—¿Helena? ¿Qué Hele...? —Alejandro reconoce al instante la voz de la mujer que hace solo minutos lo había insultado en su propia oficina. —¡Eres tú! ¿Qué haces con el teléfono de mi abuela? ¡¿Qué le has hecho?! —La furia y la preocupación lo consumen. Tony, al ver la reacción de su hermano, le arrebata el teléfono y toma el control de la conversación.
—Hola, Hele, soy Tony. Dime, ¿qué ha pasado? —pregunta con seriedad, consciente de que Helena y su abuela no se conocen. —Tony, gracias a Dios que contestaste. Alejandro no me dejó explicarle. Tu abuela, Lucía, se descompensó mientras iba hacia la empresa. Afortunadamente, yo estaba cerca y pude ayudarla a tiempo. Está fuera de peligro, pero vamos camino al hospital. Está muy nerviosa y necesita verlos —explica Helena, con la voz aún temblorosa. —Mi querida Hele —Tony exclama, emocionado hasta las lágrimas—. Los Montenegro te estaremos eternamente agradecidos. Te quiero, Hele. Minutos después, los hermanos Montenegro llegan al hospital. Al acercarse a la habitación, encuentran a su abuela, ya recuperada, riendo con Helena. —¡Abuela! —grita Alejandro, desesperado, mientras corre hacia Lucía. Por un momento, Helena percibe lágrimas en sus ojos; es evidente cuánto adoran a su abuela. —Hola, mi niño, ya no te preocupes, estoy bien —le dice Lucía, mientras Alejandro se arroja a sus brazos como un niño pequeño. —Nos asustaste mucho, abuela. ¿Cómo quieres que no me preocupe? —Gracias a Dios solo fue un susto —agrega Luciano, también visiblemente afectado. —Tienen que agradecerle a esta muchachita que actuó rápido; de lo contrario, no estaría aquí para contarlo —comenta Lucía con una sonrisa. —Abuela, tú y tu sentido del humor —bromea Tony, mientras se acerca a Helena para abrazarla con cariño y gratitud—. Ella es mi mejor amiga, abuela. Helena es una persona increíble. —Ya, Tony, deja de adularme. Sabes que no me gusta —responde Helena, un poco incómoda. En ese momento, siente las miradas penetrantes de Alejandro y Luciano, lo que la pone aún más nerviosa. —Tony, estoy segura de que Helena es maravillosa. ¿Y saben qué? Como muestra de agradecimiento por lo que hizo por mí, quiero que trabaje en Ediciones Montenegro. —¿Qué dices, abuela? —Alejandro, aún impactado por lo que había ocurrido antes, pregunta con incredulidad—. No voy a aceptar a esta “señorita” en la empresa, mucho menos en mi equipo. Está vetada de por vida, abuela. Tiene la entrada prohibida. —Alejandro —exclama Lucía, sorprendida por la dureza de su nieto—, ¿qué sucede con Helena? ¿Ya la conoces? —Sí, abuela. Helena se presentó hoy para el puesto de editor en jefe —responde Tony. —Abuela, esta mujer se aprovechó de su amistad con Tony para llegar hasta mí, y eso es jugar sucio. Además, me dijo... me dijo... —Alejandro intenta contener su indignación. —¡Te dije que eres un amargado y un déspota, y no me arrepiento de haberlo dicho! —interviene Helena, nuevamente enfurecida con ese hombre que la saca de quicio. —¿Lo ves, abuela? ¡Estoy seguro de que te reconoció en la calle y te ayudó solo para obtener algo a cambio! Esta gente sin escrúpulos actúa así —sentencia Alejandro, justo antes de recibir una bofetada de Helena, quien no soporta más la situación. —¡No te lo voy a permitir! ¡No me importa que seas Alejandro Montenegro, no tienes derecho a juzgarme sin conocerme! —responde Helena, con la voz rota por la furia y las lágrimas. —¡Tú también me juzgaste sin conocerme! ¡Estamos a la par! —se defiende Alejandro. —¿Sabes qué? Tienes razón, lo