ELIOT MAGNANI
Mi primo veía con sorpresa y la mandíbula desencajada a los niños comportarse como salvajes. Mario era el único que permanecía quieto, viendo a los trillizos desde el sofá mientras estos parecían estar dentro de una guerra.
—¿Cuatro? ¿En serio? —preguntó horrorizado y retrocedió, pero era muy tarde para arrepentimientos.
Lo tomé por el cuello de su camisa y lo acerqué a mí.
—Ellos no saben que son mis hijos biológicos, cuida tu lengua o te la corto —susurré y le dediqué mi mejor mirada de advertencia.
—Contigo todo es amenazas… ¿Así conquistas
ELIOT MAGNANIEntré al club con paso firme y la sangre hirviendo, buscando con desesperación a Cristine. No dejaba de recordar su voz alterada en el teléfono y sus preguntas cargadas de dolor. Necesitaba encontrarla y corroborar que estaba bien, no me importaba si se disgustaba al verme, ya me podía imaginar esos ojos verdes furiosos reprochándome; tampoco me importaba si tenía que sacarla de aquí cargando mientras gritaba y pataleaba. —¿Eliot? —escuché la voz de Berenice, quien me tomó por sorpresa al acercarse a mí—. ¡Viniste! ¡Sabía que no me dejarías plantada!Intentó abrazarme como en la tarde, pero ya había aprendido mi lección y retrocedí. Pude notar que mi rechazo la lastimó. —Tu perfume me generó muchos problemas con mi esposa —expliqué, pero como bien saben, no me gusta hacerlo. En caso de Berenice hacía una excepción porque la conocía desde que éramos niños y la volví a encontrar cuando empecé a relacionarme con Zafrina—. Hablando de ella, ¿no la has visto?—¿A tu esposa?
ELIOT MAGNANI—Ella dijo que no estaba casada… —sollozó Enrico escondiendo su rostro detrás de sus antebrazos, protegiéndose con sus palmas hacia mí. Me dolió escuchar que Cristine no mencionó mi existencia, pero… era obvio, no éramos nada. ¿Qué esperaba? —Entonces deja que te lo aclare… —Lo tomé por el cabello y lo volví a golpear, haciendo crujir su nariz—. Cristine Ferrera es mi mujer… y a quien le grite, le pego, y a quien la toque, lo mato. ¿Queda claro? Como aún lo sujetaba del cabello, lo moví como si fuera un muñeco, haciéndolo asentir antes de dejar caer su cabeza que rebotó con el piso. —¿Presentarás cargos? —preguntó Berenice quien acunaba a Cristine como si fuera un bebé. —¿Cargos? ¿Crees que solo quiero que ese hombre pague una fianza? No… —respondí con el corazón hinchado de violencia y sed de venganza. Volteé hacia Enrico mientras lo estaban ayudando a levantarse—. ¿A cuántas mujeres has acosado y destruido si te rechazan? ¿Te has preguntado lo que han sentido al v
ELIOT MAGNANISubí por el elevador junto con el médico que, preocupado, había comenzado a preguntar por lo que había ocurrido mientras revisaba lo que podía. Cuando entramos al departamento, no me sorprendió que mi primo estuviera dormido sobre la alfombra y los cuatro niños encima de él. ¿Le habían dibujado cosas en la cara? Eso solo me hizo pensar que fue el primero en caer dormido. Acomodé a Cristine en la cama de su habitación mientras el doctor comenzaba a sacar todos sus artefactos. Consideró que la droga que usaron con Cristine se diluiría con el tiempo en su sangre, en la mañana despertaría con los síntomas habituales de una noche de copas, pero para controlar mejor el proceso de desintoxicación, le pondría suero intravenoso y algunos medicamentos. Me reconfortó saber que no corría peligro y no era necesario moverla a un hospital. Incluso el doctor me instó a dormir, asegurando que ella no necesitaría de nadie que la vigilara durante la noche, pero… no pude. Me daba miedo q
CRISTINE FERRERAEn lo que que Eliot se daba un baño, salí de la habitación. Me había dicho que descansara, pero quería creer que podía hacer mi vida como siempre. Arrastré los pies hasta la cocina y serví una taza de café mientras lidiaba con mi dolor de cabeza. Al darle un buen sorbo, noté movimiento en la sala. Volteé y me quedé congelada.Un hombre de mi edad se asomó de entre los sillones. Parecía somnoliento y tenía la cara pintada de colores. Nos vimos fijamente, yo estaba paralizada y él desconectado.Levanté lentamente la taza, lista para arrojarla en defensa propia y entonces se dio cuenta de mis intenciones.—¡No, espera! —exclam
