ELIOT MAGNANI
—Te noto demasiado callado… ¿problemas en el paraíso? —preguntó Zafrina en cuanto notó que los niños estaban distraídos hablando entre ellos.
—¿Paraíso? —inquirí con un resoplido.
—Vi como te fuiste con Cristine en tus brazos y Brenda me informó que no llegó a su cuarto en toda la noche —agregó sin dejar de verme, aunque le estuviera dando un gran sorbo a su té—. ¿Se arreglaron las cosas?
Resoplé y me escurrí un poco en mi asiento. No me gustaba hablar de mis asuntos personales, pero saber que Cristine se había burlado una vez más de mí me hacía rabiar, quería gritar frente a todo
CRISTINE FERRERA—Para que te queden las cosas claras por fin y te des por vencido de una vez por todas —retrocedí, sintiéndome culpable de mis palabras. Al principio de nuestra separación me gustó ser cruel con él, pero después de la noche que pasamos, ya no tanto. ¡Dios! Claro que recordaba todo y de pensar en eso me daban ganas de llorar porque en verdad creí que… me amaba, pero ese dinero en la mesita de noche me decía lo contrario—. Quédate con tu dinero, si querías echarme en cara mi pasado en ese club nocturno, no te lo voy a permitir. Es lo mínimo que podía hacer después de tu última crueldad hacia mí. Noté que su rostro se desfiguró por la sorpresa, como si no entendiera de lo que estaba hablando. No le di tiempo, tampoco iba a entrar en su juego. Me acerqué a Zafrina y estreché a mis bebés. Noté a ese pequeño niño, Mario, quien me veía con atención y curiosidad, ladeando su cabeza como si nunca hubiera visto un acto de amor entre una madre y sus hijos. Entonces lo supe, t
CRISTINE FERRERAEl resto de la semana de la moda en París pasó sin alteraciones y conforme los días avanzaban solo había dos cosas en mi mente: Eliot y todos esos regalos de hombres adinerados, jóvenes o viejos, enalteciendo mi belleza y a veces ofreciéndome trabajo o incluso una vida matrimonial estable, lo cual obviamente no creía que fuera posible. Al principio quise devolver todo, pero Zafrina me detuvo. —Cariño, acepta sus regalos, quédate con los que más te gusten los otros los puedes dar a actos de beneficencia…—Pero… No me sentiría muy cómoda con eso —dije mientras sostenía una gargantilla de diamantes. —No pienses que les debes algo… No les pediste que te regalaran todas esas cosas y en cuanto te las entregaron, pasaron a ser de tu propiedad. Disfrútalas o tíralas… y cuando se te acerquen da las gracias y aléjate. —Tomó la gargantilla y la alzó ante mis ojos—. Esto no les da derecho de tener poder sobre ti. No importa lo mucho o poco que valgan sus regalos, tú vales más.
ELIOT MAGNANIDesde que abandoné París no dejaba de ver esa maldita nota que me había dejado Cristine en la mesita de noche. Entre más lo pensaba, más me dolía la cabeza. Algo no estaba bien, algo olía a sucia y asquerosa trampa y no me costaba señalar a Rinaldi como el único capaz de envenenarla en mi contra. Suficiente con todos los errores que había cometido como para que él empeorara la situación. Pero ¿qué podía hacer yo? Cada vez que me intentaba acercar a ella se defendía como gato panza arriba, mostrándome sus garras y mordiéndome pese a mis buenas intenciones. ¿Cómo podría convencerla de que no era el mismo hombre con el que se casó? Estaba desesperado por recuperarla antes de que en verdad me olvidara. A veces quería simplemente dejarla ir, algo me decía que aferrarme tanto a ella me terminaría rompiendo más el corazón, pero… a diferencia de Ivette y otras mujeres en mi vida, permanecer lejos de ella me hacía sentir miserable, el cuerpo me dolía y no había manera de que p
