CRISTINE FERRERA
—Fue… tonto jugar y creer que serías capaz de ver por ellos —dije con frialdad y conteniendo mi rencor.
—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —Eliot parecía confundido e incluso herido.
—No sé qué intentas, no sé qué querías probar, pero no lo hiciste. Tu descuido hizo que esa loca los pudiera lastimar. No voy a arriesgar a mis hijos solo por tus intenciones de estar cerca. Ellos siempre van a estar primero, antes que tú, antes que yo misma.
»Así que… despídete de ellos. Estás despedido, contrataré a una niñera de verdad, alguien responsable que no pierda tiempo con mujeres y se le olvide pasar por mis hijos.
—Cristine… No puedes hacerme eso —contestó entornando los ojos, conteniendo su molestia, hablando de esa manera
CRISTINE FERRERAEl auto de Eliot era una bestia, igual que él. Apenas tocaba el acelerador y ya había avanzado tres cuadras. Justo cuando esperaba en el semáforo volteé hacia una de las tiendas de ropa, las luces en el interior eran cálidas y hacían lucir las prendas que exhibían. Eché un vistazo a mi imagen, estaba despeinada, desmaquillada y con ropa que parecía de oficina. ¡Qué horror!Me estacioné y entré de inmediato a la tienda. Fue curioso ver las prendas de Zafrina siendo mostradas junto a las mías. No pude evitar sonreír y acaricié un hermoso vestido negro que le había ayudado a crear. Era refinado y al mismo tiempo la clase de vestido que llevarías a un club, a una fiesta con tus amigas o a una cena con tu novio. Era perfecto. Casual pero eleg
CRISTINE FERRERACon una sonrisa incómoda me recorrí sobre el sofá, alejándome de Enrico, y tomé la carpeta en la mesa. Era uno de esos catálogos donde se mostraba a cada modelo de la firma con sus mejores fotos y ángulos. Mientras las veía, él volvió a acercarse y claramente estaba dispuesta a pegarle con la carpeta en la cara, lo cual podía meterme en problemas.¡Ya sé! Hay miles de empresas con modelos, no es el único al que puedo acudir, pero… ¿Qué ocurriría si soy grosera o violenta con este «refinado» caballero? Bueno… De seguro correría la voz diciendo pestes de mí y motivando a todo mundo para que me dé la espalda, algo así como Rinaldi, solo que con más poder. ¿Podía arriesgarme
CRISTINE FERRERAMi cabeza comenzó a punzar, mis ojos se llenaron de lágrimas y sentía la piña colada cerca de mi paladar. Saqué mi celular luchando con la debilidad de mis piernas y el sudor frío. ¡¿Qué me pasaba?! ¡Esto no era provocado por mis celos!Con torpeza busqué el contacto de Eliot. Llamé… sabiendo que, si no me contestaba, posiblemente fuera porque estaba hablando con la rubia de al lado.No lo quería, o eso intentaba creer, a eso me aferraba para sacar valor. Me esforzaba por odiarlo por lo que me había hecho cuando estuvimos casados, por olvidarse de los niños y por estar con esta mujer y aun así la incertidumbre me estaba carcomiendo el pecho. El teléfono sonó y apreté los la
ELIOT MAGNANIMi primo veía con sorpresa y la mandíbula desencajada a los niños comportarse como salvajes. Mario era el único que permanecía quieto, viendo a los trillizos desde el sofá mientras estos parecían estar dentro de una guerra.—¿Cuatro? ¿En serio? —preguntó horrorizado y retrocedió, pero era muy tarde para arrepentimientos.Lo tomé por el cuello de su camisa y lo acerqué a mí.—Ellos no saben que son mis hijos biológicos, cuida tu lengua o te la corto —susurré y le dediqué mi mejor mirada de advertencia.—Contigo todo es amenazas… ¿Así conquistas
ELIOT MAGNANIEntré al club con paso firme y la sangre hirviendo, buscando con desesperación a Cristine. No dejaba de recordar su voz alterada en el teléfono y sus preguntas cargadas de dolor. Necesitaba encontrarla y corroborar que estaba bien, no me importaba si se disgustaba al verme, ya me podía imaginar esos ojos verdes furiosos reprochándome; tampoco me importaba si tenía que sacarla de aquí cargando mientras gritaba y pataleaba. —¿Eliot? —escuché la voz de Berenice, quien me tomó por sorpresa al acercarse a mí—. ¡Viniste! ¡Sabía que no me dejarías plantada!Intentó abrazarme como en la tarde, pero ya había aprendido mi lección y retrocedí. Pude notar que mi rechazo la lastimó. —Tu perfume me generó muchos problemas con mi esposa —expliqué, pero como bien saben, no me gusta hacerlo. En caso de Berenice hacía una excepción porque la conocía desde que éramos niños y la volví a encontrar cuando empecé a relacionarme con Zafrina—. Hablando de ella, ¿no la has visto?—¿A tu esposa?
