—Lo siento, mi niño, pero ya no hay más opciones. Debes conocer a una buena mujer y casarte con ella, o la buscaré yo por ti —afirma Lucía Montenegro, cabeza de familia y presidenta de las editoriales que llevan su nombre. —Abuela, no puedes obligarme a casarme —responde Alejandro, que tras la traición de Alina hace años, juró no volver a confiar en las mujeres y, por ende, jamás casarse, ni siquiera ante la insistencia de su abuela. —Alejandro, ten compasión de esta pobre anciana. Eres mi nieto mayor y necesito que ocupes el cargo presidencial. Además, por una regla de tu difunto abuelo, debes estar casado para asumir el puesto. También quiero conocer a mis bisnietos. —Abuela, lo que pides es una locura. Sabes bien cuál es mi postura sobre el matrimonio. —Lo sé, amor, pero antes creías en él. Si no fuera por... —No la menciones... —Alejandro jamás perdonará a Alina, una mujer sin escrúpulos que solo se interesó en él por su dinero. —No todas las mujeres somos iguales, hijo. —D
Más que decidida, aunque los nervios la consumen, Helena cruza la puerta principal de Ediciones Montenegro. Desde pequeña, sus padres le enseñaron a luchar por sus sueños, y este es uno de los más grandes: convertirse en editora en jefe y trabajar al lado de Alejandro Montenegro, uno de los editores más destacados que ha conocido. Helena no puede creer lo que ve. El impresionante lugar ante sus ojos la deja sin palabras, algo raro en una escritora. Con el corazón latiendo a mil por hora, se acerca a una recepcionista, quien, con una mirada distante, le indica que espere mientras termina una llamada. Pocos minutos después, la misma recepcionista la llama al escritorio y, con un tono de mal humor, le pregunta: -Hola, ¿qué necesitas? Si vienes por el puesto de editor en jefe, no pierdas tu tiempo. El señor Alejandro no contrata mujeres -dice la joven, levantándose del escritorio sin darle la oportunidad de responder. Justo en ese momento, Helena escucha que alguien la llama a lo lejos
Tony acompaña a Helena hasta la salida, visiblemente desconcertado. En todos los años que lleva conociéndola, nunca la había visto tan alterada, y menos aún a su hermano. Aunque Alejandro puede ser difícil de tratar, jamás había sido tan irrespetuoso con una mujer. ¿Qué pudo haber pasado para que se enfrentaran de esa manera? Sin duda, Alejandro ha encontrado a alguien que le hace frente. —No puedo creer lo que has hecho, Helena. Te has enfrentado a mi hermano. —Lo siento, Tony, pero no podía permitir que me tratara de esa manera. Aunque sea Alejandro Montenegro, no tenía derecho —responde, todavía furiosa por la insinuación de ese hombre. La imagen que tenía de él se ha desmoronado por completo. —Tienes razón, Hele, pero llamarlo amargado por culpa de una mujer fue un golpe bajo. —Lo sé, Tony. Pero no puedo quedarme callada ante las injusticias. —Me temo que ya no tendrás otra oportunidad en Ediciones Montenegro, y todo es por mi culpa —admite Tony con tristeza. —¿Por qué dices
—¿Helena? ¿Qué Hele...? —Alejandro reconoce al instante la voz de la mujer que hace solo minutos lo había insultado en su propia oficina. —¡Eres tú! ¿Qué haces con el teléfono de mi abuela? ¡¿Qué le has hecho?! —La furia y la preocupación lo consumen. Tony, al ver la reacción de su hermano, le arrebata el teléfono y toma el control de la conversación. —Hola, Hele, soy Tony. Dime, ¿qué ha pasado? —pregunta con seriedad, consciente de que Helena y su abuela no se conocen. —Tony, gracias a Dios que contestaste. Alejandro no me dejó explicarle. Tu abuela, Lucía, se descompensó mientras iba hacia la empresa. Afortunadamente, yo estaba cerca y pude ayudarla a tiempo. Está fuera de peligro, pero vamos camino al hospital. Está muy nerviosa y necesita verlos —explica Helena, con la voz aún temblorosa. —Mi querida Hele —Tony exclama, emocionado hasta las lágrimas—. Los Montenegro te estaremos eternamente agradecidos. Te quiero, Hele. Minutos después, los hermanos Montenegro llegan al hospita
