CRISTINE FERRERA—Para que te queden las cosas claras por fin y te des por vencido de una vez por todas —retrocedí, sintiéndome culpable de mis palabras. Al principio de nuestra separación me gustó ser cruel con él, pero después de la noche que pasamos, ya no tanto. ¡Dios! Claro que recordaba todo y de pensar en eso me daban ganas de llorar porque en verdad creí que… me amaba, pero ese dinero en la mesita de noche me decía lo contrario—. Quédate con tu dinero, si querías echarme en cara mi pasado en ese club nocturno, no te lo voy a permitir. Es lo mínimo que podía hacer después de tu última crueldad hacia mí. Noté que su rostro se desfiguró por la sorpresa, como si no entendiera de lo que estaba hablando. No le di tiempo, tampoco iba a entrar en su juego. Me acerqué a Zafrina y estreché a mis bebés. Noté a ese pequeño niño, Mario, quien me veía con atención y curiosidad, ladeando su cabeza como si nunca hubiera visto un acto de amor entre una madre y sus hijos. Entonces lo supe, t
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