le agradece Helena, levantándose de la cama para comenzar a cambiarse y personalizarse como Martín.–Espera, Helena. Por orden de mi madrina, hoy no tienes que ir a trabajar.–¿Cómo? –pregunta incrédula.–Tranquila, Tony se encargará de hablar con Alejandro y le dirá que tienes un terrible dolor de cabeza, producto de la resaca.–Pero... no entie
—Lo siento, mi niño, pero ya no hay más opciones. Debes conocer a una buena mujer y casarte con ella, o la buscaré yo por ti —afirma Lucía Montenegro, cabeza de familia y presidenta de las editoriales que llevan su nombre.—Abuela, no puedes obligarme a casarme —responde Alejandro, que tras la traición de Alina hace años, juró no volver a confiar en las mujeres y, por ende, jamás casarse, ni siquiera ante la insistencia de su abuela.—Alejandro, ten compasión de esta pobre anciana. Eres mi nieto mayor y necesito que ocupes el cargo presidencial. Además, por una regla de tu difunto abuelo, debes estar casado para asumir el puesto. También quiero conocer a mis bisnietos.—Abuela, lo que pides es una locura. Sabes bien cuál es mi postura sobre el matrimonio.—Lo sé, amor, pero antes creías en él. Si no fuera por...—No la menciones... —Alejandro jamás perdonará a Alina, una mujer sin escrúpulos que solo se interesó en él por su dinero.—No todas las mujeres somos iguales, hijo.—Déjame d
Más que decidida, aunque los nervios la consumen, Helena cruza la puerta principal de Ediciones Montenegro. Desde pequeña, sus padres le enseñaron a luchar por sus sueños, y este es uno de los más grandes: convertirse en editora en jefe y trabajar al lado de Alejandro Montenegro, uno de los editores más destacados que ha conocido.Helena no puede creer lo que ve. El impresionante lugar ante sus ojos la deja sin palabras, algo raro en una escritora. Con el corazón latiendo a mil por hora, se acerca a una recepcionista, quien, con una mirada distante, le indica que espere mientras termina una llamada.Pocos minutos después, la misma recepcionista la llama al escritorio y, con un tono de mal humor, le pregunta:-Hola, ¿qué necesitas? Si vienes por el puesto de editor en jefe, no pierdas tu tiempo. El señor Alejandro no contrata mujeres -dice la joven, levantándose del escritorio sin darle la oportunidad de responder.Justo en ese momento, Helena escucha que alguien la llama a lo lejos. E
Tony acompaña a Helena hasta la salida, visiblemente desconcertado. En todos los años que lleva conociéndola, nunca la había visto tan alterada, y menos aún a su hermano. Aunque Alejandro puede ser difícil de tratar, jamás había sido tan irrespetuoso con una mujer. ¿Qué pudo haber pasado para que se enfrentaran de esa manera? Sin duda, Alejandro ha encontrado a alguien que le hace frente.—No puedo creer lo que has hecho, Helena. Te has enfrentado a mi hermano.—Lo siento, Tony, pero no podía permitir que me tratara de esa manera. Aunque sea Alejandro Montenegro, no tenía derecho —responde, todavía furiosa por la insinuación de ese hombre. La imagen que tenía de él se ha desmoronado por completo.—Tienes razón, Hele, pero llamarlo amargado por culpa de una mujer fue un golpe bajo.—Lo sé, Tony. Pero no puedo quedarme callada ante las injusticias.—Me temo que ya no tendrás otra oportunidad en Ediciones Montenegro, y todo es por mi culpa —admite Tony con tristeza.—¿Por qué dices eso?