MARIO MAGNANI—¡¿Quiénes son ustedes?! —gritó Ivette furiosa, dando un fuerte zapatazo en el piso mientras nos poníamos de pie, entonces pareció reconocerlos—. Son los hijos de esa zorra.—¡No somos hijos de ninguna zorra! ¡Nuestra mamá no es un animal! —exclamó Bruno furioso.—Su mamá es la mujer más desagradable y arrastrada que he visto en mi vida… —dijo Ivette entre dientes.—¡Mi mamá es una super modelo! —gritó Leonardo, frunciendo el ceño y enfrentándola. Lo admiraba mucho por el valor que yo no tenía.—¡Tu mamá es una perra
CRISTINE FERRERAEliot y yo terminamos en la comisaría. ¡Odiaba que todos los policías solo le dieran información a él mientras yo caminaba de un lado a otro! A este paso haría un maldito surco en el piso. —Los encontramos… —dijo uno de los policías. No terminó de hablar cuando yo ya estaba frente a él, exigiendo respuestas con la mirada. —¿Dónde?—En el centro comercial. Los están cuidando los guardias de seguridad —contestó el policía y antes de escuchar algo más, salí corriendo, pero las largas piernas de Eliot me superaron y cuando me di cuenta ya estaba abriendo la puerta de su bugatti. —Iremos más rápido —dijo sabiendo que no tenía ganas de subir, pero tenía razón. Sin pensarlo dos veces, entré y el aroma a cuero y tabaco inundó mi nariz. En cuanto Eliot entró al auto, de nuevo percibí ese perfume femenino que me revolvió el estómago, pero no estaba dispuesta a pelear con él sobre eso. Primero tenía que corroborar que mis bebés estaban bien. Eliot pisó el acelerador y tuve
CRISTINE FERRERA—Fue… tonto jugar y creer que serías capaz de ver por ellos —dije con frialdad y conteniendo mi rencor.—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Eliot parecía confundido e incluso herido.—No sé qué intentas, no sé qué querías probar, pero no lo hiciste. Tu descuido hizo que esa loca los pudiera lastimar. No voy a arriesgar a mis hijos solo por tus intenciones de estar cerca. Ellos siempre van a estar primero, antes que tú, antes que yo misma.»Así que… despídete de ellos. Estás despedido, contrataré a una niñera de verdad, alguien responsable que no pierda tiempo con mujeres y se le olvide pasar por mis hijos.—Cristine… No puedes hacerme eso —contestó entornando los ojos, conteniendo su molestia, hablando de esa manera
CRISTINE FERRERAEl auto de Eliot era una bestia, igual que él. Apenas tocaba el acelerador y ya había avanzado tres cuadras. Justo cuando esperaba en el semáforo volteé hacia una de las tiendas de ropa, las luces en el interior eran cálidas y hacían lucir las prendas que exhibían. Eché un vistazo a mi imagen, estaba despeinada, desmaquillada y con ropa que parecía de oficina. ¡Qué horror!Me estacioné y entré de inmediato a la tienda. Fue curioso ver las prendas de Zafrina siendo mostradas junto a las mías. No pude evitar sonreír y acaricié un hermoso vestido negro que le había ayudado a crear. Era refinado y al mismo tiempo la clase de vestido que llevarías a un club, a una fiesta con tus amigas o a una cena con tu novio. Era perfecto. Casual pero eleg
CRISTINE FERRERACon una sonrisa incómoda me recorrí sobre el sofá, alejándome de Enrico, y tomé la carpeta en la mesa. Era uno de esos catálogos donde se mostraba a cada modelo de la firma con sus mejores fotos y ángulos. Mientras las veía, él volvió a acercarse y claramente estaba dispuesta a pegarle con la carpeta en la cara, lo cual podía meterme en problemas.¡Ya sé! Hay miles de empresas con modelos, no es el único al que puedo acudir, pero… ¿Qué ocurriría si soy grosera o violenta con este «refinado» caballero? Bueno… De seguro correría la voz diciendo pestes de mí y motivando a todo mundo para que me dé la espalda, algo así como Rinaldi, solo que con más poder. ¿Podía arriesgarme
CRISTINE FERRERAMi cabeza comenzó a punzar, mis ojos se llenaron de lágrimas y sentía la piña colada cerca de mi paladar. Saqué mi celular luchando con la debilidad de mis piernas y el sudor frío. ¡¿Qué me pasaba?! ¡Esto no era provocado por mis celos!Con torpeza busqué el contacto de Eliot. Llamé… sabiendo que, si no me contestaba, posiblemente fuera porque estaba hablando con la rubia de al lado.No lo quería, o eso intentaba creer, a eso me aferraba para sacar valor. Me esforzaba por odiarlo por lo que me había hecho cuando estuvimos casados, por olvidarse de los niños y por estar con esta mujer y aun así la incertidumbre me estaba carcomiendo el pecho. El teléfono sonó y apreté los la
ELIOT MAGNANIMi primo veía con sorpresa y la mandíbula desencajada a los niños comportarse como salvajes. Mario era el único que permanecía quieto, viendo a los trillizos desde el sofá mientras estos parecían estar dentro de una guerra.—¿Cuatro? ¿En serio? —preguntó horrorizado y retrocedió, pero era muy tarde para arrepentimientos.Lo tomé por el cuello de su camisa y lo acerqué a mí.—Ellos no saben que son mis hijos biológicos, cuida tu lengua o te la corto —susurré y le dediqué mi mejor mirada de advertencia.—Contigo todo es amenazas… ¿Así conquistas
ELIOT MAGNANIEntré al club con paso firme y la sangre hirviendo, buscando con desesperación a Cristine. No dejaba de recordar su voz alterada en el teléfono y sus preguntas cargadas de dolor. Necesitaba encontrarla y corroborar que estaba bien, no me importaba si se disgustaba al verme, ya me podía imaginar esos ojos verdes furiosos reprochándome; tampoco me importaba si tenía que sacarla de aquí cargando mientras gritaba y pataleaba. —¿Eliot? —escuché la voz de Berenice, quien me tomó por sorpresa al acercarse a mí—. ¡Viniste! ¡Sabía que no me dejarías plantada!Intentó abrazarme como en la tarde, pero ya había aprendido mi lección y retrocedí. Pude notar que mi rechazo la lastimó. —Tu perfume me generó muchos problemas con mi esposa —expliqué, pero como bien saben, no me gusta hacerlo. En caso de Berenice hacía una excepción porque la conocía desde que éramos niños y la volví a encontrar cuando empecé a relacionarme con Zafrina—. Hablando de ella, ¿no la has visto?—¿A tu esposa?