El negocio era ahora un desastre. El suelo estaba cubierto de vidrios rotos, madera astillada y trozos de recuerdos perdidos. El líder encargado de la destrucción dirigió la mirada hacia Jordan, quien seguía tratando de consolar al dueño. —¡Tú! Derriba eso —le ordenó al chico, señalando el mueble detrás de la barra. Las botellas, copas y vasos parecían ser el único rincón que aún no había recibido violencia. —Yo no voy a romper nada —Jordan se opuso a formar parte de aquella catástrofe. —Bien, haz lo que quieras, pero se lo informaré al Jefe —replicó con un aura amenazante—. Él sabrá qué hacer contigo. Jordan se crispó ante la advertencia del líder y no pudo evitar mirarlo con desdén. A decir verdad, no tenía otra salida. Además, Reinhardt lo estaba vigilando desde la distancia y ni siquiera hacía falta que el líder le informara la situación, pues lo estaba viendo con sus propios ojos. Sin embargo, Reinhardt no tenía ninguna intención de intervenir. Cualquier regaño que debiera ha
Reinhardt guardó el arma en su cinto y exhaló aire ruidosamente.—Oye, campesino, ¿acaso quieres que te dé una buena razón para llorar? —recriminó con dureza.Jordan no respondió en ese momento, solo siguió llorando. Reinhardt avanzó hacia él, dando pasos firmes, en lo que su paciencia se agotaba cada vez más.—Termínalo ya. Basta de esta ridiculez —reclamó—. Actúas como un maldito mocoso y no dejas de llorar como un bebé. ¿Crees que soy tu nana?Jordan respiró profundo, se limpió la nariz y apretó los puños, dejándose llevar por su enfado. —Eres un monstruo... y un idiota.Reinhardt se detuvo de golpe, frunciendo el ceño con incredulidad.—¿Qué dijiste?Jordan, aún dándole la espalda, volvió a respirar hondo. Cualquier rastro de miedo desapareció en ese instante y se giró lentamente hacia él.—Dije que eres un monstruo, y también un idiota.El silencio que siguió era más pesado que cualquier palabra. Reinhardt se quedó algo atónito, nunca antes nadie se había atrevido a insultarlo en
Reinhardt, manteniendo el control absoluto de la situación, se acercó aún más a Jordan, violando su espacio personal con la frialdad de quien sabe que puede hacerlo. Con una calma perturbadora, Reinhardt observó cómo Jordan aún temblaba de dolor, pero su rostro estaba endurecido por la rabia.—Además, tienes que tener cuidado de dónde pones las manos —indicó, recordando el momento en que el chico trató de detenerlo—. Nunca vuelvas a levantar la mano contra mí. ¿Me entiendes, campesino?Jordan luchaba por liberarse, pero cuanto más se movía, más dolor sentía. No respondió a lo que Reinhardt acababa de decir, pero su mirada fulminante mostraba su desprecio. —Si hubieras sido otra persona, ya te habría cortado la muñeca —recalcó el Jefe—. Pero, en tu caso, siendo el pianista y necesitándote para ciertos trabajos, no lo he hecho. Me he contenido, pero no me hagas volver a pensarlo.En un movimiento rápido, Reinhardt volvió a alzar el brazo de Jordan, torciéndolo aún más hacia atrás. Los
—¿Eh? —soltó Jordan, atónito, sin poder deducir qué era lo que su Jefe trataba de hacer. Segundos después, Reinhardt lo miró con severidad.—Hazlo ahora, campesino —ordenó, con su tono cada vez más autoritario.Con un nudo en el pecho, Jordan comenzó a moverse hacia el asiento trasero. La incomodidad se apoderó de él, pero lo hizo sin cuestionar más, como un reflejo condicionado. Al llegar al asiento trasero, Reinhardt, con su habitual control, le dio la siguiente orden.—Saca el respaldo que está en medio del asiento —indicó—. Estíralo fuerte y se moverá.Jordan, aún confundido, comenzó a mover el asiento, retirando el respaldo con manos temblorosas.—Ahora, entra en el maletero. Puedes entrar a través de ese espacio. Luego vuelve a colocar el respaldo en su sitio. Y escúchame bien, campesino. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no salgas. ¿Te quedó claro? Es una orden, obedece.El corazón de Jordan latió con fuerza y su mente se llenó de preguntas aterradoras.«¿Por qué me está p