CRISTINE FERRERANo podía fingir que después de ver a Eliot completamente desnudo, no estaba nerviosa recordando una y otra vez lo que se había quedado grabado en mi memoria. No podía verlo a la cara, imposible hacer contacto visual sin que comenzara a hiperventilar. ¡Ya sé! Fue mi esposo, hemos tenido intimidad, procreamos tres niños, pero eso no significa que este estúpido y sensual hombre no me ponga nerviosa. Lo único que me calmaba un poco era verlo al lado de su primo. Era curioso que fueran tan parecidos y al mismo tiempo tan diferentes. Mientras Eliot despedía esa sensación de posesividad y te hacía desear sentirte sometida a sus deseos, Luca te invitaba a una aventura salvaje, además… mis hijos lo amaban. —Pareces sorprendida… —dijo Luca con esa sonrisa pícara y mirada cargada de orgullo. —Leonardo no suele ser tan permisivo —contesté viendo como mi hijo comía recargado contra su tío, cómodamente. —Después de una noche loca de leche con chocolate y galletas, cualquier hom
CRISTINE FERRERALos ojos de Luca brillaron y su gesto se oscureció por breves segundos. Sus labios apretados me decían que había algo que no quería compartir y antes de que pudiera presionarlo, los niños retomaron su jugueteo con él, siendo la oportunidad perfecta para que Luca ignorara mi pregunta y los pusiera como pretexto. —¿Qué hay de Enrico Bellucci? ¿Qué harás con ese idiota? —preguntó Eliot mientras veíamos a Luca caer en el pasillo y a los niños subírsele encima. Al parecer estaban jugando luchitas, pero Luca no estaba entendiendo bien la dinámica. —¿Qué puedo hacer? Al parecer todos los hombres relacionados al mundo del modelaje suelen abusar de la confianza de las mujeres. La diferencia es que hay unos más poderosos que otros y para mi mala suerte, Enrico era de los poderosos. Algo me dice que no conseguiré ninguna modelo para la pasarela. Tendré que hablar con Zafrina y decirle que perdí el control de la marca —contesté con ojos llorosos, intentando contener mis sentim
CRISTINE FERRERA—No quiero ver más… —pedí, pero Luca salió del auto llevándome de la muñeca como si fuera una niña pequeña—. ¡¿No me escuchaste?! ¡No quiero ver más! Exclamé furiosa y de un jalón me solté de su agarre, dejándolo desconcertado. —Hasta que yo no vea un beso en la boca, no pienso aceptar ni negar nada. ¿Tú sí? ¿Con tan poco te conformas? —Apreté los labios y mis ojos se clavaron en los suyos. Estaba renuente a salir de este lugar con el corazón aún más roto—. ¿No quieres estar completamente segura para no arrepentirte después? Volteé una vez más hacia el restaurante, habían conseguido una mesa muy cerca de la ventana y desde ahí noté como Eliot posaba su mano en una carpeta de cuero negro, antes de arrastrarla hacia él la chica posó su mano sobre la suya y le sonrió. Sus ojos se mostraban tristes, pero anhelantes. Con su otra mano intentó alcanzar la mejilla de Eliot, el cual parecía desconcertado. Decidí que eso era todo, había acabado. No tenía necesidad de abrir
ELIOT MAGNANI—Deja que me explique… —Luca levantó las manos queriendo detenerme, pero yo pasé por un lado, dispuesto a buscar a Cristine. —¡Eliot! ¡Espera! —suplicó trotando detrás de mí—. Ella estaba muy estresada y triste, y quise ayudar a que se relajara un poco… —De nuevo hizo una pausa en sus palabras y se lamentó—. Bien, eso también se escucha muy mal, pero te juro que…Cuando entré a la habitación noté que Cristine no estaba en la cama, entonces vi la camisa de Luca en el piso y no pude evitar asquearme, apestaba a vómito y pude escuchar ruido en el baño del cuarto. —¿La emborrachaste? —pregunté furioso y Luca se mostró aliviado. —¡Sí! ¡Solo hice eso! ¡Lo juro! —exclamó con una mano en el pecho y una gran sonrisa—. Jamás me metería con tus cosas, Eliot. Aunque la verdad no me hacía sentir tranquilo, si fue como quitarme un peso de encima. No podía imaginarme a Cristine en brazos de otro hombre, mucho menos con Luca. Abrí la puerta y la encontré manteniendo el equilibrio f