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C51: No soy tu maldito juguete.
Reinhardt comenzó a desabotonarse la camisa con una serenidad que no pasó desapercibida. No lo hacía de forma apresurada ni con la urgencia de quien necesita curarse rápidamente, sino con la misma deliberación con la que se haría algo personal, algo que solo él podría dominar. A cada botón que se soltaba, su vista se mantenía incrustada en Jordan, como si su simple presencia allí, con sus manos sujetando el botiquín, fuera parte de un juego mucho más grande.Su mirada no era la de alguien que simplemente espera a que lo atiendan, sino una mirada que parecía atravesar a Jordan, como si intentara leer cada pensamiento que pasaba por su mente. Era una mirada tan intensa que Jordan no pudo sostenerla por mucho tiempo.Los ojos del chico, como si se viera arrastrado por la fuerza de esa mirada, se desviaron hacia el torso de Reinhardt. Un sudor frío recorrió su espalda mientras sus pupilas caían involuntariamente hacia el cuerpo de aquel hombre.Los músculos de su torso eran imposibles de
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C52: Tal vez no eres tan bueno como crees.
Tras escuchar aquello, Jordan le respondió con la misma firmeza con la que Reinhardt le habló.—Pues entonces, hazme un favor y deja que te cure las heridas sin contratiempos.—No tengo por qué hacerte ningún favor. Tú solo tienes que hacer lo que yo te digo —indicó.Jordan, irritado por la actitud de Reinhardt, chasqueó la lengua, algo que claramente detestaba el hombre. En un movimiento rápido, Reinhardt estiró el brazo de Jordan y lo acercó a su cuerpo, apretándolo contra él. La cercanía repentina sorprendió a Jordan, dejándolo mudo.—Ya te he dicho muchas veces que odio que chasquees la lengua —recordó—. ¿Qué es lo que pretendes? ¿Acaso estás buscando que te la muerda?El chico se quedó quieto y tragó saliva de golpe. Sintió su corazón acelerarse y su piel se erizó, reacción que no pudo controlar. Reinhardt se dio cuenta de esto, por lo que no pudo evitar esbozar una sonrisa.—Eres demasiado tímido, pero al mismo tiempo eres rebelde. No entiendo cómo puede alguien ser las dos cosa
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C53: No te metas en mis asuntos.
Reinhardt mantuvo la mirada clavada en Jordan en todo momento, no la desviaba ni por un segundo ni sintió la necesidad de hacerlo. Quería contemplarlo con detenimiento y observar cada gesto, cada mueca y cada expresión que realizaba el chico cuando hablaba.—Estoy seguro de que di en el blanco con respecto a tu edad —agregó el Jefe—. Así que dime específicamente, ¿cuántos años tienes?—Ya basta, deja de hacerme tantas preguntas —replicó, cansado de sus cuestionamientos.—Yo soy el que decide cuándo termina, y sabes que odio que me mientan. Te estoy dando la oportunidad de que me digas la verdad. Si me vuelves a mentir, habrá consecuencias —advirtió.—¿No sabes hacer otra cosa más que amenazarme?—¿Cuántos años tienes? —repitió, exigiendo una respuesta honesta.Jordan no dijo nada por un breve instante, tornándose pensativo. Reinhardt lo intuía, pero en todo caso, el chico no podía disimular demasiado. En efecto, no tenía 25 años, y se le notaba en el rostro, así como en su forma de se
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C54: ¿Lo has visto con alguna mujer del cabaret?
Las palabras fueron como un golpe para Jordan, quien se quedó inmóvil, sintiendo cómo la tristeza lo invadió poco a poco.Jasper, por su parte, señaló con un leve movimiento la cara de Jordan, todavía marcada por los puñetazos que había recibido, aunque el moretón ya no era tan notorio.—Tú también estás golpeado, ¿cierto? —comentó—. ¿En algún momento me contaste qué te pasó? No, no lo hiciste. Además, Reinhardt estaba igual de golpeado. Sin embargo, no te he obligado a que me lo digas. Así que respeta mi privacidad, por favor.Jordan sintió cómo las palabras de Jasper lo atravesaron como una daga. No respondió de inmediato, pero su rostro, siempre tan expresivo, reflejaba claramente la tristeza que lo embargó. Sus labios temblaron un poco, como si intentara contener algo que quería salir, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas que no llegaron a caer.Cuando finalmente levantó la vista, su voz salió apenas en un susurro quebrado.—Está bien…Sin añadir más, se dio media vuelta,
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C55: ¿Acaso estabas intentando besarlo?
Jasper quedó completamente atónito tras escuchar aquello. Luego miró a Jordan, buscando alguna señal de que lo que acababa de oír era tan solo una broma de su parte.—¿Cómo que te besó? —preguntó, completamente escéptico.—Así como lo oyes —aseguró el chico.—¿Dónde? —insistió Jasper, con los ojos entrecerrados, como si tratara de descifrar un acertijo imposible.—¿Tú qué crees? —dijo Jordan, sin dar una respuesta específica.—No sé… ¿en la mano? ¿En la mejilla? ¿Dónde?Jordan dejó escapar un suspiro exasperado.—¡En la boca!—¿Qué? —Jasper retrocedió ligeramente, llevándose una mano a la cabeza como si tratara de asimilar la información—. ¿Estás diciendo que Reinhardt te besó en la boca?—Exactamente.—No puede ser... ¿No estabas delirando o algo? ¿Quizás bebiste algo del cabaret?—No bebo alcohol, y mucho menos cuando estoy trabajando —replicó Jordan.—Pero… ¿no te estaría él haciendo alguna especie de respiración boca a boca? —aventuró Jasper, tratando de racionalizarlo.Jordan solt
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C56: ¡Tú eres una mujer!
