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C41: Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no salgas.
—¿Eh? —soltó Jordan, atónito, sin poder deducir qué era lo que su Jefe trataba de hacer. Segundos después, Reinhardt lo miró con severidad.—Hazlo ahora, campesino —ordenó, con su tono cada vez más autoritario.Con un nudo en el pecho, Jordan comenzó a moverse hacia el asiento trasero. La incomodidad se apoderó de él, pero lo hizo sin cuestionar más, como un reflejo condicionado. Al llegar al asiento trasero, Reinhardt, con su habitual control, le dio la siguiente orden.—Saca el respaldo que está en medio del asiento —indicó—. Estíralo fuerte y se moverá.Jordan, aún confundido, comenzó a mover el asiento, retirando el respaldo con manos temblorosas.—Ahora, entra en el maletero. Puedes entrar a través de ese espacio. Luego vuelve a colocar el respaldo en su sitio. Y escúchame bien, campesino. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no salgas. ¿Te quedó claro? Es una orden, obedece.El corazón de Jordan latió con fuerza y su mente se llenó de preguntas aterradoras.«¿Por qué me está p
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C42: ¿Por qué estoy aquí?
Cuando Jordan salió del maletero y vio el auto destruido de Reinhardt, asumió que quizás éste podría estar en peligro, porque de no ser así, no habrían tratado de masacrar el vehículo.Jordan mantuvo su distancia mientras seguía el coche en la oscuridad, cuidando de no acercarse demasiado para no ser descubierto.De pronto, el vehículo se giró e ingresó hacia el bosque, entrando a una carretera solitaria que comenzó a transformarse en un camino angosto que se adentraba cada vez más, flanqueado por árboles altos cuyas ramas parecían cerrar el paso a la luz de la luna. Los faros dañados del auto de Jordan no alumbraban nada el sendero, y en un momento de distracción, el coche que perseguía desapareció de su vista.El corazón de Jordan se aceleró mientras buscaba señales del vehículo, hasta que finalmente, lo vio estacionándose frente a una pequeña cabaña en medio del bosque. Era una estructura sencilla, de madera envejecida, con ventanas pequeñas y un tejado que apenas se distinguía ent
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C43: Reinhardt debe morir.
La pregunta le retumbaba en la cabeza, como un eco imparable. ¿Por qué había seguido a ese coche hasta llegar hasta allí? ¿Por qué estaba tan dispuesto a ir detrás de un hombre que nunca había hecho más que amenazarlo y manipularlo? Las imágenes del pasado comenzaron a invadir su mente, fragmentos de todo lo que había vivido a su lado: las veces que le había apuntado con su arma, las amenazas de muerte, y las humillaciones."No volverás a ver la luz del sol porque quedarás enterrado bajo el cemento de este lugar.""¿Voy a tener que cortarte la lengua entonces? Te la cortaré con un cuchillo, pero no uno afilado, para que sientas cada fibra, cada nervio desgarrándose.""Bajaré tus pantalones y te daré unas buenas nalgadas. Primero usaré la mano y después el cinturón, hasta que éste se parta por la mitad.""¿Cuántas veces tengo que apuntarte con un arma para que entiendas que tú ya no tienes poder de decisión sobre ti?""¿Acaso tengo que cortarte las piernas?""¿Quieres sentirte libre, d
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C44: ¿Por qué lo protegió?
Jordan estaba paralizado. Sabía que Reinhardt había sido un hombre cruel. Las heridas invisibles que había dejado en Jordan todavía sangraban en lo más profundo de su ser. Los recuerdos de las amenazas y el control que Reinhardt había ejercido sobre su vida lo asaltaban sin piedad.«Si Reinhardt muere, todo esto termina», se repetía. Su mente comenzaba a pintar un futuro diferente, uno en el que no tendría que temer por cada paso que daba.Era consciente de que, si acababan con Reinhardt, nada obligaría al chico a quedarse. Podía simplemente tomar el coche y desaparecer, dejar la ciudad y buscar un nuevo comienzo en otro lugar. Había una parte de Jordan que anhelaba ese futuro, un futuro en el que pudiera ser libre, sin tener que mirar constantemente por encima del hombro.Dentro de esa organización, nadie más se preocupaba por él. Ni siquiera Charlie, que había sido su única conexión cercana en ese tiempo, haría un esfuerzo por buscarlo si Reinhardt desaparecía del mapa. Lo sabía con
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C45: Nadie vendrá a salvarte.