CRISTINE FERRERA—Es mi amigo, pero… bueno, soy más amigo del dinero —dijo ese maldito reportero que me había acosado en el desayuno en París.Gracias a Brenda, quien ahora era mi asistente, había logrado contactarlo, necesitaba respuestas y sabía que él me las daría. Aunque en esa semana de la moda yo comencé a hacerme de un renombre, sabía que era demasiado pronto para estar en boca de todos. La fama no llega solo en una semana, así que lo cité en la cafetería frente al edificio donde vivía Rinaldi, aprovechando que él estaba en la universidad retomando las clases. Conforme los billetes se empezaron a juntar en la mesa, fue vomitando todo, desde cómo Rinaldi le llamó para estar ahí, listo para tomarnos las fotos y empezar un rumor que llegaría lejos. El hombre no parecía apenado por ser parte de una campaña contra mí. Ni siquiera le importó que hubiera niños en juego. No tenía moral y deseaba con todas mis fuerzas abofetearlo, pero sabía que no podía hacerlo si aún podía beneficia
CRISTINE FERRERAHabría un evento en la escuela y necesitaba hacerme de un espacio para poder ir con mis hijos, pero tenía tanto trabajo que no sabía cómo lo haría. Cambiar de modelo y diseñadora había significado un aumento de trabajo considerable, pero pasar a ser dueña de la empresa se volvió abrumador.No es que lo justificara, pero… empezaba a comprender un poco las ausencias de Eliot. Sé que principalmente lo hacía porque no quería estar conmigo, sin embargo, nunca comprendí cómo es que podía pasar todo el día encerrado en la oficina, se me hacía imposible que al ser el dueño estuviera tan lleno de trabajo, ¿no deslindaba responsabilidades? ¿No tenía gente que le ayudara? ¿Tenía que hacerlo todo él?
CRISTINE FERRERALlegué corriendo a la escuela y cuando por fin me asomé al salón, lo que vi me dejó sin aliento. Eliot estaba sentado en una de esas pequeñas sillas mientras mis hijos y su hijo jugaban juntos. Cuando levantó su mirada hacia mí, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¿Era la primera vez que cuidaba de ellos mientras yo llegaba o solía hacerlo con frecuencia?Nuestras miradas se quedaron enganchadas en completo silencio, hasta que por fin Leonardo rompió el encanto.—¡Mami! ¡Llegaste! —exclamó emocionado y corrió hacia mí—. Te extrañamos muchísimo.Gerardo y Bruno dejaron sus juguetes y también corrieron hacia m
CRISTINE FERRERA—Claro que estoy orgulloso y fascinado. No me pierdo ninguna de tus pasarelas… —Pellizcó mi mentón y se me fue el aire—. Créeme… estoy al tanto de cada paso que das.—Eso suena como lo que diría un acosador… —¡Carajo! Mi voz se quebró en cuanto comenzó a inclinarse hacia mí.—Tal vez lo soy… —Su aliento chocó con mis labios y mis piernas temblaron—. ¿También me destrozarás en los periódicos?—Ya viste que soy buena acabando con hombres impertinentes… —quise sonar amenazadora, pero, por el contrario, me sentí vulnerable. Su rostro estaba tan cerca que ya no me sentía ca
CRISTINE FERRERA—Lo único que quiero es alguien que pueda ayudarme a alistar a los niños mientras yo preparo el desayuno, que vaya por ellos a la escuela cuando yo esté muy ocupada y los traiga aquí a la oficina para que podamos comer juntos —dije al borde del berrinche mientras caminaba al lado de Brenda, directo a mi oficina—. ¿Es mucho pedir? En la pequeña sala había un grupo de mujeres de todas edades y complexiones. Unas muy jóvenes y demasiado arregladas, parecía que querían el puesto de modelo y no de niñera; así como otras de más edad y con gesto regañón. —Son las mejores que conseguí —dijo Brenda paseando su mirada en cada una—. ¿Segura que quieres ser tú quien las entreviste?—¡Claro! Se trata de mis hijos, quiero conocer bien a quien los va a cuidar. Debo de estar completamente segura de no equivocarme. —Como tú digas, solo recuerda que no es lo único que tienes que hacer, aún quedan pendientes que resolver —agregó Brenda dándome un par de palmadas en la espalda.Me que