Jordan salió de la oficina con pasos apresurados, en lo que su rostro denotaba cierta ansiedad y desorientación. Apenas cruzó la puerta, se encontró con Charlie, quien le lanzó una mirada inquisitiva, notando de inmediato el estado alterado del muchacho.Charlie se quedó observándolo mientras Jordan se alejaba rápidamente por el pasillo. Luego, sin decir una palabra, Charlie volvió su atención hacia la oficina, donde Reinhardt lo esperaba. Reinhardt, con un gesto seco, le indicó que pasara.—Adelante —dijo, sin apartar la vista de él.Charlie cerró la puerta detrás de sí y se acercó.—Discúlpame si interrumpí algo.—No te hubiera dejado pasar si era importante —aseveró—. Ahora, dime. ¿Qué ocurre?—Quería hablar sobre el atentado que sufriste. ¿Tienes alguna idea de quién pudo haber estado detrás de eso?—¿Quién más podría ser? —respondió con voz fría—. Estoy seguro de que fue Zaid.Zaid Albaz era un hombre de 32 años, líder de una organización criminal que se especializaba en la trata
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C57: Esto no debió haber pasado.
El cabaret se había sumergido en un profundo silencio después de que uno de los clientes descubriera a una mujer disfrazada de hombre. De pronto, unos pasos firmes se oyeron en el lugar, los cuales pertenecían a Reinhardt. Caminó entre la desconcertada multitud y su mirada se fijó de inmediato en la mujer que yacía en el suelo, con el cabello cubierto por una red para colocarse la peluca. Además, también llevaba un bigote falso. Sin necesidad de preguntar, entendió lo que había sucedido.Con calma y autoridad, Reinhardt se inclinó hacia la mujer y, con un movimiento rápido, le quitó la red que mantenía su cabello oculto. Las ondas de su pelo castaño cayeron sobre sus hombros, revelando su verdadera identidad.Entonces, un murmullo recorrió la sala. El descubrimiento de una mujer disfrazada en un espacio donde las clientas femeninas no estaban permitidas, y donde las únicas mujeres eran las bailarinas, dejó a todos estupefactos.Reinhardt se quedó callado por un instante, sosteniendo l
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C58: No la mates.
El sótano se convirtió en un escenario lleno de terror. Reinhardt, con su rostro imperturbable, le recordó al guardia la regla inquebrantable.—Las mujeres están prohibidas, y lo sabes —articuló.El guardia, visiblemente arrepentido, se apresuró a disculparse.—Perdóname, Reinhardt. No volverá a pasar, te lo juro —manifestó, agachando la cabeza.—Es un hecho que no volverá a pasar —declaró el Jefe.En un acto despiadado, Reinhardt arrojó a la mujer al suelo y, sin dudar, sacó su arma y disparó al guardia en la cabeza, dejando su cuerpo inerte en el suelo.Jordan, oculto tras la puerta, escuchó el disparo y dio un sobresalto. Apenas se atrevió a asomar la cabeza para ver el resultado de aquel acto brutal. El cuerpo del guardia yacía en el piso y un charco de sangre se expandía lentamente de su cabeza. Los ojos de Jordan se abrieron de par en par y el terror lo paralizó mientras contemplaba la escena.La mujer, tirada en el piso, soltó un grito de pánico, a lo que Reinhardt se agachó pa
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C59: Tu vida o la de ella.
Reinhardt permaneció mirándolo fijamente, con una expresión que no podía ser descifrada.—¿Dices que no quieres que la mate? —preguntó con una frialdad que parecía cortarle la respiración a Jordan.El chico, con el corazón latiendo a toda velocidad, intentó encontrar las palabras adecuadas.—Es que no hace falta, no es necesario llegar a estos extremos. Puede haber otra solución —dijo con una leve esperanza, convencido de que Reinhardt podría entender su punto de vista.El silencio que siguió fue pesado, un poco denso. Jordan, al ver la quietud de Reinhardt, creyó por un momento que sus palabras podrían estar logrando algo. Pensó que podía remover algo en el interior de él, que tal vez podría cambiar su perspectiva sobre la vida o sobre las personas. Recordaba lo que había sucedido cuando Reinhardt le había perdonado la vida a cambio de salvarlo, y por eso sentía que, quizás, aún había una chispa de humanidad en él.«Si logro que vea las cosas de la misma forma que yo, tal vez lo pued
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C60: Esto es lo que siempre he sido.
El deseo de escapar, de rechazar esta horrible decisión, creció dentro de Jordan como una llama incontrolable. En un esfuerzo por liberarse, dio un tirón fuerte, y en el proceso, el arma que Reinhardt había colocado en su mano cayó al suelo, haciéndose eco del momento con un sonido sordo.—¡No voy a hacer esto! —vociferó Jordan con fuerza, mientras levantaba la cabeza y le clavaba una mirada desafiante—. ¡No voy a entrar en tu juego! —En realidad, ya decidiste —aseveró Reinhardt—. Como no vas a dar tu vida por ella, entonces es ella quien debe morir.Con rapidez, Reinhardt tomó la pistola del suelo y, sin vacilar, la apuntó directamente a la cabeza de la mujer. El disparo resonó en el aire con una claridad mortal y la mujer cayó al suelo. Su cuerpo se desplomó y un río de sangre se esparció a su alrededor. La imagen de dos cuerpos tendidos en el suelo frente a Jordan lo dejó totalmente tieso.El tiempo pareció detenerse. No hubo forma de suavizar el corazón de Reinhardt. La frialdad
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