Dentro de la cabaña, el ambiente era pesado, impregnado de un hedor metálico que no dejaba dudas de lo que estaba a punto de suceder. Reinhardt estaba atado a una silla con su rostro inflamado por los golpes que había recibido de los dos hombres que el líder había ordenado detenerse. Éste último se encontraba al frente, observando con una sonrisa de satisfacción mientras se jactaba de su supuesto triunfo.—No puedo creerlo, el gran Reinhardt, reducido a esto —dijo el líder mientras caminaba alrededor de él con un aire de superioridad. Su voz goteaba desprecio mientras reunía los elementos que había traído consigo. Una bandeja con tenazas, pinzas y cuchillas descansaba sobre una mesa improvisada en la esquina de la habitación—. ¿Qué dirán tus hombres cuando descubran que su intocable jefe se vio reducido a nada? Nadie vendrá a salvarte, ¿sabes? Estás solo, como el insecto insignificante que eres.Reinhardt, con la cabeza inclinada hacia adelante, respiraba de manera irregular. No podía
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C46: Tú no perteneces a este mundo.
Con movimientos temblorosos, Jordan corrió hacia la mesa donde estaban los utensilios que el líder había preparado para torturar a Reinhardt. Sus ojos encontraron una pequeña sierra de metal, tosca pero afilada, y la aferró con fuerza.—¡Te voy a enseñar a no meterte en lo que no te importa! —exclamó el líder.Jordan se giró justo cuando el hombre se abalanzaba hacia su cuerpo, pero antes de que pudiera alcanzarlo, le arrojó lo último que tenía a mano: una lámpara de aceite.El impacto fue brutal. La lámpara se estrelló contra el lado de su cabeza, rompiéndose en pedazos y el vidrio laceró su piel. El líder soltó un rugido ahogado, tambaleándose hacia atrás con una mano cubriéndose la sien ensangrentada. La llama de la lámpara chisporroteó y se extinguió sobre el suelo.Jordan se acercó a Reinhardt, quien seguía atado a la silla y sin poder moverse. Las manos del chico temblaban mientras se arrodillaba junto a él, usando la pequeña sierra para cortar la gruesa cuerda que ataba sus muñ
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C47: ¿Por qué viniste?
Jordan, paralizado por el miedo, observó en silencio, incapaz de intervenir. ¿Qué podía hacer, de todos modos? La violencia desatada ante sus ojos era inhumana y no podía contemplarse a sí mismo actuando de esa forma, pero, al mismo tiempo, no podía dejar de mirar, casi hipnotizado por la intensidad de la escena. Los golpes de Reinhardt se sucedían sin piedad, dejando al líder inconsciente, tirado en el suelo y cubierto de sangre.Entonces, tomó el arma y descargó una bala en la cabeza de aquel tipo sin siquiera dudarlo. Minutos después, el par de hombres que trabajaban para el líder y quienes merodeaban por los alrededores de la cabaña, escucharon el disparo y el grito de su jefe. Corrieron hacia la cabaña alarmados, pero antes de que pudieran reaccionar, Reinhardt los vio y les disparó sin dudar. Los hombres cayeron uno tras otro, sin tiempo siquiera de sacar sus armas. La situación, que había comenzado como una confrontación, se había transformado en una masacre rápida y violenta.
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C48: ¿Toda esta locura es culpa mía?
Jordan respiró con dificultad, aún sintiendo los estragos de los golpes recibidos, pero sus palabras salieron de manera fluida.—Por otro lado, tú también me protegiste, Reinhardt. Me metiste en el maletero para que ellos no me vieran, para que no me trajeran aquí y me mataran. Sabías que no les importaría deshacerse de alguien como yo. Mírame —gesticuló hacia sí mismo—. Simplemente soy un campesino flacucho, sin habilidades para pelear. Habría sido el primero en morir, pues me hubieran matado porque solo sería un estorbo para ellos. Mi vida no tiene ningún valor para nadie, y aún así, tú... tú me protegiste.Hizo una pausa, mirándolo a los ojos, como si tratara de descifrar algo. Luego, su voz bajó un poco cuando continuó.—Debería ser yo el que te preguntara por qué lo hiciste. Pero ¿sabes qué, Reinhardt? No importa. Me da igual cuáles fueron tus razones. El punto es que me salvaste y por eso yo te salvé a ti.Reinhardt se quedó en silencio. Las palabras del chico parecían retumbar
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