ELIOT MAGNANI—Ella dijo que no estaba casada… —sollozó Enrico escondiendo su rostro detrás de sus antebrazos, protegiéndose con sus palmas hacia mí. Me dolió escuchar que Cristine no mencionó mi existencia, pero… era obvio, no éramos nada. ¿Qué esperaba? —Entonces deja que te lo aclare… —Lo tomé por el cabello y lo volví a golpear, haciendo crujir su nariz—. Cristine Ferrera es mi mujer… y a quien le grite, le pego, y a quien la toque, lo mato. ¿Queda claro? Como aún lo sujetaba del cabello, lo moví como si fuera un muñeco, haciéndolo asentir antes de dejar caer su cabeza que rebotó con el piso. —¿Presentarás cargos? —preguntó Berenice quien acunaba a Cristine como si fuera un bebé. —¿Cargos? ¿Crees que solo quiero que ese hombre pague una fianza? No… —respondí con el corazón hinchado de violencia y sed de venganza. Volteé hacia Enrico mientras lo estaban ayudando a levantarse—. ¿A cuántas mujeres has acosado y destruido si te rechazan? ¿Te has preguntado lo que han sentido al v
ELIOT MAGNANISubí por el elevador junto con el médico que, preocupado, había comenzado a preguntar por lo que había ocurrido mientras revisaba lo que podía. Cuando entramos al departamento, no me sorprendió que mi primo estuviera dormido sobre la alfombra y los cuatro niños encima de él. ¿Le habían dibujado cosas en la cara? Eso solo me hizo pensar que fue el primero en caer dormido. Acomodé a Cristine en la cama de su habitación mientras el doctor comenzaba a sacar todos sus artefactos. Consideró que la droga que usaron con Cristine se diluiría con el tiempo en su sangre, en la mañana despertaría con los síntomas habituales de una noche de copas, pero para controlar mejor el proceso de desintoxicación, le pondría suero intravenoso y algunos medicamentos. Me reconfortó saber que no corría peligro y no era necesario moverla a un hospital. Incluso el doctor me instó a dormir, asegurando que ella no necesitaría de nadie que la vigilara durante la noche, pero… no pude. Me daba miedo q
CRISTINE FERRERAEn lo que que Eliot se daba un baño, salí de la habitación. Me había dicho que descansara, pero quería creer que podía hacer mi vida como siempre. Arrastré los pies hasta la cocina y serví una taza de café mientras lidiaba con mi dolor de cabeza. Al darle un buen sorbo, noté movimiento en la sala. Volteé y me quedé congelada.Un hombre de mi edad se asomó de entre los sillones. Parecía somnoliento y tenía la cara pintada de colores. Nos vimos fijamente, yo estaba paralizada y él desconectado.Levanté lentamente la taza, lista para arrojarla en defensa propia y entonces se dio cuenta de mis intenciones.—¡No, espera! —exclam