hice, y no creo haberme equivocado viendo cómo tratas a la gente. Señora Lucía, me alegro de que esté mejor. La dejo con su familia; yo me voy de aquí —dice Helena, incapaz de soportar más la presencia de Alejandro. Sale rápidamente de la habitación, dejando a todos en un silencio atónito. —Tony, ve tras ella —le ordena Lucía con firmeza. Sin dudarlo, Tony sigue a su amiga, la alcanza y la envuelve en un abrazo cálido. —Ya, mi querida Hele, no llores más —le susurra Tony, guiándola hasta un banco fuera del hospital para que se siente. —No lo soporto, Tony, no soporto a tu hermano. Nunca me había pasado esto con nadie. —Nadie ha enfrentado a Alejandro como tú lo haces. Por eso reacciona así, pero estoy seguro de que, en el fondo, te agradece lo que hiciste. Los tres amamos a la abuela, pero para Alejandro, ella lo es todo. —No quiero volver a ver a tu hermano nunca más —declara Helena, con la rabia aún latente. —Tienes que calmarte, Hele. Recuerda que Ediciones Montenegro quiere trabajar con Butterfly —le recuerda Tony, confiando en que su amiga recobrará la calma. —No trabajaré con Ediciones Montenegro ni con tu hermano. —Ya lo hablaremos en su momento. ¿Quieres que te lleve a casa para descansar? Tengo el auto aquí cerca. —No, Tony, gracias —responde Helena mientras lo abraza con todo el cariño que siente por él, consciente de lo importante que es en su vida—. Necesito tomar un poco de aire. —¿Estás segura? —insiste Tony, preocupado por su amiga. —Sí. Ahora que lo pienso... eres tan diferente a tus hermanos. Luciano es un idiota... ¿viste cómo me miraba? Parecía que le daba asco, solo porque soy fea. —No lo eres, Helena. Deja de decir tonterías. —Y Alejandro... no encuentro palabras para describirlo. —¿Sabes lo que pienso? —pregunta Tony, con una sonrisa traviesa. —¿Qué? —Helena lo mira intrigada. —Que eres la mujer perfecta para Alejandro. Ambos son explosivos y tienen un corazón enorme; te aseguro que se complementarían. —Ahora el que dice tonterías eres tú, Tony —responde Helena, sorprendida por las palabras de su amigo—. ¿La mujer perfecta para tu hermano? Ese hombre, en lugar de corazón, tiene un bloque de hielo. —No lo juzgues tan rápidamente solo porque han tenido roces. Alejandro no es lo que crees; daría la vida por todos nosotros. —Obvio, es tu hermano, por eso lo defiendes. —Y soy su favorito —bromea Tony, provocando una risa en Helena—. Relájate, amiga. Ve a casa y mañana hablamos. Hoy ha sido un día demasiado intenso. —Gracias, Tony. Sabes que te adoro. —Y tú eres la hermanita que nunca tuve. —Ay no, no lo digas ni en broma. Imagíname siendo hermana de esos Montenegro —los dos comienzan a reír. —¿Segura que no quieres que te lleve a casa? —insiste Tony. —No, amigo, gracias por preocuparte. Estaré bien —Helena se despide de Tony con un beso en la mejilla y se levanta para marcharse. —Gracias, Hele, por salvarle la vida a mi abuela. Te estaré eternamente agradecido. Después de despedirse de Helena, Tony regresa a la habitación de su abuela. Alejandro y Luciano siguen allí. Al entrar, Alejandro se levanta de la silla y se acerca a la ventana, todavía enfurecido. —Todo es tu culpa, Tony. La abuela está molesta conmigo por culpa de tu “querida” Helena. —Alejandro, estoy molesta contigo por tu comportamiento. Esa joven me salvó la vida, y en lugar de agradecerle, la humillaste. —Ya te dije lo que pienso de ella, abuela. —No quisiste escucharme antes, Alejandro, pero ahora lo harás —dice Tony, mostrando una determinación inusitada para defender