Helena baja del autobús y entra en su casa. Exhausta, se desploma en el sofá que está junto a la puerta, abrumada por un día que ha sido demasiado intenso. Cierra los ojos y casi de inmediato siente la suave presencia de su pequeño gato, Felipe, que se acerca, buscando su habitual bienvenida y un poco de comida. —Hola, mi Feli. ¿Tienes hambre? —murmura Helena, levantándose del sofá para dirigirse a la cocina y servirle su comida favorita. Después de alimentar a Felipe, decide darse una ducha para aliviar la tensión que aún siente. No puede dejar de pensar en lo ridículo que es Alejandro Montenegro. ¿Cómo es posible que alguien como él, con ese carácter frío y autoritario, esté a punto de hacerse cargo de la empresa? Durante años lo admiró y soñó con trabajar junto a él, pero ahora ese sueño parece más una pesadilla. Ya más tranquila tras la ducha, se pone ropa cómoda y se acomoda en el sofá con el control remoto en la mano. Una buena película romántica es justo lo que necesita para
—¿Vestirme de hombre, señora? ¿Está segura de lo que dice? —pregunta Helena, sorprendida. —Sí, mi niña. ¿No quieres ser editora en jefe y darle una lección a Alejandro? —Sí, señora, pero vestirme de hombre… ¿no sería llevarlo demasiado lejos? —Quizás tengas razón, pero quiero demostrarle que no todas las mujeres son como Alina. Además, Tony me mostró tu currículum. Te graduaste con honores y fuiste la mejor de tu clase; no quiero perder la oportunidad de trabajar contigo. —Señora Lucía, hay algo que debo decirle —Helena vacila, consciente de que está a punto de revelar un gran secreto, pero confía en la abuela para guardarlo. —¿Estás segura, Hele? —Tony la observa, sorprendido. —Sí, Tony. La señora Lucía es alguien en quien puedo confiar; sé que sabrá guardar el secreto. —¿Qué se traen ustedes dos? —pregunta Lucía, mirándolos con curiosidad—. ¿De qué secreto hablan? —Señora... yo... soy Butterfly —confiesa Helena, sintiendo que su corazón late a mil por hora. —¿Qué? —
Helena regresa a casa exhausta, con la mente llena de pensamientos. Aún no puede creer que en solo dos días haya vivido más experiencias que en toda su vida. Está confundida; sabe que disfrazarse de hombre es una locura, pero al mismo tiempo lo ve como un desafío que podría romper la monotonía de su vida y, además, cumplir su sueño de trabajar con Alejandro Montenegro sin tener que enfrentarse directamente a él. Mientras alimenta a su gato, Felipe, suena el teléfono. Al ver que es su madre, se deja caer en el sofá y contesta: —Hola, mamá —saluda con cariño. —Hola, mi niña. Escuché el podcast con Lily, estuviste maravillosa como siempre. —Gracias, mamá. Estaba muy nerviosa porque… estaba en casa de Tony —confiesa, sorprendiendo a su madre. —¿Fuiste a casa de Tony? Cuéntame, ¿qué pasó? Después de tu pelea con Alejandro Montenegro no hemos hablado. Helena le cuenta todo lo ocurrido: el encuentro con Lucía en la calle, el camino al hospital, y la nueva confrontación con Alejandro. —
Capítulo Ocho: Helena despierta al día siguiente con el sonido insistente del teléfono. Es Tony. En su tono animado, le informa que pasará a buscarla en media hora para almorzar en la mansión Montenegro y empezar con el plan de su abuela. Al llegar a la imponente mansión, Helena desciende del auto con los ojos deslumbrados. No puede dejar de admirar el lujo y el esplendor del lugar. ¿Algún día podrá aspirar a tener algo así? —No puedo creer que hayas aceptado —dice Tony, sonriendo con incredulidad. Para él, es una jugada inesperada, algo que jamás habría imaginado que Helena haría. Pero aquí está, impulsada por su ambición de ser editora en jefe y la necesidad de darle una lección a su hermano. Solo espera que el almuerzo transcurra en paz, por el bien de Lucía. —No tenía otra opción, Tony. Si quiero ser editora en jefe, este es el único camino que me queda —responde Helena, aún sin poder asimilar lo que está a punto de hacer. —Lo entiendo, Hele, pero prepárate, porque te esp