Cuando Jordan salió del maletero y vio el auto destruido de Reinhardt, asumió que quizás éste podría estar en peligro, porque de no ser así, no habrían tratado de masacrar el vehículo.Jordan mantuvo su distancia mientras seguía el coche en la oscuridad, cuidando de no acercarse demasiado para no ser descubierto.De pronto, el vehículo se giró e ingresó hacia el bosque, entrando a una carretera solitaria que comenzó a transformarse en un camino angosto que se adentraba cada vez más, flanqueado por árboles altos cuyas ramas parecían cerrar el paso a la luz de la luna. Los faros dañados del auto de Jordan no alumbraban nada el sendero, y en un momento de distracción, el coche que perseguía desapareció de su vista.El corazón de Jordan se aceleró mientras buscaba señales del vehículo, hasta que finalmente, lo vio estacionándose frente a una pequeña cabaña en medio del bosque. Era una estructura sencilla, de madera envejecida, con ventanas pequeñas y un tejado que apenas se distinguía ent
La pregunta le retumbaba en la cabeza, como un eco imparable. ¿Por qué había seguido a ese coche hasta llegar hasta allí? ¿Por qué estaba tan dispuesto a ir detrás de un hombre que nunca había hecho más que amenazarlo y manipularlo? Las imágenes del pasado comenzaron a invadir su mente, fragmentos de todo lo que había vivido a su lado: las veces que le había apuntado con su arma, las amenazas de muerte, y las humillaciones."No volverás a ver la luz del sol porque quedarás enterrado bajo el cemento de este lugar.""¿Voy a tener que cortarte la lengua entonces? Te la cortaré con un cuchillo, pero no uno afilado, para que sientas cada fibra, cada nervio desgarrándose.""Bajaré tus pantalones y te daré unas buenas nalgadas. Primero usaré la mano y después el cinturón, hasta que éste se parta por la mitad.""¿Cuántas veces tengo que apuntarte con un arma para que entiendas que tú ya no tienes poder de decisión sobre ti?""¿Acaso tengo que cortarte las piernas?""¿Quieres sentirte libre, d
Jordan estaba paralizado. Sabía que Reinhardt había sido un hombre cruel. Las heridas invisibles que había dejado en Jordan todavía sangraban en lo más profundo de su ser. Los recuerdos de las amenazas y el control que Reinhardt había ejercido sobre su vida lo asaltaban sin piedad.«Si Reinhardt muere, todo esto termina», se repetía. Su mente comenzaba a pintar un futuro diferente, uno en el que no tendría que temer por cada paso que daba.Era consciente de que, si acababan con Reinhardt, nada obligaría al chico a quedarse. Podía simplemente tomar el coche y desaparecer, dejar la ciudad y buscar un nuevo comienzo en otro lugar. Había una parte de Jordan que anhelaba ese futuro, un futuro en el que pudiera ser libre, sin tener que mirar constantemente por encima del hombro.Dentro de esa organización, nadie más se preocupaba por él. Ni siquiera Charlie, que había sido su única conexión cercana en ese tiempo, haría un esfuerzo por buscarlo si Reinhardt desaparecía del mapa. Lo sabía con
Dentro de la cabaña, el ambiente era pesado, impregnado de un hedor metálico que no dejaba dudas de lo que estaba a punto de suceder. Reinhardt estaba atado a una silla con su rostro inflamado por los golpes que había recibido de los dos hombres que el líder había ordenado detenerse. Éste último se encontraba al frente, observando con una sonrisa de satisfacción mientras se jactaba de su supuesto triunfo.—No puedo creerlo, el gran Reinhardt, reducido a esto —dijo el líder mientras caminaba alrededor de él con un aire de superioridad. Su voz goteaba desprecio mientras reunía los elementos que había traído consigo. Una bandeja con tenazas, pinzas y cuchillas descansaba sobre una mesa improvisada en la esquina de la habitación—. ¿Qué dirán tus hombres cuando descubran que su intocable jefe se vio reducido a nada? Nadie vendrá a salvarte, ¿sabes? Estás solo, como el insecto insignificante que eres.Reinhardt, con la cabeza inclinada hacia adelante, respiraba de manera irregular. No podía