CRISTINE FERRERAEra obvio que a los niños no les importó, ni siquiera prestaron atención a la lentitud de sus movimientos y como cada uno de sus músculos se tensaban, luciéndose como un maldito pavo real. Por inercia no pude evitar posar mis manos en mi vientre, reconociendo que este último tiempo, desde que me había hecho con la marca, me había descuidado, pero solo un poco, nada que algo de tiempo en el «gym» no arreglara. —¡Wow! ¡Eliot es muy fuerte! —exclamó Leonardo sorprendido—. ¡Se parece a mí muñeco de acción! ¿Verdad, mami?—¡Ay, tampoco es para tanto! —respondí torciendo los ojos, pero… el idiota de Eliot estaba más… delicioso de lo que jamás estaría ese estúpido muñeco. ¡Ahhh! ¡Malditos pensamientos intrusivos! ¡Atrás! ¡Dejen esta pura y casta cabeza!—Entonces… ¿Así está bien? —preguntó Eliot sabiendo perfectamente lo que estaba consiguiendo en mí, pues se había puesto la filipina sin cerrarla, mostrando su perfecto abdomen. Me acerqué y subí el cierre de una sola inten
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