a su amiga—. Yo fui el culpable de lo que sucedió. Helena no quería que la ayudara a entrar en la empresa; si lo hubiera querido, lo habría hecho mucho antes. Sabía que ella era perfecta para ese puesto porque conozco su talento, pero también sabía que, por culpa de Luciano y sus prejuicios, no pasaría de la entrevista. —Ey, ¿cómo te atreves? —protesta Luciano, enfurecido. —¿Acaso no es cierto? ¿No crees que Helena es fea? Ella misma se dio cuenta por cómo la miras —su hermano se queda en silencio. —Yo no dije nada sobre su apariencia —se defiende Alejandro. —Lo sé, pero la trataste como a una oportunista, y te aseguro que ella es mucho más honrada de lo que imaginas. Eso le duele más que cualquier comentario sobre su aspecto físico. —Aunque no te haya manipulado como dices, sigo sin confiar en ella... Además... me llamó amargado. Puedo perdonarle casi cualquier cosa, pero esto… —¿Acaso no es verdad? Desde que esa oportunista de Alina te dejó, te has convertido en lo que más detestas. —¿Qué? —Alejandro lo mira, desconcertado—. ¿Qué le hiciste a mi hermanito Tony? —Sigo siendo tu hermanito Tony, pero no puedo quedarme callado ante la injusticia que cometiste con Helena. —¿Te gusta esa chica? —pregunta Alejandro, sorprendido; nunca lo había visto defender a alguien con tanta vehemencia. —Claro que no. Helena es mi mejor amiga, y la voy a defender, incluso de ti. —Olvídalo, no voy a seguir discutiendo contigo. Abuela, Luciano y yo tenemos una reunión con el departamento de marketing. —¿Cuándo se reunirán con la gente de Butterfly? Necesitamos ganarnos a esa mujer —interviene Lucía. —Hombre, mujer, no sabemos quién es, pero sus novelas son obras de arte, y haré todo lo necesario para que trabaje con Ediciones Montenegro —declara Alejandro. Tony esboza una sonrisa irónica; su hermano es un iluso si piensa que Helena aceptará sin más. Después de que sus hermanos se van, Tony se acerca a su abuela, quien lo recibe en sus brazos con ternura. —¿Cómo estás, abuelita? —Estoy bien, mi niño, no te preocupes. Tu amiga me salvó la vida, Tony, y quiero ayudarla. —Abuela, Helena es muy orgullosa; no soporta a Alejandro. No creo que quiera trabajar en la empresa. —Lo sé, hijo. He encontrado a la mujer perfecta para tu hermano —dice Lucía, con una sonrisa traviesa. —¿Tú también lo crees? No cabe duda de que están hechos el uno para el otro. —Necesito que me ayudes, Tony —le pide Lucía—. Tengo un plan para darle una lección a tu hermano. —Dime qué necesitas, abuela. Haré lo que me pidas. —Dame su número de teléfono; quiero hablar con ella de mujer a mujer. 💖💖💖Helena baja del autobús y entra en su casa. Exhausta, se desploma en el sofá que está junto a la puerta, abrumada por un día que ha sido demasiado intenso. Cierra los ojos y casi de inmediato siente la suave presencia de su pequeño gato, Felipe, que se acerca, buscando su habitual bienvenida y un poco de comida. —Hola, mi Feli. ¿Tienes hambre? —murmura Helena, levantándose del sofá para dirigirse a la cocina y servirle su comida favorita. Después de alimentar a Felipe, decide darse una ducha para aliviar la tensión que aún siente. No puede dejar de pensar en lo ridículo que es Alejandro Montenegro. ¿Cómo es posible que alguien como él, con ese carácter frío y autoritario, esté a punto de hacerse cargo de la empresa? Durante años lo admiró y soñó con trabajar junto a él, pero ahora ese sueño parece más una pesadilla. Ya más tranquila tras la ducha, se pone ropa cómoda y se acomoda en el sofá con el control remoto en la mano. Una buena película romántica es justo lo que necesita para
