—¿Eh? —soltó Jordan, atónito, sin poder deducir qué era lo que su Jefe trataba de hacer. Segundos después, Reinhardt lo miró con severidad.—Hazlo ahora, campesino —ordenó, con su tono cada vez más autoritario.Con un nudo en el pecho, Jordan comenzó a moverse hacia el asiento trasero. La incomodidad se apoderó de él, pero lo hizo sin cuestionar más, como un reflejo condicionado. Al llegar al asiento trasero, Reinhardt, con su habitual control, le dio la siguiente orden.—Saca el respaldo que está en medio del asiento —indicó—. Estíralo fuerte y se moverá.Jordan, aún confundido, comenzó a mover el asiento, retirando el respaldo con manos temblorosas.—Ahora, entra en el maletero. Puedes entrar a través de ese espacio. Luego vuelve a colocar el respaldo en su sitio. Y escúchame bien, campesino. Pase lo que pase, oigas lo que oigas, no salgas. ¿Te quedó claro? Es una orden, obedece.El corazón de Jordan latió con fuerza y su mente se llenó de preguntas aterradoras.«¿Por qué me está p
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