CRISTINE FERRERA—Es mi amigo, pero… bueno, soy más amigo del dinero —dijo ese maldito reportero que me había acosado en el desayuno en París.Gracias a Brenda, quien ahora era mi asistente, había logrado contactarlo, necesitaba respuestas y sabía que él me las daría. Aunque en esa semana de la moda yo comencé a hacerme de un renombre, sabía que era demasiado pronto para estar en boca de todos. La fama no llega solo en una semana, así que lo cité en la cafetería frente al edificio donde vivía Rinaldi, aprovechando que él estaba en la universidad retomando las clases. Conforme los billetes se empezaron a juntar en la mesa, fue vomitando todo, desde cómo Rinaldi le llamó para estar ahí, listo para tomarnos las fotos y empezar un rumor que llegaría lejos. El hombre no parecía apenado por ser parte de una campaña contra mí. Ni siquiera le importó que hubiera niños en juego. No tenía moral y deseaba con todas mis fuerzas abofetearlo, pero sabía que no podía hacerlo si aún podía beneficia
CRISTINE FERRERAHabría un evento en la escuela y necesitaba hacerme de un espacio para poder ir con mis hijos, pero tenía tanto trabajo que no sabía cómo lo haría. Cambiar de modelo y diseñadora había significado un aumento de trabajo considerable, pero pasar a ser dueña de la empresa se volvió abrumador.No es que lo justificara, pero… empezaba a comprender un poco las ausencias de Eliot. Sé que principalmente lo hacía porque no quería estar conmigo, sin embargo, nunca comprendí cómo es que podía pasar todo el día encerrado en la oficina, se me hacía imposible que al ser el dueño estuviera tan lleno de trabajo, ¿no deslindaba responsabilidades? ¿No tenía gente que le ayudara? ¿Tenía que hacerlo todo él?
CRISTINE FERRERALlegué corriendo a la escuela y cuando por fin me asomé al salón, lo que vi me dejó sin aliento. Eliot estaba sentado en una de esas pequeñas sillas mientras mis hijos y su hijo jugaban juntos. Cuando levantó su mirada hacia mí, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¿Era la primera vez que cuidaba de ellos mientras yo llegaba o solía hacerlo con frecuencia?Nuestras miradas se quedaron enganchadas en completo silencio, hasta que por fin Leonardo rompió el encanto.—¡Mami! ¡Llegaste! —exclamó emocionado y corrió hacia mí—. Te extrañamos muchísimo.Gerardo y Bruno dejaron sus juguetes y también corrieron hacia m
CRISTINE FERRERA—Claro que estoy orgulloso y fascinado. No me pierdo ninguna de tus pasarelas… —Pellizcó mi mentón y se me fue el aire—. Créeme… estoy al tanto de cada paso que das.—Eso suena como lo que diría un acosador… —¡Carajo! Mi voz se quebró en cuanto comenzó a inclinarse hacia mí.—Tal vez lo soy… —Su aliento chocó con mis labios y mis piernas temblaron—. ¿También me destrozarás en los periódicos?—Ya viste que soy buena acabando con hombres impertinentes… —quise sonar amenazadora, pero, por el contrario, me sentí vulnerable. Su rostro estaba tan cerca que ya no me sentía ca
CRISTINE FERRERA—Lo único que quiero es alguien que pueda ayudarme a alistar a los niños mientras yo preparo el desayuno, que vaya por ellos a la escuela cuando yo esté muy ocupada y los traiga aquí a la oficina para que podamos comer juntos —dije al borde del berrinche mientras caminaba al lado de Brenda, directo a mi oficina—. ¿Es mucho pedir? En la pequeña sala había un grupo de mujeres de todas edades y complexiones. Unas muy jóvenes y demasiado arregladas, parecía que querían el puesto de modelo y no de niñera; así como otras de más edad y con gesto regañón. —Son las mejores que conseguí —dijo Brenda paseando su mirada en cada una—. ¿Segura que quieres ser tú quien las entreviste?—¡Claro! Se trata de mis hijos, quiero conocer bien a quien los va a cuidar. Debo de estar completamente segura de no equivocarme. —Como tú digas, solo recuerda que no es lo único que tienes que hacer, aún quedan pendientes que resolver —agregó Brenda dándome un par de palmadas en la espalda.Me que
CRISTINE FERRERAMe levanté de mi escritorio, pensando que no tenía niñera para mis hijos y recordando mi discusión con Eliot durante el desayuno del hotel. ¿Debía disculparme? Tal vez… ¿Debía de admitir que recordaba cada segundo de esa noche y que, así como él, yo también abrí mi pecho y le ofrecí no solo mi cuerpo sino también mi corazón?—¡Ahhh! —grité furiosa y sentí como mis ojos se humedecieron. Pateé el sofá con todas mis fuerzas y solo logré lastimarme la pierna. Caí con la habilidad de un osito panda sobre el mueble, tomé uno de los cojines y cubrí mi rostro antes de volver a gritar. ¡Estaba eufórica!, pero… también muy frustrada.<
CRISTINE FERRERAMe precipité hacia la puerta mientras veía mi celular, esperando que la maestra me llamara y me gritara por ser una madre desnaturalizada y cruel que dejaba a sus bellos y dulces bebés abandonados. ¡Dios! Me estaba convirtiendo en mi madre. ¿Qué seguía? ¿Comprometerlos a casarse con una completa desconocida en un par de años a cambio de dinero?Salí de la oficina sin fijarme y casi caigo hacia atrás. Por reflejo manoteé y me agarré de lo primero que alcancé, mi sorpresa fue que… a lo que se aferraron mis manos, fue a las solapas del saco de Eliot, quien de inmediato me atrapó por la cintura y me pegó a su cuerpo haciéndome temblar.Se me fue el aire por completo y no sentía de la
CRISTINE FERRERA—Te propongo algo… —dijo Eliot pensativo, clavando cada vez más su mirada en mí, dejándome sin aliento, hipnotizada. Cuando lo veía a los ojos era tan difícil despegarme de ellos, ni siquiera me sentía capaz de parpadear.—No —respondí sospechando lo que quería. Regresé a mi escritorio y comencé a buscar en los cajones hasta que encontré una caja de curitas con estampado de dinosaurios—. No hay nada que puedas decir o a hacer que…—Yo cuidaré de ellos —insistió ignorando mis negativas mientras yo cubría su herida. Noté que sonrió al ver los dinosaurios, pero… no había de otra, a los niños les encantaban, incluso en el mater