—¿Vestirme de hombre, señora? ¿Está segura de lo que dice? —pregunta Helena, sorprendida. —Sí, mi niña. ¿No quieres ser editora en jefe y darle una lección a Alejandro? —Sí, señora, pero vestirme de hombre… ¿no sería llevarlo demasiado lejos? —Quizás tengas razón, pero quiero demostrarle que no todas las mujeres son como Alina. Además, Tony me mostró tu currículum. Te graduaste con honores y fuiste la mejor de tu clase; no quiero perder la oportunidad de trabajar contigo. —Señora Lucía, hay algo que debo decirle —Helena vacila, consciente de que está a punto de revelar un gran secreto, pero confía en la abuela para guardarlo. —¿Estás segura, Hele? —Tony la observa, sorprendido. —Sí, Tony. La señora Lucía es alguien en quien puedo confiar; sé que sabrá guardar el secreto. —¿Qué se traen ustedes dos? —pregunta Lucía, mirándolos con curiosidad—. ¿De qué secreto hablan? —Señora... yo... soy Butterfly —confiesa Helena, sintiendo que su corazón late a mil por hora. —¿Qué? —
Helena regresa a casa exhausta, con la mente llena de pensamientos. Aún no puede creer que en solo dos días haya vivido más experiencias que en toda su vida. Está confundida; sabe que disfrazarse de hombre es una locura, pero al mismo tiempo lo ve como un desafío que podría romper la monotonía de su vida y, además, cumplir su sueño de trabajar con Alejandro Montenegro sin tener que enfrentarse directamente a él. Mientras alimenta a su gato, Felipe, suena el teléfono. Al ver que es su madre, se deja caer en el sofá y contesta: —Hola, mamá —saluda con cariño. —Hola, mi niña. Escuché el podcast con Lily, estuviste maravillosa como siempre. —Gracias, mamá. Estaba muy nerviosa porque… estaba en casa de Tony —confiesa, sorprendiendo a su madre. —¿Fuiste a casa de Tony? Cuéntame, ¿qué pasó? Después de tu pelea con Alejandro Montenegro no hemos hablado. Helena le cuenta todo lo ocurrido: el encuentro con Lucía en la calle, el camino al hospital, y la nueva confrontación con Alejandro. —
Capítulo Ocho: Helena despierta al día siguiente con el sonido insistente del teléfono. Es Tony. En su tono animado, le informa que pasará a buscarla en media hora para almorzar en la mansión Montenegro y empezar con el plan de su abuela. Al llegar a la imponente mansión, Helena desciende del auto con los ojos deslumbrados. No puede dejar de admirar el lujo y el esplendor del lugar. ¿Algún día podrá aspirar a tener algo así? —No puedo creer que hayas aceptado —dice Tony, sonriendo con incredulidad. Para él, es una jugada inesperada, algo que jamás habría imaginado que Helena haría. Pero aquí está, impulsada por su ambición de ser editora en jefe y la necesidad de darle una lección a su hermano. Solo espera que el almuerzo transcurra en paz, por el bien de Lucía. —No tenía otra opción, Tony. Si quiero ser editora en jefe, este es el único camino que me queda —responde Helena, aún sin poder asimilar lo que está a punto de hacer. —Lo entiendo, Hele, pero prepárate, porque te esp
