ELIOT MAGNANINo supe por cuantos minutos me quedé viendo fijamente a Cristine, pero era imposible apartar la vista de ella. No solo por cómo había dominado a esos tres latosos con mucha facilidad, sino que… se veía… tan… deseable. Me quedé en completo silencio mientras mis ojos se paseaban entre sus largas y torneadas piernas, su estrecha cintura y su atractivo escote. Me sentí tentado a hincarme ante ella y besarla desde sus delicados tobillos de bailarina hasta sus pechos. Además, su aroma opacaba el de las gardenias que llenaban el departamento, tal vez lo detectaba más fácil por sus feromonas que me invitaban a cortejarla, tentando mis instintos más básicos.Cuando noté que ya había pasado demasiado tiempo en silencio, tuve que agitar un poco la cabeza para desprenderme de ella y su imagen. Regresé por el pasillo y noté que los niños eran bastante independientes. Leonardo y Bruno ya estaban vistiéndose y Gerardo se remojaba en la tina. En cuanto me vieron, los tres sonrieron amp
CRISTINE FERRERA—¿Me puedes explicar por qué no me han llamado para nada? —preguntó Rinaldi entrando a la oficina sin importarle que Brenda intentara detenerlo.—¿Perdón? —pregunté levantando la mirada de mis pendientes y de pronto, al verlo a los ojos, una chispa de rencor se avivó.—¿Se te olvida que soy el asesor de esta marca? —insistió tomando asiento y con una sola mirada le pedí a Brenda que nos dejara solos. No muy convencida, accedió.—No lo sé… Tu reciente comportamiento no va con las políticas de la empresa —contesté con toda la seriedad que podía, aunque por dentro quería estallar a carcajadas, señ
CRISTINE FERRERA—¡Auch! —exclamé mientras Eliot veía la marca que los dedos de Rinaldi habían dejado en mi cuello. —Llamaré a un doctor… —agregó con un resoplido y sacó su teléfono. —No es necesario… —contesté posando mi mano sobre la suya y bajando su celular. No pude evitar sonreír, pues noté que aún usaba el uniforme que le había confeccionado. Era curioso que esos dinosaurios de colores no le quitaran la ferocidad que lo caracterizaba.—Lo lamento… creo que me queda demasiado justa. —Me sonrió de una manera que no sabía cómo interpretar. Era la misma sonrisa que veía en mis hijos cuando me confesaban una travesura, mezcla de ternura y piedad. Jamás lo había visto de esa manera y sentí tan bonito que me conmovió. Entonces dobló su brazo hacia delante, mostrándome que la manga se había desprendido de la espalda, de seguro al golpear con tanta fuerza a Rinaldi. —Dámela… la arreglaré —contesté con media sonrisa. Se quitó la prenda, de nuevo luciendo su piel. Esta vez estaba demas
CRISTINE FERRERA—Creo que ya es muy tarde… —dije asomada por la ventana, después de la cena. Los niños ya se encontraban con sus pijamas y listos para dormir—. Es peligroso que conduzcas hasta casa con Mario, parece que va a llover.—¿Nos quedaremos a dormir aquí? —preguntó Mario tan emocionado como los trillizos. Ver a ese niño sonreír me llenaba el corazón, algo me decía que se merecía mucho amor, todo el que su madre le negó y, sinceramente, yo estaba dispuesta a dárselo.—No lo sé… —dijo Eliot acercándose a mí de esa manera tan dominante, como un depredador listo para cazar, mientras yo retrocedía—. ¿Nos estás invitando a pasar la noche en el departamento?—Supongo que no habrá problema por una noche —contesté y sonreí en cuanto los niños arrastraron a Mario al interior de la habitación. Entonces Eliot se apoyó en el marco de la puerta y se inclinó hacia mí—. No te preocupes, hay más habitaciones, los niños nunca usan las suyas.—No me parece una gran idea dormir rodeado de dinos
CRISTINE FERRERA—¡Me rehúso a trabajar como modelo, si Rinaldi no está en la empresa! —exclamó Daelyn con su grupo de arpías detrás—. No te mereces ese lugar, Cristine. No hiciste nada. A diferencia de nosotras que, si estudiamos, nos preparamos y nos comprometimos. Tú solo tuviste un maldito golpe de suerte y ahora que Zafrina te dio el mando, quieres cambiar todo para tu propio beneficio. —Daelyn… Rinaldi no hacía nada más que abusar de ustedes… ¿En verdad estás hablando en serio? —No podía creer que ese hombre tuviera su apoyo después de todo lo que les había hecho con el fin de conseguirles un lugar como modelos. ¿No tenían algo de amor propio?Tal vez Daelyn solo eran el ejemplo perfecto de cómo algunas mujeres se apasionan por el hombre incorrecto, tanto que prefieren hundirse en el infierno con ellos a salir del fango y huir de su toxicidad y manipulación, ¡porque era más que obvio que Rinaldi estaba detrás de este motín!—Zafrina y Rinaldi hicieron esta marca, la levantaron
CRISTINE FERRERA—¿Te importa? Me preocupan más mis hijos que averiguar algo de tu vida amorosa —refunfuñé y de un jalón liberé mi brazo—. Lo que hagas o dejes de hacer me tiene sin cuidado, siempre y cuando no involucre a mis bebés, pero… ya vi cuáles son tus verdaderas prioridades y, como siempre, nosotros no estamos en ellas.¿Fui dura? Un poco, tal vez mucho, lo noté por ese dolor que palpitó en el fondo de sus pupilas, pero no pedí perdón. Si él no lo hizo durante cinco años, ¿por qué yo sí?Golpeé con fuerza el portón hasta que mi mano se lastimó, pero mi ansiedad pendía de un hilo, junto con mi cordura, y no me importó el dolor.&n
MARIO MAGNANIBusqué emocionado a mi papito, parándome de puntitas para ver por encima de las cabezas de mis compañeros. Detrás de mí se encontraban los trillizos, discutiendo sobre qué dinosaurio era el mejor. ¡Obviamente yo estaba del mismo lado que Leonardo! ¡El T-Rex era el rey!Conforme los niños comenzaban a desaparecer de nuestro alrededor, empecé a preocuparme. Me agarré con fuerza de las asas de mi mochila y luché contra las ganas de gritar el nombre de mi papito. Él nunca llegaba tarde, siempre era el primero. Entendía que la señora Cristine, mi nueva mami, llegara tarde, pero él, ¡jamás!—Mario… Creo que lo mejor será ir adentro —dijo Leonardo tirando de mi suéter—. La maestra nos está haciendo señas de que entremos.Tanto él como Bruno y Gerardo estaban tristes, decepcionados, pero yo tenía fe en que mi papá llegaría. —¡Vayan! Yo esperaré a papá aquí, no debe tardar. —Los motivé, pero no parecían muy seguros de dejarme solito.Entonces escuché que alguien pronunciaba mi n
MARIO MAGNANI—¡¿Quiénes son ustedes?! —gritó Ivette furiosa, dando un fuerte zapatazo en el piso mientras nos poníamos de pie, entonces pareció reconocerlos—. Son los hijos de esa zorra.—¡No somos hijos de ninguna zorra! ¡Nuestra mamá no es un animal! —exclamó Bruno furioso.—Su mamá es la mujer más desagradable y arrastrada que he visto en mi vida… —dijo Ivette entre dientes.—¡Mi mamá es una super modelo! —gritó Leonardo, frunciendo el ceño y enfrentándola. Lo admiraba mucho por el valor que yo no tenía.—¡Tu mamá es una perra