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C31: Ya me harté de tus excusas.
Jordan, quien observó la escena en silencio, tragó saliva, aún procesando el alboroto que había ocasionado. Cuando el hombre se alejó por completo, expresó su gratitud.—Charlie, yo... te lo agradezco en verdad. Gracias por ayudarme a salir de este lío.Charlie, sin embargo, no estaba de humor. Su rostro permaneció serio y sus ojos apenas reflejaban la poca paciencia que le quedaba. Caminó hacia su coche y abrió la puerta con un movimiento brusco, indicando a Jordan que subiera.—No me lo agradezcas —replicó, sonando molesto.Luego de que Jordan se acomodara, Charlie cerró la puerta de un golpe, para después rodear el auto y sentarse en el asiento del conductor.—Nos hemos demorado demasiado por tu culpa —agregó secamente, mirando a Jordan por el rabillo del ojo—. Ahora tenemos que irnos de inmediato.El trayecto en coche empezó en medio de un silencio tenso y Jordan se sintió cada vez más incómodo. Pasaron varios minutos sin que ninguno de los dos dijera una palabra, hasta que el chic
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C32: Lo que más odio es que traten de verme la cara de estúpido.
Jordan, al igual que Charlie, se quedaron congelados en su sitio. —¿Sucede algo, Reinhardt? —preguntó Charlie, con los nervios a flor de piel, pero procurando verse normal.Sin embargo, la respuesta de su jefe fue tan directa que lo dejó sin aliento.—Es lo mismo que te pregunto yo a ti —articuló—. ¿Me estás ocultando algo?La voz de Charlie tembló un poco cuando trató de negarlo.—¿Q-Qué? ¿Ocultarte algo? ¿De qué estás hablando? —cuestionó—. No estoy ocultando nada...—Entonces dime por qué tardaron tanto —el tono de Reinhardt se endureció al instante, como si ya supiera la respuesta.Charlie tragó saliva y trató de justificarse, pero cada palabra salía con más esfuerzo.—Es que… tuve un problema con el coche… —pero antes de que pudiera continuar, Reinhardt lo interrumpió.—Charlie —pronunció, dando unos pasos hacia él—. Nos conocemos desde hace años. Y créeme, conozco cada uno de tus movimientos, cada una de tus expresiones, cada gesto que te delata cuando mientes. Así que no puede
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C33: Jamás podrás irte de este cabaret.
Reinhardt continuaba con los ojos clavados en Charlie. —No sentimos compasión, Charlie. ¿Acaso se te está empezando a olvidar quiénes somos? —cuestionó, dejando en claro que no aceptaría ninguna debilidad de su parte—. Si es así, dímelo, para tomar una decisión con respecto a ti.Charlie no se sentía particularmente ofendido por las palabras duras de Reinhardt. Al contrario, sabía que el jefe tenía razón para estar molesto. Charlie era su mano derecha, el segundo al mando en la organización, y si él se atrevía a mentirle o a ocultarle algo, eso significaba que había una falla en su lealtad, y Reinhardt no podía permitirse esa clase de dudas. Charlie era la única persona en la él que apostaba todo. Si mostraba indulgencia con él, daba espacio para que otros en la organización cuestionaran su autoridad.Reinhardt no podía ser suave ni tolerante, y Charlie lo sabía. En su mundo, el respeto y la lealtad no se ganaban con gestos amables, sino con mano dura y frialdad, sin espacio para sent
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C34: Quería sentirme libre por un momento.
Jordan tragó saliva, quedándose mudo ante las palabras de Reinhardt. La amenaza era clara y el aire en el pequeño espacio entre ellos se volvía más pesado con cada segundo. —No hay manera de que salgas de aquí —resaltó el Jefe—. Hagas lo que hagas, te encontraré. No importa dónde vayas.Jordan intentó controlar su respiración, pero el peso de aquellas palabras le hizo difícil siquiera inhalar con normalidad. La mirada penetrante de Reinhardt, oscura y furiosa, estaba incrustada en él, como si lo analizara. Jordan sabía que era inútil intentar razonar con él, pero tampoco quería quedarse en silencio.—Ya te lo dije, no intenté huir —dijo finalmente, aunque su voz temblaba con ligereza.Reinhardt ladeó la cabeza, sin apartar su cuerpo del suyo. El calor del gigante sofocaba al chico, pero más que eso, era la intensidad de su mirada la que lo hacía querer apartar los ojos. Aun así, Jordan no era alguien que se rendía fácilmente, y aunque sentía cómo el pavor lo dominaba, se obligó a sos
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C35: ¿Qué haré contigo?
Jordan, completamente paralizado, mantuvo la boca cerrada. Las palabras que había preparado en su mente se desvanecieron rápidamente, como si el mismo miedo les hubiera robado la fuerza. En ese momento, la realidad de su vulnerabilidad se hizo cada vez más clara. Jordan comprendía ahora, con una claridad que le helaba la sangre, que cualquier cosa que dijera sería utilizada en su contra, cualquier palabra, por inocente que pareciera, podría transformarse en una trampa mortal.Por primera vez en mucho tiempo, Jordan se dio cuenta de que, en esta batalla, el silencio podría ser su única arma.El Jefe, por su parte, frunció aún más el ceño y apretó la mandíbula.—¿Qué tengo que hacer para que te mantengas quieto y solo hagas lo que yo te diga? —gruñó—. Solo tienes que obedecerme. ¿Por qué es tan difícil para ti hacerlo?Jordan cerró los ojos un segundo, sintiendo el peso abrumador de las palabras de Reinhardt.—No puedo confiar en ti en absoluto, campesino —agregó el Jefe—. No lograste e
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