Los días pasan rápidamente. Tony y Lucía dedican varias horas al día para entrenar a Helena. Le enseñan desde cómo impostar la voz hasta cómo comportarse en presencia de otros hombres. Fueron de compras. Adquirieron trajes elegantes para el trabajo y ropa casual para eventos fuera de la oficina. También compraron una peluca marrón de cabello corto y unos bigotes postizos negros que se adhieren con facilidad. Aunque la situación parece irreal, Helena está más decidida que nunca. Sabe que cuenta con el respaldo de Tony dentro de la empresa, quien podrá ayudarla si algún error amenaza con revelar su identidad. Mientras tanto, Alejandro sigue sin rendirse con Butterfly, pero siempre recibe la misma respuesta. Esto lo desespera; nunca antes había tenido que rogar para que alguien aceptara trabajar con él. En dos días, Martín Gutiérrez será presentado a la familia Montenegro, y Helena se siente lista para interpretar el papel más importante de su vida. —¿Estás lista, Helena? —pregunta L
Los hermanos Montenegro miran a Martín con desdén, incapaces de creer lo que ven: un joven delgado, con facciones suaves y casi femeninas. Además, no ha dicho una sola palabra desde que entró en la sala de juntas. —¿Este es el editor en jefe que elegiste, abuela? —pregunta Alejandro, molesto. Helena abre los ojos sorprendida; quisiera abofetearlo y hacerle tragar sus palabras, pero debe contenerse. Si pierde el control, arriesgará todo el plan. —Alejandro, ten más respeto por Martín, apenas lo conoces —dice Tony, irritado. No puede creer que Helena tenga razón: su hermano se ha vuelto un amargado insoportable. —¿Por qué lo defiendes, Tony? ¿Es otro de tus amigos que intentas meter en la empresa? —Alejandro lo desafía, encendiendo la tensión entre ambos. —No voy a permitir que sigas metiéndote con Helena. Si continúas, me conocerás de verdad. —¿De verdad te pelearías conmigo, tu propio hermano, por una mujer? —pregunta Alejandro, incrédulo. Jamás había visto a Tony tan dispuesto a
Los días pasan, y la relación entre Alejandro y Martín se afianza cada vez más. Aunque Helena sigue sintiéndose incómoda cada vez que se disfraza de hombre, poco a poco se ha vuelto más confiada. Nadie parece sospechar que Martín Gutiérrez no es quien dice ser, y mucho menos podrían imaginar que, en realidad, es ella. Trabajan codo a codo, complementándose de manera sorprendente. Alejandro no tiene dudas de que la elección de su abuela fue un golpe maestro: Martín es brillante, el candidato ideal para tomar las riendas como editor en jefe una vez que él ascienda a CEO. Además, lo considera su mano derecha. Pero Alejandro no puede sacarse de la cabeza una sola cosa: Butterfly. Desde que la conoció virtualmente y rechazó su oferta de trabajo, algo en su interior ha quedado atrapado en una espiral de obsesión. Se pasa horas revisando sus redes sociales, buscando pistas, y finalmente ha descubierto, gracias a su manager, que hoy dará una entrevista en persona en una emisora de radio. L
—No puedo creer que estoy frente a Butterfly —dice la conductora emocionada—. Soy una gran admiradora de tus novelas y espero con ansias tu nueva trilogía. —Gracias por invitarme, Maribel. Estoy lista para responder todas tus preguntas —responde Helena con una cálida sonrisa, dirigiéndose a su amiga, a quien no veía desde hace años. —¡Esto es increíble! Estamos transmitiendo en vivo por las redes sociales, y ya tenemos más de 10.000 personas conectadas —comenta Maribel, visiblemente sorprendida—. Dime, Butterfly, ¿alguna vez imaginaste tener este impacto en tu público? —La verdad, es que no. Estoy profundamente agradecida con todos ellos —responde finalmente, dejando entrever una leve vulnerabilidad que apenas logra ocultar en su voz. Maribel, sin notar el sutil cambio en su tono, continúa: —Cuéntanos un poco sobre tu vida. Sabemos que prefieres mantener tu anonimato, y lo respetamos. Pero déjenme decirles —Maribel se dirige a la audiencia— que Butterfly es una persona maravi